Abal Medina, Juan Manuel
CAPITALISMO, SINDICALISMO Y
DEMOCRACIA
I. Introducción
II. Marco teórico
Se utiliza el concepto de “MATRIZ POLITICA”, que es definido
como el “lugar o medio donde se produce o desarrolla algo”, el marco en el cual
los grupos e individuos actúan.
Tiene tres DIMENSIONES:
a) Económico-estructural,
que fija los “límites de factibilidad” para las acciones de los grupos,
b) Político-institucional,
donde se establecen las reglas de juego y,
c) Ideológica,
donde se ubican las percepciones de lo deseable y posible, por parte de los
sujetos.
Se llama “AGENTES” a los “grupos
compuestos por individuos que tienen un interés común, pero cuya capacidad de
acción está determinada fuera de sí mismo...”. Así, un agente económico (los
almaceneros) tiene su lógica en las leyes del mercado o en un actor determinado
(como la cámara de almaceneros). Ahora bien, un agente puede tener intereses en
común, pero sólo si se constituye como actor podrá ordenar y definir sus
intereses (dotándose de una “estructura de preferencias”), y como resultado
actuar.
El enfoque teórico que usa Abal Medina se llama “ANÁLISIS
ESTRÁTEGICO”, el cual establece que los actores actúan racionalmente en defensa
de sus intereses, adecuando los medios a ciertos fines. Ahora bien, de las
opciones existentes para alcanzar determinado fin, algunas son más posibles que
otras; además, de entre las posibles, el actor elegirá “racionalmente” la que
más se acerque a sus preferencias. Pero también hay que contextualizar cada
situación en un lugar y un momento determinado.
El PROCESO POLITICO resultará de las acciones individuales,
pero los resultados del mismo no coincidirán con los fines de ninguno de los
individuos en particular, sino con una combinación de los mismos. Abal Medina
aclara que “...el análisis estratégico nos sirve para entender cómo se
comportan los jugadores (actores) dentro de la cancha (matriz) pero nada nos
dice de la forma en que entran en ella (en que se constituyen)”.
Veamos las TEORÍAS DE LA ACCIÓN COLECTIVA ,
es decir, cómo se construye la acción colectiva:
a) PLURALISMO CLÁSICO, como Parsons, Easton, etc; para esta
visión, los individuos se agrupan en función de sus intereses, formando “grupos
de interés”, como algo inmediato y natural. Esta noción de interés es
totalmente subjetiva, dependiendo de la definición dada por los propios
sujetos. Esto lleva a confundir los intereses de obispos, feministas, obreros,
ecologistas, campesinos u homosexuales, que tendrían todos igualdad de
oportunidades para presionar. No hay intereses ocultos, y todo interés que
exista, se expresa como grupo de interés. si no hay grupo de interés, es porque
en la sociedad no hay un interés,
b) PLURALISMO NEOCLÁSICO, que plantea que la existencia de
intereses comunes no deriva necesariamente en acción colectiva. Tampoco hay una
linealidad directa entre racionalidad individual (intereses individuales) y los
resultados colectivos (acción colectiva). La acción colectiva no se da
inmediatamente, sino que implica un costo, de tal modo que, la acción sólo se
realiza en caso de que el beneficio supere al costo. Se destacan en este
enfoque Olson, Downs y Buchanan,
c) CLASISTA, que plantea que los grupos no son simples sumas
de individuos que comparten un interés subjetivo, sino que son clases,
determinadas por intereses estructurales, es decir, objetivos. Estas clases se
definen por su relación con los medios de producción, habiendo una de ellas en
una posición estratégica y privilegiada, como es el caso de la burguesía en el
capitalismo, que tiene un interés consciente. Entre ésta y los trabajadores, se
da una relación se “suma cero”: uno de los dos debe perder para que el otro
gane.
