sábado, 25 de julio de 2015

Aldcroft, Historia de la economía europea, 1914-1980, capítulos 3 y 4

Aldcroft, Derek

HISTORIA DE LA ECONOMÍA EUROPEA, 1914-1980

CAPÍTULO 3   CRISIS ECONÓMICA Y RECUPERACIÓN (1929-1939)

Europa bajo la depresión

A lo largo de 1929 y 1930, pocas personas se percataron de que el mundo estaba a punto de experimentar una de las peores depresiones de la historia. Sin embargo, a mediados de 1932, después de un fuerte declive y de una severa crisis financiera en Europa y en EE.UU. nadie dudaba de la gravedad de la situación. Todos los países sufrieron declives sustanciales tanto en la producción como en el producto interior, siendo la URSS la principal excepción, aislada en aquella época de los estragos del sistema capitalista moderno. Los precios de las mercancías, los precios de los valores, las exportaciones y las importaciones cayeron en picada, mientras que el desempleo aumentaba hasta niveles alarmantes.

Orígenes de la depresión de 1929

            La depresión de 1929-30 se produjo como una secuencia lógica en el tiempo, sobre la base de la historia de los ciclos económicos del pasado, y algunas de sus características se habían reflejado en depresiones anteriores. La cuestión es, por tanto, si podríamos considerarla simplemente como otra contracción en la secuencia o si fue única en sí misma y requiere ser explicada en términos especiales. Dada la combinación de duración, intensidad y alcance ampliamente mundial, la crisis del '20 debe considerarse como un caso especial. Las repercusiones de la Primera Guerra originaron desajustes y elementos de inestabilidad en la economía mundial, pero el punto de inflexión del ciclo no puede atribuirse directamente a la guerra en sí misma. Los orígenes reales de la depresión deben buscarse en los EE.UU.:, quien provocó dos fuertes tensiones en el sistema económico mundial en una época en que éste era más vulnerable y por lo tanto menos capaz de resistirlas. La sacudida inicial vino con la reducción del préstamo exterior en 1928-29 y la segunda con el punto máximo del auge americano en el verano del '29.
            La primera sacudida tuvo serias repercusiones para los países deudores, los EE.UU. y Francia fueron, en gran manera, responsables del bloqueo inicial del préstamo extranjero. El préstamo francés fue el primero en disminuir (1927/28) aunque en magnitud absoluta fue superado por la reducción norteamericana del año siguiente. La principal influencia desestabilizadora vino con el hundimiento del préstamo norteamericano. que ejerció un poderoso impacto deflacionista en la economía mundial. La situación de los países deudores se deterioró fuertemente, experimentando una gran caída en sus entradas de capital neto, ya que la mayoría dependían de las importaciones de capital para cerrar la brecha de su balanza de pagos. De allí que al descender los capitales, su único camino para ajustar sus cuentas exteriores fuera echar mano a sus limitadas reservas de oro y divisas para amortiguar el impacto. Cuando éstas estuvieron exhaustas se hicieron necesarias medidas más drásticas, implicando deflación interior y restricciones. protectoras.
            La segunda sacudida vino en el verano de 1929, cuando el auge norteamericano se agotó. Las razones del retroceso de la actividad son todavía objeto de debate, aunque parece muy probable que fuera en parte una reacción a la febril expansión de los años '20. La depresión norteamericana de la actividad económica fue acompañada por una reducción adicional del préstamo extranjero y una fuerte contracción de la demanda de importaciones, consecuencia de las cuales fue una gran reducción del flujo de dólares hacia Europa y el resto del mundo. Dada la gravedad de la depresión norteamericana y las repercusiones que ésta tuvo en el préstamo exterior y en la demanda de importaciones de los EE.UU., los efectos multiplicadores tenían que ser grandes. Además, el hecho de que la depresión cíclica se produjera con el telón de fondo de una deflación estructural y un desequilibrio internacional, lleva a intensificar el proceso. Las políticas gubernamentales equívocas también ayudaron a agravar la espiral deflacionista. Las restricciones monetarias y fiscales, los aranceles y las medidas proteccionistas sencillamente empeoraron las cosas.

