sábado, 25 de julio de 2015

Abal Medina et al, La Ciencia Política en Argentina

Abal Medina, Juan, D´Alessandro, Martín y Leiras, Marcelo

LA CIENCIA POLÍTICA EN ARGENTINA: EL CAMINO DE LA INSTITUCIONALIZACIÓN DENTRO Y FUERA DE LAS AULAS UNIVERSITARIAS

I. Introducción

                Los autores plantean CUATRO TESIS:

ü        La CIENCIA POLÍTICA EN LA ARGENTINA es el resultado de la PROFESIONALIZACIÓN y diferenciación de las Ciencias Sociales, con las universidades con centro institucional. Es, no obstante, muy VULNERABLE A LOS CAMBIOS EN EL RÉGIMEN POLÍTICO
ü        La AUTONOMÍA ACADÉMICA de la disciplina crece pero su avance como campo de ejercicio de la profesión lo hace más lentamente
ü        Los TEMAS DE ESTUDIO están influidos por quienes toman las decisiones políticas generales y por los investigadores nacionales y extranjeros, pesando menos la opinión pública
ü        LOS POLITÓLOGOS LUCHAN AÚN POR DIFERENCIARSE con más claridad de abogados, sociólogos, economistas y periodistas, que también realizan estudios y análisis de la política

II. La política y su análisis científico en Argentina: breve reseña histórica

                El estudio sobre la política en nuestro país es tan antiguo como sus conflictos: desde la caída de la dominación española, la independencia y los primeros gobiernos, se llegó a la época de la organización constitucional, cuando se dieron polémicas en el parlamento y la prensa. Más adelante, la historiografía y las universidades incorporaron el estudio de lo político.
                A principios del siglo XX se daban cursos de ciencias “sociales”, “de la cultura” o “del espíritu”, de sociología y de derecho político en universidades de Buenos Aires, La Plata, el Litoral y Córdoba, cuyo eje pasaba por las instituciones de la Constitución Nacional. Era el marco positivista de la CIENCIA POLÍTICA “FORMALISTA”.
                 Entre 1910-28 se publicó la Revista Argentina de Ciencias Políticas, que incorporó temas nuevos como el análisis de los actores, las estructuras políticas y los cambios vinculados a la extensión del voto.
                La tradición formalista fomentó en los ´20 y ´30 el surgimiento de institutos, academias, facultades y revistas, mientras que en los ´40 la Sociología académica realzó la importancia de los estudios empíricos, de la mano del estructural-funcionalismo y la teoría de la modernización de Gino Germani, con investigaciones solventadas por el CONICET y fundaciones extranjeras.
                En los ´60 la “CIENCIA POLÍTICA EMPÍRICA” pasa a formar parte de los programas de otras disciplinas y en los ´70 se crean varias licenciaturas en Ciencia Política y postgrados. En el contexto de la Alianza para el Progreso y las ideas desarrollistas y con centro en la Universidad de El Salvador, se difundió la TEORÍA PLURALISTA, especialmente los planteos de Robert Dahl cuestionando a la teoría de la modernización.
                Con el golpe de Estado de 1966 el Estado persiguió a los investigadores; muchos de ellos se fueron del país y los que se quedaron se desempeñaron en universidades o centros privados, aunque fue la Sociología la disciplina que más avanzó en ellos.
                Entre 1969-75, el incremento del conflicto social y político politizó el debate académico y fue cuestionada la óptica exclusivamente científica del estudio de la política. Fueron épocas de investigaciones acerca de las consecuencias políticas y sociales del desarrollo capitalista en América Latina, la relación modernización-autoritarismo (O´Donnell), la marginalidad (Nun) y las inclinaciones políticas de las clases populares sobre la base de Grasmsci (Revista Pasado & Presente). Se desconfiaba de la vía científica como acceso al conocimiento de la política, se rechazaba la democracia y los investigadores se refugiaban en lugares privados.
                Tras el golpe de 1976 todas estas tendencias restrictivas se consolidaron absolutamente: docentes e investigadores perseguidos, paralización casi total de la actividad, refugio en centros privados.
                El RETORNO A LA DEMOCRACIA en 1983 provocó una revalorización de la misma, estudiándose los procesos de transición desde gobiernos autoritarios (O´Donnell, Schmitter). Se facilitó el ingreso a la universidad, regresaron muchos exiliados y retorno la autonomía universitaria, perdida en 1966. En varias universidades, entre ellas la UBA, SE FUNDÓ LA CARRERA DE CIENCIA POLÍTICA.
                La investigación, de todas formas, siguió centralmente en manos de grupos privados investigándose la democratización (Cavarozzi, De Riz, Nun y PORTANTIERO), las relaciones políticos-militares (Acuña y Smulovitz), actores sociales (Dos Santos), partidos políticos y sistemas de partidos, cultura política (De Ipola, Landi). Además, se fundó la Sociedad Argentina de Análisis Político en 1982 y se realizó en Buenos Aires en Congreso de la Internacional Political Science Association en 1991.
                Instituciones, organizaciones e identidades políticas concitaron el interés de los sociólogos, y el análisis de las instituciones e ideas políticas atrajeron a varios historiadores (Botana, Chiaramonte, Sábato).
                A fines de los ´80 el gobierno de Alfonsín impulsó estudios sobre la consolidación de la democracia, creando un Consejo específico que estudió, por ejemplo, la posibilidad de reemplazar o moderar el presidencialismo (Nohlen y De Riz). También preocuparon temas como la eficiencia y eficacia de las burocracias del Estado y la capacitación de los funcionarios de la administración y las políticas públicas (Oszlak).
                Con la presidencia de Menem (1989-99) la Ciencia Política amplió su agenda como nunca antes, al calor de la transformación de la estructura de mediaciones entre sociedad y Estado. La debilidad del control democrático, la delegación, la relación Poder Ejecutivo-Poder Legislativo, la personalización de la toma de decisiones, las nuevas formas de populismo, la relación partidos políticos, organizaciones y gobierno, las consecuencias de las privatizaciones y la elaboración de políticas sociales, fueron varios de los temas más analizados.
                La crisis de sucesión presidencial de FINES DE 2001[1] mostró problemas de gobernabilidad y la crisis de representación, lo que impactó en el sistema de partidos, en las nuevas formas de intervención de las organizaciones sociales y en el rol de los medios de comunicación.
                En la Ciencia Política se verificó una importante influencia de las universidades norteamericanas, con la difusión del neo-institucionalismo racionalista, las teorías de la elección pública, la elección colectiva y de los juegos, y las técnicas estadísticas.
                Por otra parte, también en Argentina se da lo que Almond llamara panorama de “mesas separadas”, esto es, el hecho de que las diversas subdisciplinas de la Ciencia Política tiene poco diálogo entre sí.
                Los autores más vistos en la Ciencia Política actual son los clásicos del siglo XX: Arendt, Schmitt, Habermas, Rawls y en especial Max Weber, a quienes se suman Bobbio y Sartori. En menor medida, hay estudios de género, multiculturales y aquellos fuertes en los ´70 (estructural-funcionalismo, teoría de sistemas, dependentismo, marxismo, Durkheim). Los temas son diversos y plurales, aunque hay una suerte de auto-referencia a las problemáticas nacionales.
                Los autores reconocen que “La sensibilidad a las agendas estatal y académica internacional ha dificultado prestar debida atención al análisis de las raíces políticas de problemas nacionales graves como la desigualdad, el desempleo, la pobreza y la inseguridad ciudadana.”[2]
                Los períodos más fructíferos en el análisis político han sido los de vigencia de la Constitución y el pluralismo. Pero aunque hay muchos paradigmas, las agendas temáticas dependen sobre todo de los gobiernos y de las redes regionales de investigación centradas fundamentalmente en EE.UU.