III. Antecedentes. “La
matriz de centralidad externa”
Al mismo tiempo, comenzaba a surgir la clase obrera, con un
predominio de los anarquistas, la corriente más anticapitalista, que encabezó
muchas huelgas entre 1890 y 1910. Su base social se ubicaba en talleres
artesanales y pequeñas industrias, mientras que socialistas y sindicalistas, de
tendencia más moderada fueron creciendo, especialmente luego de la brutal represión
de fines de la primera década del siglo XX, con una burguesía asustada por la
violencia revolucionaria de la clase obrera. Los últimos años de esta matriz,
en los años ‘20, verán formarse a distintos actores nuevos. Pero durante 50
años, la burguesía rural tendrá la hegemonía, lo cual posibilitará una larga
estabilidad del régimen político liberal democrático.
IV. La matriz de centralidad
estatal
A.
La Década Infame
Comienza con mayor
énfasis la intervención estatal de la economía y el proceso de industrialización,
formándose una nueva matriz social, la matriz estado-céntrica. El cambio de
matriz llevó a una redefinición de la relación costos y beneficios de los
actores. Aunque al principio la burguesía rural planteó que se trataba de una
crisis pasajera, el cambio fue profundo: al caer los precios de las
exportaciones hubo escasez de divisas, lo que llevó a bajar las importaciones,
obligando a sustituirlas por producción nacional. Se impuso también el control
de cambios.
Comenzaron a aparecer conflictos entre las fracciones rural e
industrial de la burguesía, ya que la
UIA (corporación que representaba a los grandes industriales)
propuso un programa con elementos proteccionistas y dirigistas, mientras que la SRA seguía aferrada al
librecambismo. La UIA
apoyará el golpe de 1930, mientras que la SRA desconfiaba de los rasgos “industrialistas”
de Uriburu y los militares. Sin embargo, la “década infame”, basada en el
fraude, implicó el regreso al Estado de la burguesía pampeana. La UIA ya no estaba tan cómoda
como antes del ‘30, y se opuso enérgicamente al Pacto Roca-Runciman de 1933,
por el que los terratenientes renovaban los lazos con Inglaterra, bloqueando
así las pretensiones de los industriales nacionales. Con la Segunda Guerra
Mundial y el cierre de los mercados mundiales, se profundizó la sustitución de
importaciones, especialmente en manufacturas de bienes de consumo, que no
requerían gran inversión. En 1943, la
UIA apoyó un golpe de Estado contra los conservadores,
ligados al capital rural.
B.
El proyecto neocorporativo peronista
Se produjo una
masiva migración desde el interior del país hacia las ciudades en proceso de
industrialización, con migrantes sin experiencia política previa, necesitados
de una nueva identidad política.
Al mismo tiempo,
pequeños y medianos industriales ligados al mercado interno, la “burguesía
local”, que tampoco se sentían políticamente representados. Ambos sectores se expresarán a través del
peronismo, que impulsó el neocorporativismo, con un sesgo industrial y un rol
protagónico del Estado, con influencias ideológicas keynesianas y
socialdemócratas, logrando combinar capitalismo y democracia (“capitalismo
democrático”).
El peronismo se
centró en la clase obrera, a través de la CGT , mientras que, con relación a la burguesía
había dos posturas: una de ellas, planteaba privilegiar la relación con la
burguesía nacional, mientras que la otra se inclinaba por apoyarse en el gran
empresariado. Finalmente, Perón optó por la burguesía local, representada por la CGE. La UIA, que
representaba a los grandes empresarios, fue disuelta.
C.
La gran burguesía industrial como fracción dominante pero no hegemónica del
capitalismo argentino
El golpe del 55
contra Perón encontró unidas a todas las fracciones de la gran burguesía. La
burguesía agroexportadora perdió su papel hegemónico, en el marco de un “cuello
de botella” del crecimiento argentino, con un ciclo con las siguientes
secuencias:
a) Fase ascendente: aumento de salarios, aumento de la
demanda interna de los bienes exportables, caída de exportaciones, aumento de
la demanda de productos industriales, importación de insumos industriales,
aumento de importaciones, déficit de la balanza de pagos, devaluación,
b) Fase recesiva: reducción de salarios, caída de la demanda
interna, aumento de las exportaciones, mejora del ingresos del sector
agroexportador, nueva fase ascendente, y así sucesivamente.