Depresión creciente y crisis financiera

            A mediados de 1930 la mayoría de los países estaba sumergida en la depresión. A lo largo de la segunda mitad de 1930 y 1931, las condiciones económicas se empeoraron: a medida que las rentas iban bajando, los presupuestos nacionales y cuentas exteriores se fueron desequilibrando y la primera reacción de los gobiernos fue introducir políticas deflacionistas que sólo agravaron las cosas. Era escasa la ayuda disponible de los países acreedores. Los principales países con superávit, EE.UU. y Francia, no lograron disponer de fondos suficientes para las naciones deudoras. La crisis financiera europea se reflejó en una virtual interrupción  del préstamo y en un intento por parte de los acreedores de exigir el reembolso de los préstamos anteriores. Bajo estas presiones, los países deudores fueron obligados a perseguir políticas deflacionistas y/o a repudiar sus obligaciones internacionales, que, estando nominadas en términos de oro, se habían convertido en mucho más que onerosas. La creciente demanda de liquidez en 1930 y 1931, por parte de los acreedores extranjeros, en una época en que las instituciones financieras europeas estaban sobrecargadas en sus compromisos con las industrias deprimidas, llevó a una serie de quiebras bancarias en toda Europa. El pánico financiero de 1931 puede considerarse como una crisis típica de confianza. Una vez que se hundió la confianza en las instituciones monetarias de los países deudores, la demanda de liquidez aumentó fuertemente y la única perspectiva de salvación descansó en una operación de salvamento coordinada por los países acreedores. Cuando esto no se pudo materializar, la desintegración del sistema monetario internacional era un resultado inevitable.


Consecuencias de la crisis

            A medida que el pánico se difundía, se tomaron rápidamente medidas de defensa económica nacional y éstas dañaron aún más la actividad económica y las relaciones económicas internacionales. La producción descendió aún más; los países de producción primaria se vieron afectados por la caída de los precios de sus productos, cuyo efecto les redujo la renta hasta en un 50%. El sector más afectado de la economía mundial fue el del comercio internacional. Tal vez más grave que el hundimiento de la actividad económica fue la desorganización y destrucción parcial de la delicada maquinaria de la economía y de la cooperación financiera. En efecto, la depresión y la crisis financiera destruyeron el antiguo mecanismo económico internacional. La mayoría de los países abandonaron el patrón oro y devaluaron sus monedas. Entonces para proteger las economías nacionales de las influencias externas se empleó una batería de restricciones proteccionistas, incluyendo aranceles, cuotas de importación, controles de cambio y mecanismos especiales para suprimir las fluctuaciones de los cambios. La manifestación más notable del declive del viejo orden fue el abandono general del patrón oro, produciéndole a los países que lo desecharon algunos beneficios como un alivio a las presiones deflacionistas y un impulso a las exportaciones, así como una notable reducción de la deuda debido a que la misma se mantenía en monedas que se habían depreciado. Los tipos de cambio fluctuantes, los movimientos de capitales especulativos no económicos, la depreciación competitiva de la moneda y las medidas restrictivas junto con las presiones deflacionistas, crisis bancarias y controles de cambio rígidos, crearon una situación profundamente inestable. A mediados de 1932, el pánico financiero llevó a una casi paralización completa de los movimientos del capital e hizo mucho para restringir el servicio de la deuda existente, llevando a muchos países a anular deudas y suspender los pagos de intereses por la misma. La economía internacional estaba muy destrozada después de tres años de depresión y crisis. La actividad económica estaba en todas partes muy decaída, el capital y el trabajo estaban seriamente subempleados, la inversión era irrelevante y el comercio internacional gravemente herido.

El alcance de la recuperación

            El ritmo de la recuperación fue lento y vacilante. A pesar de varios años de crecimiento, al final de la década del '30 la recuperación era parcialmente completa. La mayoría de los países todavía tenían niveles de desempleo muy altos, mientras que el sector agrario actuaba como un obstáculo en los países de Europa Oriental. Así como el grado de recuperación varió de un país a otro, así también lo hicieron la fuerzas que lo promovían. La diversidad de factores implicados dificulta la generalización sobre las fuerzas desencadenantes. A nivel general, lo primero que puede decirse es que la recuperación no le debe nada a la acción internacional. Los intentos internacionales para proporcionar una solución fueron raros y no tuvieron éxito.
            Otro factor común a todos los países fue el aumento de la participación del gobierno en la economía. La atención se concentró en reforzar y proteger a los productores establecidos y a las industrias de los productos más importantes que estaban en declive, pero las medidas fiscales expansionistas brillaron por su ausencia. Se puede decir que en la mayoría de los países  la recuperación tuvo lugar más allá y a pesar de las políticas internas. En general, por lo tanto, fueron las fuerzas reales más que las medidas políticas los instrumentos que produjeron la recuperación, en el mercado interior más que en el de exportación.