III. La Ciencia Política y la educación universitaria en Argentina: datos sobre su desarrollo reciente

                Hay en el país 33 carreras de grado y 42 programas de posgrado en Ciencia Política, de los cuales una mayoría es posterior a 1990, lo que significa que LA AUTONOMIZACIÓN DE LA DISCIPLINA ES RECIENTE. Además, esta autonomía provino centralmente de centros privados y universidades del interior.
                Crece el número de alumnos, llegando hoy al 1 % de la matrícula universitaria y aumentando el porcentaje de estudiantes en universidades nacionales (aumento del 67 al 76 %).
                Se verifica, por otro lado, cierta deserción a lo largo de la carrera, con una proporción inferior de egresados (sobre todo en las privadas), lo que posiblemente se deba a que aunque la Ciencia Política está consolidada en lo académico, no lo está tanto en cuanto salida laboral. Esto explica también que haya habido mayor deserción en los momentos de crisis económica, ante la incertidumbre de estudiar una carrera que tiene una INSERCIÓN LABORAL INCIERTA. Por últimos, los autores especulan con que el contenido de los programas decepcione a los alumnos[3].
                Existen 11 revistas que se especializan o publican temas de Ciencia Política, de las cuales 10 son posteriores a 1990.
                Sin embargo, la mayoría de los profesores universitarios proviene de otros campos.

