Abal Medina, Juan, D´Alessandro, Martín y Leiras, Marcelo
LA CIENCIA POLÍTICA EN ARGENTINA: EL CAMINO DE LA INSTITUCIONALIZACIÓN
DENTRO Y FUERA DE LAS AULAS UNIVERSITARIAS
I.
Introducción
Los autores plantean CUATRO TESIS:
ü
La CIENCIA
POLÍTICA EN LA ARGENTINA es el resultado de la PROFESIONALIZACIÓN y
diferenciación de las Ciencias Sociales, con las universidades con centro
institucional. Es, no obstante, muy VULNERABLE A LOS CAMBIOS EN EL RÉGIMEN
POLÍTICO
ü
La AUTONOMÍA
ACADÉMICA de la disciplina crece pero su avance como campo de ejercicio de la
profesión lo hace más lentamente
ü
Los TEMAS DE
ESTUDIO están influidos por quienes toman las decisiones políticas generales y
por los investigadores nacionales y extranjeros, pesando menos la opinión
pública
ü
LOS POLITÓLOGOS
LUCHAN AÚN POR DIFERENCIARSE con más claridad de abogados, sociólogos,
economistas y periodistas, que también realizan estudios y análisis de la
política
II.
La política y su análisis científico en Argentina: breve reseña histórica
El estudio sobre la política en
nuestro país es tan antiguo como sus conflictos: desde la caída de la
dominación española, la independencia y los primeros gobiernos, se llegó a la
época de la organización constitucional, cuando se dieron polémicas en el
parlamento y la prensa. Más adelante, la historiografía y las universidades
incorporaron el estudio de lo político.
A principios del siglo XX se
daban cursos de ciencias “sociales”, “de la cultura” o “del espíritu”, de
sociología y de derecho político en universidades de Buenos Aires, La Plata, el
Litoral y Córdoba, cuyo eje pasaba por las instituciones de la Constitución
Nacional. Era el marco positivista de la CIENCIA POLÍTICA “FORMALISTA”.
Entre 1910-28 se publicó la Revista Argentina
de Ciencias Políticas, que incorporó temas nuevos como el análisis de los
actores, las estructuras políticas y los cambios vinculados a la extensión del
voto.
La tradición formalista fomentó
en los ´20 y ´30 el surgimiento de institutos, academias, facultades y
revistas, mientras que en los ´40 la Sociología académica realzó la importancia
de los estudios empíricos, de la mano del estructural-funcionalismo y la teoría
de la modernización de Gino Germani, con investigaciones solventadas por el
CONICET y fundaciones extranjeras.
En los ´60 la “CIENCIA POLÍTICA
EMPÍRICA” pasa a formar parte de los programas de otras disciplinas y en los
´70 se crean varias licenciaturas en Ciencia Política y postgrados. En el
contexto de la Alianza para el Progreso y las ideas desarrollistas y con centro
en la Universidad de El Salvador, se difundió la TEORÍA PLURALISTA,
especialmente los planteos de Robert Dahl cuestionando a la teoría de la
modernización.
Con el golpe de Estado de 1966
el Estado persiguió a los investigadores; muchos de ellos se fueron del país y
los que se quedaron se desempeñaron en universidades o centros privados, aunque
fue la Sociología la disciplina que más avanzó en ellos.
Entre 1969-75, el incremento del
conflicto social y político politizó el debate académico y fue cuestionada la
óptica exclusivamente científica del estudio de la política. Fueron épocas de
investigaciones acerca de las consecuencias políticas y sociales del desarrollo
capitalista en América Latina, la relación modernización-autoritarismo
(O´Donnell), la marginalidad (Nun) y las inclinaciones políticas de las clases
populares sobre la base de Grasmsci (Revista Pasado & Presente). Se
desconfiaba de la vía científica como acceso al conocimiento de la política, se
rechazaba la democracia y los investigadores se refugiaban en lugares privados.
Tras el golpe de 1976 todas
estas tendencias restrictivas se consolidaron absolutamente: docentes e
investigadores perseguidos, paralización casi total de la actividad, refugio en
centros privados.
El RETORNO A LA DEMOCRACIA en
1983 provocó una revalorización de la misma, estudiándose los procesos de
transición desde gobiernos autoritarios (O´Donnell, Schmitter). Se facilitó el
ingreso a la universidad, regresaron muchos exiliados y retorno la autonomía
universitaria, perdida en 1966. En varias universidades, entre ellas la UBA, SE
FUNDÓ LA CARRERA DE CIENCIA POLÍTICA.
La investigación, de todas
formas, siguió centralmente en manos de grupos privados investigándose la
democratización (Cavarozzi, De Riz, Nun y PORTANTIERO), las relaciones
políticos-militares (Acuña y Smulovitz), actores sociales (Dos Santos),
partidos políticos y sistemas de partidos, cultura política (De Ipola, Landi).