La recuperación en los países industrializados

            A continuación se analizará la recuperación a través de la experiencia en cinco países en particular. Gran Bretaña experimentó un crecimiento completamente vigoroso basado ampliamente en el mercado interior, con una política gubernamental que contribuyó muy poco en la recuperación. Su política fue notablemente ortodoxa, se depositó confianza en medidas indirectas tales como el dinero barato, protección y otros controles de comercio, y los planes de reconstrucción industrial se orientaron a apoyar a las viejas industrias de productos importantes. La política exterior fue notable puesto que se desvinculó del liberalismo tradicional. En general, la política gubernamental tuvo sólo una influencia marginal en la recuperación económica, el mercado interno proporcionó la principal base para ella; actuaron fuerzas reales importantes, es decir, una demanda efectiva creciente llevó a un fuerte crecimiento de la construcción y de la industrias de consumo duradero.
            Francia aplicó una política gubernamental que la llevó al desastre, puesto que llevó a su economía al estancamiento. Francia se encontraba en una posición suficientemente fuerte como para mantener el patrón oro y su temor de las consecuencias inflacionistas hacía que fuese improbable que se lo abandonara de buena gana. Esta línea de acción tuvo consecuencias desafortunadas, porque para mantener los costes y precios franceses de acuerdo con los niveles mundiales fue necesario recurrir a una fuerte deflación: los salarios decrecieron, los precios cayeron y los gastos del gobierno tuvieron una fuerte reducción; mientras que, la producción y el empleo seguían disminuyendo. El mantenimiento del patrón oro en una época de devaluación general significó que el ajuste se llevara sobre la economía interior. A pesar que luego se cambiaran éstas medidas, el aumento de la escasez de trabajo, el mantenimiento de la desconfianza ante el franco y la continuación de la recesión internacional, llevaron a un nuevo estancamiento a fines de 1937.
            Suecia evitó los errores de muchos otros países, ya que no recurrió a medidas extremas de proteccionismo ni siguió la vía de la deflación. El gobierno intentó restaurar por etapas su gasto público, a fin de compensar las fluctuaciones de la actividad económica. El país tuvo también la suerte de haber experimentado un fuerte crecimiento y un rápido cambio estructural en los años '20, con abundancia de potencial disponible, y también se benefició del hecho de que la depresión la sufrió mucho más tarde que otros países. Su política económica fue impresionante y ejemplar. Suecia fue el primer país en conocer y experimentar una política fiscal anticíclica.
            Alemania, su economía tuvo dos características únicas en los '30 : la fuerza de su recuperación y el grado de intervención del Estado en los asuntos económicos. Aunque fue la que más padeció la depresión, llevó a cabo una de las recuperaciones más sólidas. La producción aumentó mientras que el paro era eliminado. Después de la toma nazi del poder en 1933, la economía fue regularmente transformada en un prototipo de control rígido y se convirtió, en la última parte del período, en una economía dominada por los motivos bélicos. El sistema nazi era una combinación del capitalismo con una economía muy planificada. La propiedad privada no era expropiada, pero la economía era fuertemente orientada desde el gobierno, ejerciendo además, un fuerte control sobre el comercio y los pagos. Al principio la economía pretendía atacar el problema del desempleo pero una política relacionada con el rearme condujo inevitablemente a un aumento del gasto público frente al gasto privado y de consumo. Más allá de los costes sociales el sistema alemán tuvo éxito en la recuperación de la depresión, eliminó el paro y su marca en el producto agregado fue impresionante.
            Austria durante los años '20 había tenido muchos problemas y antes de que pudiera recuperarse del todo, se sumergió en la depresión. Por lo tanto la situación económica del país era extremadamente seria en 1932. El sistema monetario se había desintegrado a consecuencia de la ola de quiebras bancarias y el gobierno tenía un grave problema fiscal. Por lo tanto Austria tuvo un escaso margen de maniobra en la década del '30; nunca le fue posible llevar adelante un amplio programa de gasto estatal para estimular la economía y las fuerzas reales distaron de ser sólidas. En consecuencia, la recuperación fue débil y errática, no es sorprendente que Austria sucumbiese ante el dominio político y económico alemán.