Esto generó una
“suma cero”, con coaliciones: la “mercadointernista” (trabajado res y burguesía
local) y la “agroexportadora” (burguesía agraria y comercial). La gran
burguesía industrial ocupa una posición privilegiada aprovechando ambas fases
del ciclo: en la fase a), logra un aumento de ingresos, al ampliarse la demanda
de los productos que fabrica, y en la fase b), la recesión afecta menos a este
sector que a otras fracciones burguesas.
Así, impulsa un comportamiento “pendular”, impulsando dos
alianzas contradictorias: a veces con el polo “mercadointernista”, en una
alianza “económica”, y a veces con el otro, el “rural”, formando una alianza
política con la burguesía rural. El polo mercadointernista es mayoritario en
términos electorales. Y este juego pendular de la gran burguesía urbana explica
la alta inestabilidad de los gobiernos, tanto militares como civiles. De este
modo, el régimen político que predomine, estará condicionado por la lucha
intercapitalista.
Luego de la caída
del peronismo, los pequeños y medianos empresarios expresarán su apoyo a este
movimiento o al radicalismo, mientras que el gran capital nacional e
internacional, formará la ACIEL ,
y apoyará regímenes autoritarios. Con
Onganía, en 1966, hay una transferencia de recursos de la burguesía agraria y
la burguesía nacional, además de los trabajadores, hacia los grupos
industriales más concentrados. Finalmente, tras el fracaso de este proyecto
autónomo de la gran burguesía industrial, en 1973 retorna el peronismo,
buscando reeditar la alianza CGT-CGE; sin embargo, la oposición del resto de la
burguesía, reunida en APEGE, llevará al golpe de 1976.
V. La crisis de la matriz de
centralidad estatal
A.
El proceso de “desorganización” nacional
El plan económico
de Martínez de Hoz no fue uno de los tantos planes estabilizadores a corto
plazo, sino que dejó huellas profundas. El ministro planteó que el mercado
debía funcionar sin intervención del Estado, que debía dejar de proteger a las
industrias ineficientes, reducir los gastos sociales y reasignar recursos hacia
el sector agroexportador. El Estado debía “despolitizarse”, y había que tomar
medidas como la reducción salarial, la eliminación de retenciones a las
exportaciones, reducción de aranceles a las importaciones (apertura económica),
liberación del mercado cambiario y financiero, reducción del déficit estatal,
etc. Junto con esto, se dio una inusitada represión.
Ante la
desaparición de personas, industrias quebradas, inflación, especulación y deuda
externa, los sectores populares comenzaron a reaccionar desde 1981 con la
organización y la acción colectiva. Un sector de la CGT se acercó a la dictadura,
mientras que el resto se lanzó a la oposición, con dos paros generales.
B.
La sociedad desarticulada y el surgimiento de una nueva matriz de poder social
La acumulación
capitalista se fue liberando de todo tipo de control político, en un marco
mundial de revolución tecnológica, globalización de los mercados y crisis
fiscal. Además de estos elementos económicos, en lo ideológico se produjo una
crisis de las ideologías que planteaban cambios generales en el orden social, y
pasó a predominar el individualismo, con una sensación de falta de
alternativas, y dificultades para emprender la acción colectiva. En lo
político, se desarticuló la matriz estadocéntrica y se debilitaron los patrones
de conducta colectivos, generando en la sociedad desorganización y desorden,
con un creciente desinterés de los ciudadanos por la política. Las democracias
actuales se apoyan en una “ciudadanía de baja intensidad”, con “consumidores
políticos” que van perdiendo sus facetas representativas y expresivas.
