sábado, 25 de julio de 2015

Acevedo Herrera y Ruiz Valiente, Principales doctrinas de pensamiento económico

Acevedo Herrera, Manuel y Ruiz Valiente, R. (compiladores)

PRINCIPALES DOCTRINAS DE PENSAMIENTO ECONÓMICO

Documento de cátedra

 

LAS IDEAS ECONÓMICAS EN EL CAPITALISMO TEMPRANO


Luego de la consolidación de los estados nacionales comienza a imponerse las ideas políticas liberales. Se producen profundos cambios que van desde la organización del trabajo hasta las técnicas e instrumentos utilizados para producir. La Primera Revolución Industrial que acontece en la primera mitad del siglo XVIII, se ve acompañada desde el ámbito del pensamiento, con ideas acordes y consistentes con el nuevo escenario. Es así que antes del advenimiento de la revolución económica liberal que inicia Adam Smith recién en 1776; dos  concepciones antagónicas conviven: el mercantilismo y la fisiocracia.

El mercantilismo

Se denomina así al conjunto de sus opiniones económicas o de sus ideas en materia de política económica. No fundaron una escuela ni elaboraron una teoría o doctrina en el estricto rigor de los términos. Este papel quedó reservado a los fisiócratas  y a Adam Smith y sus discípulos. Las principales características de la política mercantilista se pueden resumir en:

ü       Sobreestimación de la plata y el oro al considerarlos como la más preciada de todas las riquezas. Un país era más o menos rico según la cantidad de metales preciosos de que pudiera disponer.
ü       Necesidad de tener siempre una balanza comercial favorable, de suerte que las exportaciones excedieran en valor a las importaciones.
ü       El Estado interviene en la economía como medio para ayudar al desarrollo mercantil.
ü       Fortalecimiento de la navegación y el comercio.
ü       Fomento al poblacionismo. Así aumentaban los brazos disponibles para el trabajo y la nación se enriquecía.
ü       Tender al pleno empleo de la mano de obra. Todo el mundo debía trabajar.
ü       Desaliento a las importaciones y promoción de exportaciones.
ü       Subestimación de la agricultura, por la creencia de que no favorecía el superávit de la balanza comercial.

No todos los mercantilistas tenían exactamente las mismas ideas en materia de política económica. Unos daban mayor importancia al comercio que a la industria; otros consideraban el desarrollo industrial como la cuestión sustantiva para el progreso de sus respectivas naciones. Las opiniones e ideas de los mercantilistas fueron consideradas erróneas desde Smith en adelante por los economistas liberales; pero en la actualidad estamos viviendo una etapa histórica de neomercantilismo. Muchas ideas se aplican hoy: la intervención del Estado, la importancia de la balanza de pagos para determinar el enriquecimiento o pobreza de un país, el impulso a la industria como base de una buena política económica. En lo que los mercantilistas estuvieron completamente equivocados fue en su  sobre estimación de los metales preciosos, en sus opiniones relativas a la agricultura y sus ideas generales en materia de hacienda pública. Tomás Mun fue un mercantilista típico. Este inglés coloca al comercio en el plano más alto de la economía. Para él el tráfico de mercancías es la piedra angular de la prosperidad de un reino.. No cree que el lujo sea perjudicial.  Sin preocuparle gran cosa el progreso de las manufacturas, siempre está pensando en el comercio exterior.

