sábado, 25 de julio de 2015

Abal Medina, Capitalismo, sindicalismo y democracia

Abal Medina, Juan Manuel

CAPITALISMO, SINDICALISMO Y DEMOCRACIA


I. Introducción

II. Marco teórico

Se utiliza el concepto de “MATRIZ POLITICA”, que es definido como el “lugar o medio donde se produce o desarrolla algo”, el marco en el cual los grupos e individuos actúan.
Tiene tres DIMENSIONES:

a)     Económico-estructural, que fija los “límites de factibilidad” para las acciones de los grupos,
b)     Político-institucional, donde se establecen las reglas de juego y,
c)      Ideológica, donde se ubican las percepciones de lo deseable y posible, por parte de los sujetos. 

Se llama “AGENTES” a los “grupos compuestos por individuos que tienen un interés común, pero cuya capacidad de acción está determinada fuera de sí mismo...”. Así, un agente económico (los almaceneros) tiene su lógica en las leyes del mercado o en un actor determinado (como la cámara de almaceneros). Ahora bien, un agente puede tener intereses en común, pero sólo si se constituye como actor podrá ordenar y definir sus intereses (dotándose de una “estructura de preferencias”), y como resultado actuar.
El enfoque teórico que usa Abal Medina se llama “ANÁLISIS ESTRÁTEGICO”, el cual establece que los actores actúan racionalmente en defensa de sus intereses, adecuando los medios a ciertos fines. Ahora bien, de las opciones existentes para alcanzar determinado fin, algunas son más posibles que otras; además, de entre las posibles, el actor elegirá “racionalmente” la que más se acerque a sus preferencias. Pero también hay que contextualizar cada situación en un lugar y un momento determinado.
El PROCESO POLITICO resultará de las acciones individuales, pero los resultados del mismo no coincidirán con los fines de ninguno de los individuos en particular, sino con una combinación de los mismos. Abal Medina aclara que “...el análisis estratégico nos sirve para entender cómo se comportan los jugadores (actores) dentro de la cancha (matriz) pero nada nos dice de la forma en que entran en ella (en que se constituyen)”.
Veamos las TEORÍAS DE LA ACCIÓN COLECTIVA, es decir, cómo se construye la acción colectiva:
a) PLURALISMO CLÁSICO, como Parsons, Easton, etc; para esta visión, los individuos se agrupan en función de sus intereses, formando “grupos de interés”, como algo inmediato y natural. Esta noción de interés es totalmente subjetiva, dependiendo de la definición dada por los propios sujetos. Esto lleva a confundir los intereses de obispos, feministas, obreros, ecologistas, campesinos u homosexuales, que tendrían todos igualdad de oportunidades para presionar. No hay intereses ocultos, y todo interés que exista, se expresa como grupo de interés. si no hay grupo de interés, es porque en la sociedad no hay un interés,
b) PLURALISMO NEOCLÁSICO, que plantea que la existencia de intereses comunes no deriva necesariamente en acción colectiva. Tampoco hay una linealidad directa entre racionalidad individual (intereses individuales) y los resultados colectivos (acción colectiva). La acción colectiva no se da inmediatamente, sino que implica un costo, de tal modo que, la acción sólo se realiza en caso de que el beneficio supere al costo. Se destacan en este enfoque Olson, Downs y Buchanan, 
c) CLASISTA, que plantea que los grupos no son simples sumas de individuos que comparten un interés subjetivo, sino que son clases, determinadas por intereses estructurales, es decir, objetivos. Estas clases se definen por su relación con los medios de producción, habiendo una de ellas en una posición estratégica y privilegiada, como es el caso de la burguesía en el capitalismo, que tiene un interés consciente. Entre ésta y los trabajadores, se da una relación se “suma cero”: uno de los dos debe perder para que el otro gane.