La matriz social es
redefinida a partir del debilitamiento de la CGE y el movimiento obrero, limitando también a
los militares, afectados por el fin de la Guerra Fría , la falta
de recursos estatales y el desprestigio. Entre los “ganadores” tenemos a la
gran burguesía urbana, y en general, a los GGE, que reconstruyen, por primera
vez desde el ‘30, la hegemonía capitalista. El Estado aparece sumamente
debilitado, endeudado e incapaz de responder a los problemas, lo que acelera la
privatización y la desregulación de la economía. Por otra parte, la burguesía
encuentra que la democracia es funcional a sus intereses, por lo que la
preferirá, en esta etapa, a las dictaduras, ya que esta democracia no
representa un riesgo para los grandes empresarios.
C.
El camino hacia la matriz societal
En la matriz
societal hay un retroceso del protagonismo estatal. Alfonsín comenzó, en 1983,
como un plan más o menos populista, pero luego del fracaso de un plan
intermedio, el Plan Austral, aplicó un programa donde los grandes empresarios y
el gran capital tenían gran influencia. La CGT realizó una activa oposición. Con Menem,
desde 1989, el plan de ajuste neoliberal siguió su curso, llevando a la crisis
final del modelo estadocéntrico, y a un predominio absoluto de los intereses
del gran capital.
VI.
Conclusiones provisorias, la
Argentina en los ‘90
Veamos los ELEMENTOS DE LA NUEVA MATRIZ
POLÍTICA: desaparece la “suma cero” entre la burguesía agraria y la urbana, ya
que el dólar ya no actúa como mecanismo de redistribución de ingresos entre
ambos sectores. La burguesía industrial ya no está tan interesada en salarios
altos; al no poder controlar el nivel general de precios (debido a la apertura
externa), ni las tarifas (por la privatización de los servicios públicos),
apunta a la reducción de salarios para compensar la pérdida. Los GGE logran,
por su parte, ganancias provenientes de exportaciones y de ventas en el mercado
interno, ya sea de bienes transables o no transables. La sociedad quedó
desarticulada, a merced del avance del gran capital.
VII. La constitución de los
actores en el proceso político argentino, anexo epistemológico
Al pluralismo tradicional se le puede criticar que “la
determinación de los intereses de un agente social es un fenómeno mucho más complejo
que la mera percepción subjetiva del “interés común” “. Además, esta teoría no
aborda el problema de la formación de ese interés común, y presume que si no
hay acción colectiva es porque no hay un interés en juego (el caso de los
campesinos en nuestro país, por ejemplo, desmiente esto). Esta teoría parece
más apropiada para el abordaje de las demandas de asociaciones voluntarias, al
estilo de los movimientos sociales, pero no logra explicar la construcción de
los actores colectivos clasistas, especialmente los de mayor tamaño.
La teoría pluralista neoclásica responde mejor a la
explicación de los problemas en la construcción de acciones e intereses
colectivos. Tiene como límite que ve una única forma de racionalidad, la de
costo-beneficio. De ese modo, no logra entender a lógicas que no responden a la
maximización individual, las que serán vistas como “irracionales”. Tampoco
logra captar la idea de “cambio histórico”, donde “en las grandes
transformaciones sociales, hay por lo menos un primer momento donde los costos
de la acción superan con claridad los posibles beneficios futuros...”.
En la visión clasista, se destacan los intereses objetivos
más que la percepción subjetiva, además de poner el énfasis en la relación
capital-trabajo, y logra explicar el vínculo entre Estado y capital, lo que
ayuda a entender los cambios en el régimen político. Distintas clases tendrán
diferentes modos de acción colectiva y formas de organización.
En cuanto a las dificultades, reduce todo a la contradicción
entre obreros y capitalistas, perdiendo de vista las luchas internas en la
burguesía y las alianzas entre las fracciones de clase. De este modo, un
fenómeno como el peronismo resulta inexplicable, porque no implica un
enfrentamiento en bloque entre burguesía y clase obrera. Por otra parte, niega
a la burguesía un interés en emprender la acción colectiva, que queda reservada
a los obreros, por lo que aquella pierde su rol de actor político.
Abal Medina reivindica un “sano eclecticismo”, es decir, la
combinación de las distintas teorías.
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