La escuela fisiocrática

La reacción contra el mercantilismo fue más violenta en Francia que en Inglaterra. Durante el reinado de Luís XIV el erario de Francia se hallaba exhausto a causa del fracaso de las guerras coloniales y los gastos extravagantes de la corte, para mantener todo lo cual eran necesarios altos impuestos. La exención del pago de impuestos al clero y a la nobleza agobiaban al terrateniente comunero y al campesino con la obligación de pagar  casi el total de los ingresos.  Esta situación empobreció a las clases rurales y derivó finalmente en la Revolución Francesa en 1789. El sistema fisiocrático se asocia principalmente con Francois Quesnay  (1641-1774). Quesnay dirigió sus investigaciones a la creación  de riqueza, y la relación que el modo de su circulación guarda con el bienestar de la economía. Los fisiócratas tienen un sistema teórico que implicaba la explicación de la creación, circulación y reproducción de la riqueza de Francia, que se basaba en la premisa de que la monarquía y la estructura de clases iban a continuar.
El término “fisiocracia” surgió en Francia en 1776. Significa el gobierno de la naturaleza. Quesnay aceptaba la idea de una divina providencia que ha ordenado la existencia de un orden natural universal e intrínsecamente perfecto. La conformidad con las leyes de la naturaleza asegurarán la máxima felicidad, mientras que infringir las leyes establecidas de la naturaleza provocará a su vez consecuencias desastrosas. La legislación que no se ajusta a la naturaleza es superflua, y lo que está en conflicto con la naturaleza será destruido debido a que, a la larga,  la ley natural es suprema. Este razonamiento es la base de la máxima, laissez faire, laissez passer, dejar hacer dejar pasar, base de la teoría liberal. La filosofía y las doctrinas fisiocráticas prepararon el surgimiento de la Revolución Francesa. Sin embargo los fisiócratas no querían alterar el statu quo social. Por el contrario, eran partidarios entusiastas de la monarquía y la nobleza.. la función del soberano es darle expresión a la sabiduría divina que ya gobierna el universo, y, al hacerlo así, debe ser un déspota absoluto. Veían mal el principio de la libertad política, debido a que los representantes elegidos no siempre pueden conciliar los intereses personales y los de grupo para la nación entera. Sólo el monarca heredero, permanente y sin interés personal, puede armonizar los intereses de todos. Querían un déspota ilustrado que reconociera que el único camino a la felicidad es aceptar la ley de la naturaleza, la cual traería la revolución desde arriba.
Filosofía y método

Fueron los primeros en darse cuenta de la existencia de leyes generales de acuerdo con las cuales se comportaban los fenómenos económicos. Las medidas políticas introducidas por Colbert (1619-1685), se conocieron como  colbertismo. Así se denominó el sistema de mercantilismo en Francia. Este planteaba el fomento de la producción de artesanías y el comercio con el exterior.

Conceptos

Debemos a los fisiócratas el análisis de producción y riqueza, que aunque imperfecto, es mucho más avanzado que los puntos de vista mercantilistas. Afirmaban que la riqueza consistía en los bienes producidos con la ayuda de la naturaleza en industrias tales como la agricultura, la pesca y la minería. La restricción de la riqueza al producto de las industrias primarias es excesivamente limitada. Su creencia de que la tierra es la única fuente de riqueza los condujo a pensar que sólo resulta productivo el trabajo dedicado a las ocupaciones primarias, en particular la agricultura. Concebían la economía como compuesta de tres clases sociales: la del propietario (o terrateniente), la del agricultor y la del artesano (o estéril). Una clase es productiva sólo si es capaz de producir un producto neto, es decir, un producto de valor mayor que el de sus propias necesidades de subsistencia. La clase agricultora, cuyos miembros son principalmente arrendatarios de la tierra de los propietarios, son los únicos capaces de hacerlo. Ellos, como los mineros, pescadores y cazadores eran los únicos capaces de producir un producto neto. La naturaleza trabaja al lado del hombre y hace posible un producto neto que es un auténtico superávit sobrante e las necesidades de subsistencia del trabajo. La clase artesanal no produce dicho superávit., y esta es la razón por la que se  les considera estéril o impruductiva. No existe un acuerdo acerca de la condición de los propietarios en la clasificación social de Quesnay. Los fisiócratas consideraban que con el fin de preservar el flujo del producto neto para el terrateniente, los agricultores, como los artesanos, tenían derecho sólo a la subsistencia. La clasificación de estéril se da a los artesanos, sirvientes, comerciantes, financieros y cualquier otra persona que no fuera agricultor. Miraban con desdén las actividades de financieros y comerciantes debido a que sólo se dedicaban a intercambiar los valores creados por otros. Eran incapaces de producir valor nuevo alguno.

El Tableau économique

Quesnay ideó un cuadro económico para ilustrar de qué manera la agricultura mantiene la economía en forma análoga a la función del riego sanguíneo en el cuerpo humano. Crea un diagrama bastante notable en el cual representa la producción y circulación de bienes de toda la economía y los flujos monetarios asociados para una economía que se encuantra en un estado de equilibrio. El equilibrio del estado estacionario es el punto de inicio lógico para analizar el efecto en el producto agregado de una alteración a la condición de equilibrio representada en el tableau.