Estancamiento en Europa Oriental

            Aparte de Rusia que, aislada del mundo occidental, en la década del '30 avanzaba económicamente bajo el estímulo de los planes estatales, los países del este europeo tuvieron una actuación más bien accidentada y avanzaron poco por el camino hacia la eliminación de la brecha en los niveles de renta, comparados con el oeste. Ninguno de los países tenía una estructura económica sana. Dependían fuertemente de la agricultura, que comparada con la del oeste estaba mal organizada y era ineficiente: demasiadas pequeñas explotaciones , capital limitado y baja productividad. Durante la crisis económica, los precios de los productos primarios se hundieron. Este hundimiento de las rentas estuvo a punto de ser desastroso, dado el ya gran endeudamiento del sector agrícola; la carga de la deuda aumentó proporcionalmente a la renta y la desgracia se agravó por el hecho de que los precios agrícolas cayeron más deprisa que los productos industriales adquiridos por el campesino. Así en 1932 muchos campesinos se encontraban al borde de la bancarrota.
            La situación era igualmente grave en el frente exportador. Las exportaciones agrícolas fueron golpeas por la caída de los precios, la fuerte competencia y la creciente autosuficiencia y protección en los antiguos mercados. Un problema adicional importante fue, por supuesto, el endeudamiento internacional de la zona. Las consecuencias de la crisis en términos de los acontecimientos y de la política posteriores puede resumirse como sigue: 1) medidas de emergencia para tratar la situación inmediata; 2) ascenso de regímenes dictatoriales o semidictatoriales, inclinados a promover el desarrollo a lo largo de líneas autárquicas; y 3) dominio creciente ejercido por Alemania sobre el futuro económico y político de la zona. El problema no era tanto la recuperación como la salvación de las economías, se requerían medidas drásticas para sostener las economías tambaleantes. No sólo se necesitaba de políticas deflacionistas, sino también de una batería de restricciones típicas de las economías en estado de sitio. Entre ellas hubo cierres temporales de instituciones bancarias, control de cambio riguroso, limitación de los pagos por deuda y aranceles, cuotas y prohibiciones de importación.
            Alemania pudo dictar los precios que debían pagarse por la los productos primarios de la zona y al mismo tiempo acumuló grandes superávits de importación con los países que no equilibraban las exportaciones alemanas. Finalmente, la penetración económica preparó el camino para la definitiva conquista militar y política. Hasta 1939 Europa Oriental siguió siendo una región atrasada y basada predominantemente en la agricultura, y para todo los indicadores concebibles era menos productiva, menos culta y menos saludable que Europa Occidental.
           
Europa en vísperas de la Segunda Guerra Mundial

            Para Europa en su conjunto, el período de entreguerras fue de crecimiento accidentado, crisis, tensión política y, por último, amenaza de guerra. De 1914 a 1939 el papel de Europa en la economía mundial disminuyó continuamente. La guerra ofreció oportunidades para países fuera de Europa, sobre todo para EE.UU. y Japón. Europa Occidental ya no fue suficientemente fuerte para continuar dictando el modelo de desarrollo mundial; políticamente también se había debilitado, ni el oeste ni el este eran capaces de resistir solos los planes de Alemania.