Además, se fundó la Sociedad Argentina de Análisis Político en 1982 y se
realizó en Buenos Aires en Congreso de la Internacional
Political Science Association en 1991.
Instituciones, organizaciones e
identidades políticas concitaron el interés de los sociólogos, y el análisis de
las instituciones e ideas políticas atrajeron a varios historiadores (Botana,
Chiaramonte, Sábato).
A fines de los ´80 el gobierno
de Alfonsín impulsó estudios sobre la consolidación de la democracia, creando
un Consejo específico que estudió, por ejemplo, la posibilidad de reemplazar o
moderar el presidencialismo (Nohlen y De Riz). También preocuparon temas como
la eficiencia y eficacia de las burocracias del Estado y la capacitación de los
funcionarios de la administración y las políticas públicas (Oszlak).
Con la presidencia de Menem
(1989-99) la Ciencia Política amplió su agenda como nunca antes, al calor de la
transformación de la estructura de mediaciones entre sociedad y Estado. La
debilidad del control democrático, la delegación, la relación Poder
Ejecutivo-Poder Legislativo, la personalización de la toma de decisiones, las
nuevas formas de populismo, la relación partidos políticos, organizaciones y
gobierno, las consecuencias de las privatizaciones y la elaboración de
políticas sociales, fueron varios de los temas más analizados.
La crisis de sucesión presidencial
de FINES DE 2001[1]
mostró problemas de gobernabilidad y la crisis de representación, lo que
impactó en el sistema de partidos, en las nuevas formas de intervención de las
organizaciones sociales y en el rol de los medios de comunicación.
En la Ciencia Política se
verificó una importante influencia de las universidades norteamericanas, con la
difusión del neo-institucionalismo racionalista, las teorías de la elección
pública, la elección colectiva y de los juegos, y las técnicas estadísticas.
Por otra parte, también en
Argentina se da lo que Almond llamara panorama de “mesas separadas”, esto es,
el hecho de que las diversas subdisciplinas de la Ciencia Política tiene poco
diálogo entre sí.
Los autores más vistos en la
Ciencia Política actual son los clásicos del siglo XX: Arendt, Schmitt,
Habermas, Rawls y en especial Max Weber, a quienes se suman Bobbio y Sartori.
En menor medida, hay estudios de género, multiculturales y aquellos fuertes en
los ´70 (estructural-funcionalismo, teoría de sistemas, dependentismo,
marxismo, Durkheim). Los temas son diversos y plurales, aunque hay una suerte
de auto-referencia a las problemáticas nacionales.
Los autores reconocen que “La
sensibilidad a las agendas estatal y académica internacional ha dificultado
prestar debida atención al análisis de las raíces políticas de problemas
nacionales graves como la desigualdad, el desempleo, la pobreza y la
inseguridad ciudadana.”[2]
Los períodos más fructíferos en
el análisis político han sido los de vigencia de la Constitución y el
pluralismo. Pero aunque hay muchos paradigmas, las agendas temáticas dependen
sobre todo de los gobiernos y de las redes regionales de investigación
centradas fundamentalmente en EE.UU.
III.
La Ciencia Política y la educación universitaria en Argentina: datos sobre su
desarrollo reciente
Hay en el país 33 carreras de grado y 42 programas de
posgrado en Ciencia Política, de los cuales una mayoría es posterior a 1990, lo
que significa que LA AUTONOMIZACIÓN DE LA DISCIPLINA ES RECIENTE. Además, esta
autonomía provino centralmente de centros privados y universidades del
interior.
Crece el número de alumnos,
llegando hoy al 1 % de la matrícula universitaria y aumentando el porcentaje de
estudiantes en universidades nacionales (aumento del 67 al 76 %).
Se verifica, por otro lado,
cierta deserción a lo largo de la carrera, con una proporción inferior de
egresados (sobre todo en las privadas), lo que posiblemente se deba a que
aunque la Ciencia Política está consolidada en lo académico, no lo está tanto
en cuanto salida laboral. Esto explica también que haya habido mayor deserción
en los momentos de crisis económica, ante la incertidumbre de estudiar una
carrera que tiene una INSERCIÓN LABORAL INCIERTA. Por últimos, los autores
especulan con que el contenido de los programas decepcione a los alumnos[3].
Existen 11 revistas que se
especializan o publican temas de Ciencia Política, de las cuales 10 son
posteriores a 1990.
Sin embargo, la mayoría de los
profesores universitarios proviene de otros campos.
IV.