Para Quesnay las fuentes de alteración probables son:

ü       Un cambio en la producción de ingresos gestados en producto agrícola;
ü       Unncambio en el sistema tributario
ü       Un aumento en el precio de los alimentos que mejoraría la tasa de rendimiento en la agricultura.

El  Tableau se intenta demostrar la interdependencia de las clases que se nutren y mantienen mutuamente por medio de sus gastos. Es el primer intento de un equilibrio desde el punto de vista macroeconómico. Es un esquema cerrado y estacionario. No existe el comercio exterior, y los ahorros son iguales a las necesidades de remplazo de capital. El análisis se limita al sector agrícola, aunque es válido también para la minería y la pesca. No se analiza el sector estéril y todos los intercambios se dan entre las clases  en lugar de entre los individuos. El tableau está diseñado para explicar la forma en que se crea y circula  el producto neto entre las tres clases de la sociedad y finalmente el modo en que se reproduce al año siguiente, de manera que el sistema se automantiene. Los fisiócratas concebían la posibilidad de que la prosperidad de una economía pudiese verse debilitada por los gastos excesivos de la clase estéril y por el consumo excesivo de sus productos. No consideraban deseables los ahorros, fuera cual fuera el origen de éstos en la economía o los usos a los cuales se destinaran.

Ideas básicas de los fisiócratas


El asunto fiscal

En un país eminentemente agrícola como Francia, resulta obvio que la carga de las ganancias gubernamentales tenía que derivarse de la tierra. La carga impuesta a los ya de por sí empobrecidos campesinos, se convirtió a la larga en algo intolerable. Además era insuficiente la recaudación de impuestos, por lo que fue necesario recurrir a los préstamos públicos a gran escala de los especuladores profesionales y financieros. Propusieron que se eliminaran las exenciones de impuestos a la tierra heredada. Todos los terratenientes debían pagar de acuerdo con sus respectivas participaciones del producto neto. Consideraban que si se ponían gravámenes a los agricultores arrendatarios que cultivaban la tierra se reduciría la capacidad de producción y por ende el producto neto. De esta manera la clase terrateniente vendría a soportar la carga de impuesto. De igual manera si se obliga a los artesanos u otros miembros de la clase estéril al pago de impuestos, ellos reducirían sus compras alos agricultores, lo cual disminuiría también el producto neto.

Reformas en la agricultura

Mejorar la productividad agrícola se consideraba fundamental para el funcionamiento del sistema de impuesto único. Y propusieron para su logro la reorganización de la agricultura en términos más capitalistas. Esto significaba la relativamente amplia cantidad de pequeños agricultores sería remplazada por unos pocos agricultores capitalistas a gran escala, métodos de producción más avanzados, para aumentar la productividad. El convertir a una importante cantidad de campesinos en mano de obra asalariada no iba a contar con el apoyo popular.

El rol del comercio

La actividad de los comerciantes se consideraba improductiva debido a que el comercio sólo abarcaba el intercambio de valores iguales. Los fisiócratas apoyaron el libre comercio principalmente la libertad para exportar grano, la cual estaba restringida, mientras que se alentaba la importación de bienes manufacturados

Las bases morales de la economía

Turgot (1727-1781)  propone la primera declaración del derecho a la propiedad privada adelantándose a muchos de los temas que mas tarde formarían parte de la economía clásica.











































































Smith, Adam


INVESTIGACIÓN SOBRE LA NATURALEZA Y CAUSAS DE LA RIQUEZA DE LAS NACIONES (1776)
 
CAPÍTULO 1   DE LA DIVISIÓN DEL TRABAJO

         EL PROGRESO MÁS IMPORTANTE EN LAS FACULTADES PRODUCTIVAS DEL TRABAJO PARECE SER LA DIVISIÓN DEL TRABAJO. Hoy día hasta la fabricación de alfileres constituye un oficio aparte.
Y, además, la fabricación está dividida en varios ramos, la mayor parte de los cuales también constituyen otros oficios distintos. UN OBRERO ESTIRA EL ALAMBRE, OTRO LO ENDEREZA, UN TERCERO LO VA CORTANDO EN TROZOS IGUALES, UN CUARTO HACE LA PUNTA, ETC. 