CAPÍTULO 4   GUERRA Y RECONSTRUCCIÓN (1940-1950)

El ascenso y la caída de la Europa de Hitler

            El mapa de Europa experimentó una transformación radical en los años siguientes al estallido de la guerra en septiembre de 1939. Hitler marchaba por el continente sin impedimentos; para 1942 el nuevo imperio alemán era casi toda Europa continental; sólo algunas pocas naciones pudieron conservar su autonomía, otras, como Italia, eran satélites del imperio alemán. El nuevo imperio distaba de ser una estructura económica coherente y eficiente. En primer lugar, los nazis nunca tuvieron una idea muy clara de lo que implicaba el establecimiento del Nuevo Orden. Nunca se publicó ningún plan completo y global para la reestructuración de Europa. En segundo lugar, en los dos primeros años de hostilidades la velocidad de la conquista militar fue mayor que la del plan de régimen para el nuevo Imperio. Los éxitos iniciales de Hitler derivaron, en gran medida, de una estrategia que suponía un ataque rápido sobre objetivos específicos pero limitados. La clave de las arrolladoras victorias de Alemania descansa en su capacidad de respaldar sus amenazas con la fuerza, junto con la ausencia de una seria oposición, y por esto fue capaz de hacerlo a causa de su mayor concentración militar antes de la guerra. Sólo cuando Alemania se vio obligada a abandonar sus tácticas "relámpago" y cambió a la lucha de campañas defensivas y de retaguardia de duración indeterminada, las limitaciones de sus preparativos militares se hicieron evidentes.
            Pueden aducirse varios factores para explicar la muerte del Imperio alemán. Uno de los primeros e importantes errores de Hitler fue embarcarse en el ataque contra Rusia. Esto, junto con el ataque japonés a Pearl Harbour, arrastró a EE.UU. a la guerra. La guerra se convirtió en una lucha de potencias económicas, en donde los aliados se ven el clara superioridad frente a Alemania. Sólo EE.UU., el Reino Unido y la Unión Soviética representaban el 60% de la producción manufacturera mundial, frente al 17% que representaba Alemania y sus naciones aliadas (Italia, Japón). El compromiso de una guerra total movió a aun masiva concentración de fuerza armamentista y una extensa movilización de la mano de obra y de recursos económicos. Alemania se veía obligada a concentrar todo lo que pudiera su energía en impulsar la producción de armas, utilizando en la mayor medida posible los suministros de trabajo y materiales de la Europa ocupada. Con el tiempo estos suministros empezaron a interrumpirse y en 1944 la creciente escasez de fuerza laboral y materias primas estaban obstaculizando seriamente el esfuerzo bélico. Alemania no tenía suficientes recursos para continuar la guerra durante mucho tiempo.
            La política adoptada con respecto a los territorios conquistados tampoco fue satisfactoria en cuanto a asegurar el potencial máximo para las finalidades bélicas. Hitler trató a todos los países no germánicos de Europa de la misma manera, como territorios que había que explotar para servir a las necesidades alemanas. Dicha política: a) eliminó la posibilidad de asegurar el apoyo voluntario de los no alemanes, y b) la abierta explotación de los territorios ocupados, con el tiempo fue contraproducente. Finalmente, debe observarse que el propio régimen alemán estuvo lejos de la unidad. Las graves disputas internas entre nazis y las luchas por el poder continuaron a lo largo de toda la guerra y sirvieron para debilitar el esfuerzo administrativo y de organización del Tercer Reich.
            Dadas las debilidades y los errores del régimen nazi y su potencial inferior, comparado con sus adversarios, puede parecer sorprendente que les costase tanto tiempo a las potencias aliadas asegurar la victoria. Hay varias razones para explicar este retraso: a) cuando ingresa los EE.UU. a la guerra, éste y el resto de los países aliados tuvieron que tomarse un tiempo para reorganizarse y prepararse en forma conjunta para un ataque a gran escala contra Alemania; b) los aliados subestimaban el potencial de producción bélico alemán, lo que hacía que actuasen con cautela.