IV. El lugar de la Ciencia Política: balance y perspectivas

                Aunque aumentan estudiantes y textos, el área profesional no crece tan rápido. Los politólogos egresados de universidades privadas parecen encontrar trabajo más fácilmente, en consultoras políticas, áreas de relaciones institucionales de las empresas y medios de comunicación. Los egresados de las universidades públicas comienzan ejerciendo la docencia o la investigación ad honorem[4], para luego quizá obtener una beca o subsidio de organismos estatales, fundaciones o universidades.
                Las organizaciones sin fines de lucro (gobiernos nacional, provinciales y municipales, organismos internacionales y de la sociedad civil, universidades) son los PRINCIPALES EMPLEADORES DE LOS POLITÓLOGOS. En el ámbito privado se destacan quienes se dedican a la opinión pública y el marketing político.
                Las TAREAS centrales para las que son convocados son: análisis especializado de información, investigación, consultoría, capacitación, docencia y gestión.
                La demanda de los organismos públicos crece, aunque su acceso está muchas veces condicionado a la pertenencia a determinados partidos políticos, aunque esta es una cláusula no escrita[5].
                Los politólogos han sido también requeridos para procesos de reformas institucionales nacionales o provinciales, campañas electorales, sondeos de opinión pública, etc.
                Sin embargo, la dependencia de las organizaciones sin fines de lucro del financiamiento, las políticas poco claras de contratación, la baja inversión en educación e investigación, entre otros factores, dificultan la inserción profesional de la mayoría de los jóvenes egresados.
                Hay un problema adicional que es el del DESCONOCIMIENTO PÚBLICO ACERCA DE LAS TAREAS PROPIAS DE LA CIENCIA POLÍTICA. Oralmente se la vincula directamente con la actividad partidaria, provocando recelos y planteos acerca de que es una “ciencia para ganar elecciones”, aunque otras veces se la define como una “ciencia para gobernar bien”.
                Los autores reiteran que LOS TEMAS QUE MÁS PREOCUPAN AL COMÚN DE LA GENTE (desempleo, desigualdad, inseguridad) NO SON CENTRALES EN LA CIENCIA POLÍTICA ARGENTINA ACTUAL, la cual le otorga más relevancia al análisis institucional. Los politólogos están concentrados en las reglas de juego y los ciudadanos comunes quieren jugadas y resultados.
                De todas formas, muchos egresados se destacan en programas de posgrado fuera del país, o trabajan en departamentos de la disciplina de primer nivel, o ejercen la docencia y la investigación en el país. La opinión de los cientistas políticos es influyente en los debates de la reforma política, en diversas intervenciones de organizaciones de la sociedad civil y en la prensa.
               



[1] Resulta a todas luces insuficiente y fuera de foco la caracterización de los hechos de 2001 como una “crisis de sucesión presidencial”, cuando estuvo en juego el cuestionamiento mismo de la democracia parlamentaria burguesa. Las asambleas y los movimientos sociales –los piqueteros en primer lugar– con sus mecanismos de democracia directa, cuestionaron severamente las formas vigentes del régimen político. Aunque el régimen logró rearmarse, el “Que se vayan todos” se mantiene latente, desnudando el carácter profundamente antidemocrático de la “democracia”.
[2] Ver material de cátedra p. 82. ¡Nada menos! La pregunta es para qué sirve la Ciencia Política si no toma en serio esas cuestiones y se ocupa sólo de la “democracia” política. ¿Qué clase de democracia es ésta que no resuelve las cuestiones elementales de la vida cotidiana?
[3] Mi experiencia personal en la carrera me indica que los programas dejan muchísimo que desear y que están saturados hasta el hartazgo de temas recurrentes como la democracia, el sistema político y la opinión pública, dejando en un lugar marginal a temas esenciales, como el rol y naturaleza del Estado, su relación con la lucha de clases y la acumulación de capital, etc. La pobreza temática va acompañada, lamentablemente, de serias deficiencias epistemológicas y científicas en gran parte de los profesionales y docentes, de la que no escapan buena parte de los titulares de cátedra y sus ayudantes.
[4] En el CBC, el 70 % de los docentes (de Ciencia Política y de todas las materias) trabaja gratis. Ni siquiera cobra viáticos.
[5] De hecho, yo mismo me vi privado de poder ejercer la docencia o la investigación en forma institucional por no pertenecer a los partidos dominantes (en aquel entonces la UCR, el PJ y el Frepaso). El “pluralismo” tan declamado en la politología no rige puertas adentro. La inmensa mayoría de cargos, especialmente los rentados, becas y subsidios son adjudicados sin concurso alguno (o con una total digitación de los mismos), por razones de amiguismo político, sin consideraciones académicas que evalúen la capacidad de los postulantes. El resultado está a la vista en la mediocridad de buena parte de los profesionales con cargos, becas o subsidios importantes.

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