LA DIVISIÓN DEL TRABAJO, EN CUANTO PUEDE SER APLICADA, OCASIONA UN AUMENTO DE LAS FACULTADES PRODUCTIVAS DEL TRABAJO


LA DIVISIÓN DEL TRABAJO SE DA ESPECIALMENTE EN LA INDUSTRIA. La agricultura, por su propia naturaleza, no admite tantas subdivisiones. el hilandero generalmente es una persona distinta del tejedor; pero la persona que ara, siembra, cava y recolecta el grano suele ser la misma. Como esas distintas clases de trabajo van produciéndose con el transcurso de las estaciones del año, es imposible que un hombre esté dedicado constantemente a una misma tarea. En agricultura, el trabajo del país más rico no siempre es mucho más productivo que el de uno pobre, como suele serlo en las manufacturas.
El aumento en la cantidad de productos que un mismo número de personas puede confeccionar como consecuencia de la división del trabajo se debe a tres circunstancias distintas:

ü       La MAYOR DESTREZA de cada obrero en particular, pues al reducirse la tarea del obrero a una operación sencilla, y hacer de ésta la única operación de su vida, aumenta considerablemente la pericia del operario.
ü       El AHORRO DEL TIEMPO que se pierde al pasar de una ocupación a otra, pues no hay hombre que no haga una pausa al pasar de una ocupación a otra.
ü       La invención de un gran número de MÁQUINAS que abrevian y facilitan el trabajo, capacitando a un hombre para hacer la labor de muchos.

Cuando cada uno de los individuos se hace más experto en su ramo, se produce más en  total y la cantidad de ciencia se acrecienta notablemente. Dado que todo obrero posee una mayor cantidad de su propia obra, el uno provee al otro de lo que necesita, y recíprocamente, con lo cual la abundancia se difunde en la sociedad.
Con sólo observar la chaqueta del más humilde trabajador, nos damos cuenta de que excede a todo cálculo el número de personas que, cada uno con una pequeña parte, concurren a procurarle aquella satisfacción. El pastor, el hilandero, el tintorero, el tejedor, el sastre, tuvieron que conjugar sus oficios para completar una producción tan vulgar.

SIN LA COOPERACIÓN DE MILLARES DE SERES HUMANOS, LA PERSONA MÁS HUMANA DE UN PAÍS CIVILIZADO NO PODRÍA DISPONER DE LAS COSAS MÁS NECESARIAS


CAPÍTULO 2   DEL PRINCIPIO QUE MOTIVA LA DIVISIÓN DEL TRABAJO

El hombre reclama en la mayor parte de las circunstancias la ayuda de sus semejantes y no puede esperarla sólo de la bondad. La conseguirá con mayor seguridad interesando en su favor el egoísmo de otros, haciéndoles ver que es ventajoso hacer para ellos lo que él les pide. Quien propone un trato ofrece al otro: “dame lo que necesito y tendrás lo que deseas”. Es esta misma inclinación a la permuta la causa originaria de la división del trabajo.
Cada animal se ve constreñido a sustentarse y defenderse por sí sólo, con absoluta independencia. Entre los hombres, por el contrario, LOS TALENTOS MÁS DISPARES SE CARACTERIZAN POR SU MUTUA UTILIDAD, ya que los respectivos productos de sus aptitudes se aportan a un fondo común, en virtud de  esa disposición general para el cambio, y tal circunstancia permite a ellos comprar la parte que necesitan de la producción ajena.

CAPÍTULO 3   LA DIVISIÓN DEL TRABAJO SE HALLA LIMITADA POR LA EXTENSIÓN DEL MERCADO

         Así como la facultad de cambiar motiva la división el trabajo, la extensión de esta división se halla limitada por la extensión del mercado. Cuando el mercado es muy pequeño nadie se anima a dedicarse por entero a una ocupación, por falta de capacidad para cambiar el sobrante del producto de su trabajo, por la parte que necesita de los resultados de la labor del otro. En los caseríos y pequeñas aldeas, no hay casi división del trabajo: el campesino es carnicero, panadero y cervecero de la familia. Las vías fluviales extienden el mercado, abren las distintas clases de actividades económicas a mercados más amplios, y ello explica por qué en las riberas de los ríos navegables y costas marítimas, la producción comienza a subdividirse y perfeccionarse. Las primeras naciones civilizadas moraban sobre las costas del Mediterráneo.