Aspectos económicos del esfuerzo bélico

            En 1943-1944 la economía mundial estaba más movilizada para la guerra que en cualquier otra época anterior. La distribución de los gastos bélicos entre los principales participantes varió considerablemente. El esfuerzo bélico fue sostenido por tres factores principales: una producción creciente, una disminución del consumo y un agotamiento del capital.     Durante el curso del la guerra el producto neto mundial aumentó. Un aumento de la renta real de más del 50% fue suficiente, para EE.UU., para cubrir ese desembolso y dejar algo para una mejora de los niveles de vida. Al mismo tiempo, EE.UU. se convirtió en la cuerda salvavidas de las potencias europeas aliadas. Es decir, la guerra estimuló el crecimiento y condujo a una mejora en los niveles de vida en los países aliados. En el continente europeo fue Alemania quien lo pasó mejor, por lo menos hasta las etapas finales de la guerra. Ya que pudo mantener sus niveles de crecimiento mediante la exacción de grandes contribuciones en los territorios ocupados. El impacto de la guerra en todas las zonas de Europa fue muy variado, dependiendo de la intensidad de los combates y del grado de explotación llevado a cabo por los alemanes.
            Desde el punto de vista económico, la guerra fue un desastre para Italia. Los peores efectos de la ocupación se dejaron sentir en Grecia, Polonia, Francia, Bélgica, Países Bajos y las partes ocupadas de la Unión Soviética. En todos estos países el producto cayó fuertemente, el capital fue gravemente agotado o dañado, los recursos laborales  fueron explotados y los niveles de vida descendieron.

Devastación de Europa

            Al final de la guerra, Europa se encontraba desorganizada y muy cerca de la miseria. Las manufacturas estaban paralizadas, el comercio por ende también lo estaba, la producción agrícola estaba en grave crisis y las comunicaciones estaban seriamente interrumpidas. La situación europea se destacaba en agudo contraste con la de EE.UU. y pronto se hizo evidente que la tarea de reconstruir Europa dependía machismo de las políticas  adoptadas por Norteamérica.
            En lo que toca a los principales activos productivos, trabajo y capital, las pérdidas y daños europeos, como resultado directo de la guerra, fueron mayores que en 1914-18. Pocos países, sin embargo, a parte de Francia, Polonia y la Unión Soviética, salieron de la guerra con poblaciones seriamente reducidas. Las pérdidas fueron compensadas por un notable crecimiento de las tasa de natalidad. En los países con grandes pérdidas, como Alemania y Rusia, hubo un grave déficit de población en los grupos de edad productiva. La pérdida y la destrucción de activos de capital son difíciles de cuantificar. Combates intensos, junto con fuertes bombardeos y devastaciones deliberadas significaron que el daño a la tierra, la propiedad y el equipo industrial fueron más graves que en la Primera Guerra Mundial. Los sistemas de transportes también fueron seriamente dañados e interrumpidos. El catálogo de desastre era similar en la industria y en la agricultura. La situación en la agricultura es más difícil de apreciar. El potencial agrícola fue gravemente desbastado por la guerra, debido al daño a la tierra, la destrucción y saqueo del equipo y las pérdidas de ganado. El alcance del daño total es desconocido, pero fue mucho peor en Polonia y en Rusia. La reducción general de la actividad productiva fue mucho mayor  aún que las pérdidas físicas. La destrucción del capital era el menor de los problemas, mucho más importante eran la dislocación y la interrupción de la actividad productiva como consecuencia de la guerra: el movimiento a la baja de producción de armamentos y los problemas relacionados con la conversión a las operaciones del tiempo de paz; la fuerte escasez de materias primas esenciales, componentes y piezas de recambio; escasez de cualificación técnica y la interrupción de las comunicaciones; y, tal vez lo más importante, el absoluto agotamiento de las poblaciones subalimentadas. El fin de la guerra marcó el punto culminante de 6 años de luchas y privaciones, al final de los cuales los trabajadores no estaban en condiciones adecuadas para un nuevo esfuerzo. La escasez de alimentos, materias primas y bienes de consumo en general fue aguda en Europa. La baja producción y la extendida escasez de bienes exacerbaron los problemas inflacionistas y monetarios de Europa y éstos, a su vez, obstaculizaron el trabajo de reconstrucción.