III. Antecedentes. “La matriz de centralidad externa”

La Argentina se incorporó al mercado mundial a fines del siglo XIX, con una burguesía terrateniente aliada al capital inglés, con altas ganancias y poca inversión. El Estado sólo realizaba obras de infraestructura, pero dejaba la comercialización de los productos exportables al capital extranjero. Esta burguesía rural se expresó a través de la SRA. Había “industrias naturales”, que manufacturaban productos agropecuarios, pero la burguesía industrial no competía con los terratenientes, sino que se complementaban, siendo la industria auxiliar y funcional al modelo agroexportador. Así, hasta la crisis del 30, la burguesía pampeana tendrá una hegemonía indiscutida.
Al mismo tiempo, comenzaba a surgir la clase obrera, con un predominio de los anarquistas, la corriente más anticapitalista, que encabezó muchas huelgas entre 1890 y 1910. Su base social se ubicaba en talleres artesanales y pequeñas industrias, mientras que socialistas y sindicalistas, de tendencia más moderada fueron creciendo, especialmente luego de la brutal represión de fines de la primera década del siglo XX, con una burguesía asustada por la violencia revolucionaria de la clase obrera. Los últimos años de esta matriz, en los años ‘20, verán formarse a distintos actores nuevos. Pero durante 50 años, la burguesía rural tendrá la hegemonía, lo cual posibilitará una larga estabilidad del régimen político liberal democrático.

IV. La matriz de centralidad estatal

A. La Década Infame

    Comienza con mayor énfasis la intervención estatal de la economía y el proceso de industrialización, formándose una nueva matriz social, la matriz estado-céntrica. El cambio de matriz llevó a una redefinición de la relación costos y beneficios de los actores. Aunque al principio la burguesía rural planteó que se trataba de una crisis pasajera, el cambio fue profundo: al caer los precios de las exportaciones hubo escasez de divisas, lo que llevó a bajar las importaciones, obligando a sustituirlas por producción nacional. Se impuso también el control de cambios.
Comenzaron a aparecer conflictos entre las fracciones rural e industrial de la burguesía, ya que la UIA (corporación que representaba a los grandes industriales) propuso un programa con elementos proteccionistas y dirigistas, mientras que la SRA seguía aferrada al librecambismo. La UIA apoyará el golpe de 1930, mientras que la SRA desconfiaba de los rasgos “industrialistas” de Uriburu y los militares. Sin embargo, la “década infame”, basada en el fraude, implicó el regreso al Estado de la burguesía pampeana. La UIA ya no estaba tan cómoda como antes del ‘30, y se opuso enérgicamente al Pacto Roca-Runciman de 1933, por el que los terratenientes renovaban los lazos con Inglaterra, bloqueando así las pretensiones de los industriales nacionales. Con la Segunda Guerra Mundial y el cierre de los mercados mundiales, se profundizó la sustitución de importaciones, especialmente en manufacturas de bienes de consumo, que no requerían gran inversión. En 1943, la UIA apoyó un golpe de Estado contra los conservadores, ligados al capital rural.

B. El proyecto neocorporativo peronista

    Se produjo una masiva migración desde el interior del país hacia las ciudades en proceso de industrialización, con migrantes sin experiencia política previa, necesitados de una nueva identidad política.
    Al mismo tiempo, pequeños y medianos industriales ligados al mercado interno, la “burguesía local”, que tampoco se sentían políticamente representados.  Ambos sectores se expresarán a través del peronismo, que impulsó el neocorporativismo, con un sesgo industrial y un rol protagónico del Estado, con influencias ideológicas keynesianas y socialdemócratas, logrando combinar capitalismo y democracia (“capitalismo democrático”).
    El peronismo se centró en la clase obrera, a través de la CGT, mientras que, con relación a la burguesía había dos posturas: una de ellas, planteaba privilegiar la relación con la burguesía nacional, mientras que la otra se inclinaba por apoyarse en el gran empresariado. Finalmente, Perón optó por la burguesía local, representada por la CGE. La UIA, que representaba a los grandes empresarios, fue disuelta.