El lugar de la Ciencia Política: balance y perspectivas
Aunque aumentan estudiantes y textos, el área
profesional no crece tan rápido. Los politólogos egresados de universidades
privadas parecen encontrar trabajo más fácilmente, en consultoras políticas, áreas
de relaciones institucionales de las empresas y medios de comunicación. Los
egresados de las universidades públicas comienzan ejerciendo la docencia o la
investigación ad honorem[4],
para luego quizá obtener una beca o subsidio de organismos estatales, fundaciones
o universidades.
Las organizaciones sin fines de
lucro (gobiernos nacional, provinciales y municipales, organismos
internacionales y de la sociedad civil, universidades) son los PRINCIPALES
EMPLEADORES DE LOS POLITÓLOGOS. En el ámbito privado se destacan quienes se
dedican a la opinión pública y el marketing
político.
Las TAREAS centrales para las
que son convocados son: análisis especializado de información, investigación,
consultoría, capacitación, docencia y gestión.
La demanda de los organismos
públicos crece, aunque su acceso está muchas veces condicionado a la
pertenencia a determinados partidos políticos, aunque esta es una cláusula no
escrita[5].
Los politólogos han sido también
requeridos para procesos de reformas institucionales nacionales o provinciales,
campañas electorales, sondeos de opinión pública, etc.
Sin embargo, la dependencia de
las organizaciones sin fines de lucro del financiamiento, las políticas poco
claras de contratación, la baja inversión en educación e investigación, entre
otros factores, dificultan la inserción profesional de la mayoría de los
jóvenes egresados.
Hay un problema adicional que es
el del DESCONOCIMIENTO PÚBLICO ACERCA DE LAS TAREAS PROPIAS DE LA CIENCIA
POLÍTICA. Oralmente se la vincula directamente con la actividad partidaria,
provocando recelos y planteos acerca de que es una “ciencia para ganar
elecciones”, aunque otras veces se la define como una “ciencia para gobernar
bien”.
Los autores reiteran que LOS
TEMAS QUE MÁS PREOCUPAN AL COMÚN DE LA GENTE (desempleo, desigualdad,
inseguridad) NO SON CENTRALES EN LA CIENCIA POLÍTICA ARGENTINA ACTUAL, la cual
le otorga más relevancia al análisis institucional. Los politólogos están
concentrados en las reglas de juego y los ciudadanos comunes quieren jugadas y
resultados.
De todas formas, muchos
egresados se destacan en programas de posgrado fuera del país, o trabajan en
departamentos de la disciplina de primer nivel, o ejercen la docencia y la
investigación en el país. La opinión de los cientistas políticos es influyente
en los debates de la reforma política, en diversas intervenciones de
organizaciones de la sociedad civil y en la prensa.
[1] Resulta
a todas luces insuficiente y fuera de foco la caracterización de los hechos de
2001 como una “crisis de sucesión presidencial”, cuando estuvo en juego el
cuestionamiento mismo de la democracia parlamentaria burguesa. Las asambleas y
los movimientos sociales –los piqueteros en primer lugar– con sus mecanismos de
democracia directa, cuestionaron severamente las formas vigentes del régimen
político. Aunque el régimen logró rearmarse, el “Que se vayan todos” se
mantiene latente, desnudando el carácter profundamente antidemocrático de la
“democracia”.
[2] Ver material
de cátedra p. 82. ¡Nada menos! La pregunta es para qué sirve la Ciencia
Política si no toma en serio esas cuestiones y se ocupa sólo de la “democracia”
política. ¿Qué clase de democracia es ésta que no resuelve las cuestiones
elementales de la vida cotidiana?
[3] Mi
experiencia personal en la carrera me indica que los programas dejan muchísimo
que desear y que están saturados hasta el hartazgo de temas recurrentes como la
democracia, el sistema político y la opinión pública, dejando en un lugar
marginal a temas esenciales, como el rol y naturaleza del Estado, su relación
con la lucha de clases y la acumulación de capital, etc. La pobreza temática va
acompañada, lamentablemente, de serias deficiencias epistemológicas y
científicas en gran parte de los profesionales y docentes, de la que no escapan
buena parte de los titulares de cátedra y sus ayudantes.
[4] En
el CBC, el 70 % de los docentes (de Ciencia Política y de todas las materias)
trabaja gratis. Ni siquiera cobra viáticos.
[5] De
hecho, yo mismo me vi privado de poder ejercer la docencia o la investigación en
forma institucional por no pertenecer a los partidos dominantes (en aquel
entonces la UCR, el PJ y el Frepaso). El “pluralismo” tan declamado en la
politología no rige puertas adentro. La inmensa mayoría de cargos,
especialmente los rentados, becas y subsidios son adjudicados sin concurso
alguno (o con una total digitación de los mismos), por razones de amiguismo
político, sin consideraciones académicas que evalúen la capacidad de los
postulantes. El resultado está a la vista en la mediocridad de buena parte de
los profesionales con cargos, becas o subsidios importantes.
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