La política de reconstrucción

            La necesidad inmediata de Europa era de ayuda, que obtuvo sobre una base provisional en un principio y con carácter más permanente bajo el Plan Marshall. Las fuertes diferencias políticas entre los aliados y la URSS se tradujeron inevitablemente en la delimitación de esferas de influencia en Europa, lo que condujo a la división este-oeste. Una gran mejora, comparando con la 1º guerra mundial, es que se evitó en gran medida de imposición de reparaciones y deudas internacionales a causa de la guerra.
            EE.UU. se veía obligado a ayudar a la Europa herida por la pobreza. En 1945 comenzó a proporcionarle ayuda  a través de varias organizaciones, pero esta ayuda inicial se agotó pronto y tuvo un efecto limitado. El reconocimiento de la ineficacia relativa de este programa  fue un factor de cambio de políticas para 1947. El temor a disturbios sociales y políticos  y la amenaza de los regímenes comunistas jugaron un papel nada despreciable para la confección de una nueva política de ayuda pergeñada por George Marshall. Se condicionó la ayuda a las naciones receptoras con el fin de que estas cooperasen con el fin de asegurar que la ayuda fuese utilizada del modo más efectivo posible. Los fondos tenían que ser administrados , por parte de los EE.UU., a través de la Economic Cooperation Administration, mientras que por el lado europeo 16 naciones se unieron para formar la Organización Europea de Cooperación Económica (OECE), a la que le correspondía la tarea de estimar las necesidades nacionales y distribuir la ayuda entre sus miembros a fin de evitar que los países no se obstaculizasen mutuamente. En conjunto, los fondos del programa fueron bien administrados; no fueron derrochados por una mala administración política, como había sucedido con el primer programa de ayuda.
            Aparte de los temas de la reconstrucción inmediata, antes de acabar la guerra se estaban haciendo esfuerzos para asegurar una mayor cooperación económica internacional entre las naciones; en una escala más amplia y permanente aparecieron, en 1944, dos importantes instituciones: el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial o BIRD, mientras que en 1947 se firmó el Acuerdo General sobre Tarifas y Comercio (GATT). El Banco Mundial contribuyó como una fuente importante de préstamos a largo plazo para la financiación de proyectos de reconstrucción. El FMI y el GATT tuvieron que ver más con la mejora de las relaciones internacionales en el campo del comercio y los pagos.

El camino hacia la recuperación

            El ritmo de recuperación de Europa fue impresionante. Dos años después de la guerra, muchos países habían alcanzado considerables aumentos de producción. Al mismo tiempo, las presiones inflacionistas fueron gradualmente amortiguadas por varios medios, incluyendo controles, políticas antiinflacionistas, mejora de la oferta de bienes y reducción de l exceso de liquidez por medio de grandes  superávit de importación, y mejora de la situación presupuestaria. Las políticas nacionales hicieron una gran contribución. La gran tarea de reconstrucción junto con los nuevos compromisos gubernamentales en términos de bienestar social, pleno empleo y mayor igualdad de rentas significó que generalmente los gobiernos invirtieran mucho más en materias económicas que antes de la guerra. Una de las tareas principales fue la de elevar el nivel de inversión, especialmente en industrias básicas, para asegurar el crecimiento rápido del producto y de las exportaciones y para mejorar los logros de la productividad. Todos los países dieron prioridad a la inversión a expensas del consumo. El propio gobierno se convirtió en el principal inversionista individual, bien directamente mediante empresas públicas o por medio de intermediarios.         Otro tema a reconstruir era el equilibrio exterior, ya que la guerra había destruido el comercio de exportación de Europa. La mayoría de los gobiernos tomaron enérgicas medidas para aumentar la exportaciones y disminuir la importaciones. Se canalizaron recursos hacia las actividades exportadoras, el consumo se mantuvo bajo a fin de liberar los recursos posibles para las exportaciones. Las importaciones se frenaron mediante estrictos controles físicos, la restricción del consumo y la sustitución de importaciones., cuando era posible. La recuperación de Europa Oriental fue al principio mucho más lenta que la de la Occidental, aunque más tarde recuperó el terreno perdido. El desfase inicial no es sorprendente debido al atraso estructural de su economía, eminentemente agrícola. Además, la Unión Soviética proporcionó escasa ayuda, reclamando, en cambio, reparaciones a Alemania Oriental, Hungría y Rumania.

Finalmente, todos los países del sector oriental de Europa experimentaron una revolución política y social en el período de postguerra, que implicó un cambio completo de las relaciones de propiedad y la aparición del Estado como principal agente de la actividad económica. Aunque estos cambios radicales iban en último término a mostrarse beneficiosos, a corto plazo causaron un enorme volumen de confusión, que probablemente afectó de modo negativo al esfuerzo de recuperación.

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