C. La gran burguesía industrial como fracción dominante pero no hegemónica del capitalismo argentino
   
    El golpe del 55 contra Perón encontró unidas a todas las fracciones de la gran burguesía. La burguesía agroexportadora perdió su papel hegemónico, en el marco de un “cuello de botella” del crecimiento argentino, con un ciclo con las siguientes secuencias:
a) Fase ascendente: aumento de salarios, aumento de la demanda interna de los bienes exportables, caída de exportaciones, aumento de la demanda de productos industriales, importación de insumos industriales, aumento de importaciones, déficit de la balanza de pagos, devaluación,
b) Fase recesiva: reducción de salarios, caída de la demanda interna, aumento de las exportaciones, mejora del ingresos del sector agroexportador, nueva fase ascendente, y así sucesivamente.
    Esto generó una “suma cero”, con coaliciones: la “mercadointernista” (trabajado res y burguesía local) y la “agroexportadora” (burguesía agraria y comercial). La gran burguesía industrial ocupa una posición privilegiada aprovechando ambas fases del ciclo: en la fase a), logra un aumento de ingresos, al ampliarse la demanda de los productos que fabrica, y en la fase b), la recesión afecta menos a este sector que a otras fracciones burguesas.
Así, impulsa un comportamiento “pendular”, impulsando dos alianzas contradictorias: a veces con el polo “mercadointernista”, en una alianza “económica”, y a veces con el otro, el “rural”, formando una alianza política con la burguesía rural. El polo mercadointernista es mayoritario en términos electorales. Y este juego pendular de la gran burguesía urbana explica la alta inestabilidad de los gobiernos, tanto militares como civiles. De este modo, el régimen político que predomine, estará condicionado por la lucha intercapitalista.
    Luego de la caída del peronismo, los pequeños y medianos empresarios expresarán su apoyo a este movimiento o al radicalismo, mientras que el gran capital nacional e internacional, formará la ACIEL, y apoyará regímenes autoritarios.  Con Onganía, en 1966, hay una transferencia de recursos de la burguesía agraria y la burguesía nacional, además de los trabajadores, hacia los grupos industriales más concentrados. Finalmente, tras el fracaso de este proyecto autónomo de la gran burguesía industrial, en 1973 retorna el peronismo, buscando reeditar la alianza CGT-CGE; sin embargo, la oposición del resto de la burguesía, reunida en APEGE, llevará al golpe de 1976.

V. La crisis de la matriz de centralidad estatal

A. El proceso de “desorganización” nacional

    El plan económico de Martínez de Hoz no fue uno de los tantos planes estabilizadores a corto plazo, sino que dejó huellas profundas. El ministro planteó que el mercado debía funcionar sin intervención del Estado, que debía dejar de proteger a las industrias ineficientes, reducir los gastos sociales y reasignar recursos hacia el sector agroexportador. El Estado debía “despolitizarse”, y había que tomar medidas como la reducción salarial, la eliminación de retenciones a las exportaciones, reducción de aranceles a las importaciones (apertura económica), liberación del mercado cambiario y financiero, reducción del déficit estatal, etc. Junto con esto, se dio una inusitada represión.
    La CGE-CGI, es decir, la burguesía nacional, fue disuelta y perseguida, mientras que APEGE dio activo apoyo al golpe. La UIA adoptó una posición intermedia Hubo una brutal transferencia de ingresos desde los sectores obreros a los capitalistas, y desde la pequeña y mediana burguesía al sector financiero. En la industria, quebraron las pequeñas y medianas, y se concentraron las empresas en pocas manos. Se formaron los GGE, Grandes Grupos Económicos, que se apropiaron de gran parte de la riqueza nacional.
    Ante la desaparición de personas, industrias quebradas, inflación, especulación y deuda externa, los sectores populares comenzaron a reaccionar desde 1981 con la organización y la acción colectiva. Un sector de la CGT se acercó a la dictadura, mientras que el resto se lanzó a la oposición, con dos paros generales.

B. La sociedad desarticulada y el surgimiento de una nueva matriz de poder social
   
    La acumulación capitalista se fue liberando de todo tipo de control político, en un marco mundial de revolución tecnológica, globalización de los mercados y crisis fiscal. Además de estos elementos económicos, en lo ideológico se produjo una crisis de las ideologías que planteaban cambios generales en el orden social, y pasó a predominar el individualismo, con una sensación de falta de alternativas, y dificultades para emprender la acción colectiva. En lo político, se desarticuló la matriz estadocéntrica y se debilitaron los patrones de conducta colectivos, generando en la sociedad desorganización y desorden, con un creciente desinterés de los ciudadanos por la política. Las democracias actuales se apoyan en una “ciudadanía de baja intensidad”, con “consumidores políticos” que van perdiendo sus facetas representativas y expresivas.
    La matriz social es redefinida a partir del debilitamiento de la CGE y el movimiento obrero, limitando también a los militares, afectados por el fin de la Guerra Fría, la falta de recursos estatales y el desprestigio. Entre los “ganadores” tenemos a la gran burguesía urbana, y en general, a los GGE, que reconstruyen, por primera vez desde el ‘30, la hegemonía capitalista. El Estado aparece sumamente debilitado, endeudado e incapaz de responder a los problemas, lo que acelera la privatización y la desregulación de la economía. Por otra parte, la burguesía encuentra que la democracia es funcional a sus intereses, por lo que la preferirá, en esta etapa, a las dictaduras, ya que esta democracia no representa un riesgo para los grandes empresarios.

C. El camino hacia la matriz societal

    En la matriz societal hay un retroceso del protagonismo estatal. Alfonsín comenzó, en 1983, como un plan más o menos populista, pero luego del fracaso de un plan intermedio, el Plan Austral, aplicó un programa donde los grandes empresarios y el gran capital tenían gran influencia. La CGT realizó una activa oposición. Con Menem, desde 1989, el plan de ajuste neoliberal siguió su curso, llevando a la crisis final del modelo estadocéntrico, y a un predominio absoluto de los intereses del gran capital.

VI. Conclusiones provisorias, la Argentina en los ‘90

Veamos los ELEMENTOS DE LA NUEVA MATRIZ POLÍTICA: desaparece la “suma cero” entre la burguesía agraria y la urbana, ya que el dólar ya no actúa como mecanismo de redistribución de ingresos entre ambos sectores. La burguesía industrial ya no está tan interesada en salarios altos; al no poder controlar el nivel general de precios (debido a la apertura externa), ni las tarifas (por la privatización de los servicios públicos), apunta a la reducción de salarios para compensar la pérdida. Los GGE logran, por su parte, ganancias provenientes de exportaciones y de ventas en el mercado interno, ya sea de bienes transables o no transables. La sociedad quedó desarticulada, a merced del avance del gran capital.

VII. La constitución de los actores en el proceso político argentino, anexo epistemológico

Al pluralismo tradicional se le puede criticar que “la determinación de los intereses de un agente social es un fenómeno mucho más complejo que la mera percepción subjetiva del “interés común” “. Además, esta teoría no aborda el problema de la formación de ese interés común, y presume que si no hay acción colectiva es porque no hay un interés en juego (el caso de los campesinos en nuestro país, por ejemplo, desmiente esto). Esta teoría parece más apropiada para el abordaje de las demandas de asociaciones voluntarias, al estilo de los movimientos sociales, pero no logra explicar la construcción de los actores colectivos clasistas, especialmente los de mayor tamaño.
La teoría pluralista neoclásica responde mejor a la explicación de los problemas en la construcción de acciones e intereses colectivos. Tiene como límite que ve una única forma de racionalidad, la de costo-beneficio. De ese modo, no logra entender a lógicas que no responden a la maximización individual, las que serán vistas como “irracionales”. Tampoco logra captar la idea de “cambio histórico”, donde “en las grandes transformaciones sociales, hay por lo menos un primer momento donde los costos de la acción superan con claridad los posibles beneficios futuros...”.
En la visión clasista, se destacan los intereses objetivos más que la percepción subjetiva, además de poner el énfasis en la relación capital-trabajo, y logra explicar el vínculo entre Estado y capital, lo que ayuda a entender los cambios en el régimen político. Distintas clases tendrán diferentes modos de acción colectiva y formas de organización.
En cuanto a las dificultades, reduce todo a la contradicción entre obreros y capitalistas, perdiendo de vista las luchas internas en la burguesía y las alianzas entre las fracciones de clase. De este modo, un fenómeno como el peronismo resulta inexplicable, porque no implica un enfrentamiento en bloque entre burguesía y clase obrera. Por otra parte, niega a la burguesía un interés en emprender la acción colectiva, que queda reservada a los obreros, por lo que aquella pierde su rol de actor político.

Abal Medina reivindica un “sano eclecticismo”, es decir, la combinación de las distintas teorías. 

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