CAPÍTULO 4   DEL ORIGEN Y USO DE LA MONEDA


         Tan pronto como se hubo establecido la división del trabajo, sólo una pequeña parte de las necesidades de cada hombre se pudo satisfacer con el producto de su propia labor.
EL HOMBRE SATISFACE LA MAYOR PARTE DE SUS NECESIDADES CAMBIANDO EL REMANENTE DE SU ESFUERZO POR OTRAS PORCIONES DEL PRODUCTO AJENO, que él necesita. el hombre vive así convertido, en cierto modo, en un mercader.
LA CAPACIDAD DE CAMBIO SE VIO, AL COMIENZO, ENTORPECIDA. Si alguien necesitaba algo que otro tenía, pero no tenía nada que interesase a este para ofrecerle, el cambio no podía realizarse.
Para evitar dificultades de esta naturaleza, todo hombre razonable procuró, después de establecida la división del trabajo, disponer siempre de una cierta cantidad de cualquier otra mercancía, distinta de la producida por él, que a su juicio pocas personas rechazarían cambio de lo que él pidiese.
Así, el ganado fue en las sociedades primitivas el instrumento común del comercio, pese a ser extraordinariamente incómodo para esos fines. Pero, en general., resolvieron los hombres dar preferencia, para este uso, a los metales sobre todas las mercaderías. Éstos se conservan con menor pérdida que cualquier otro artículo y además se pueden dividir sin menoscabo o fundir de nuevo en una sola masa, cualidad que no poseen otras mercancías igualmente durables. Estas cualidades convierten a los metales en instrumentos aptos para la circulación y el comercio. Los espartanos usaron el hierro; los romanos primitivos el cobre; luego, en general, el oro y la plata. Eran, al comienzo, barras toscas sin cuño ni sello.
Para evitar los fraudes respecto de la pureza del metal se colocó un sello público sobre los metales más frecuentemente usados en el comercio, que atestiguaba la calidad uniforme de esas mercancías utilizadas como instrumento de cambio. Tal es el origen de la moneda sellada y de los establecimientos públicos llamados “Casas de Moneda”.
Luego la acuñación (improntas que cubrían los bordes de la pieza) atestiguó no sólo la calidad sino también el peso del metal, por lo cual esas piezas se reciben actualmente sin tomarse la molestia de pesarlas.
Es así como la moneda se convirtió en el instrumento universal de comercio en todas las naciones civilizadas, y por su mediación se compran, venden y permutan toda clase de bienes.

CAPÍTULO 5   DEL PRECIO REAL Y NOMINAL DE LAS MERCANCÍAS, O DE SU PRECIO EN TRABAJO Y DE SU PRECIO EN MONEDA

         Una vez establecida la división del trabajo, ES SÓLO UNA PEQUEÑA PARTE DE LAS  COSAS NECESARIAS, CONVENIENTES Y GRATAS PARA LA VIDA LA QUE SE PUEDE OBTENER CON EL ESFUERZO PERSONAL. La mayor parte de ellas se conseguirá mediante el trabajo de otras personas y se será rico o pobre de acuerdo a la cantidad de trabajo ajeno que se halle en condiciones de adquirir.
En consecuencia, EL VALOR DE CUALQUIER BIEN, para la persona que lo posee y no piensa consumirlo, sino cambiarlo por otros, ES IGUAL A LA CANTIDAD DE TRABAJO QUE PUEDA ADQUIRIR POR MEDIACIÓN SUYA.

EL TRABAJO, POR LO TANTO, ES LA MEDIDA REAL DEL VALOR EN CAMBIO DE TODA CLASE DE BIENES


El precio real de cualquier cosa son las penas y fatigas que su adquisición supone. Lo que realmente vale para el que ya la ha adquirido y desea disponer de ella, o cambiarla por otros bienes, son las penas y fatigas de que lo librarán, y que podrá imponer a otros individuos. Lo que se compra con dinero o con otra clase de bienes nos dispensa de esas fatigas.
El trabajo fue, pues, el precio primitivo, la moneda originaria que sirvió para pagar y comprar todas las cosas. No fue con el oro ni con la plata, sino con el trabajo como se compró originariamente en el mundo toda clase de riquezas.
Pero aunque el trabajo es la medida real del valor en cambio de todos los bienes, generalmente no es la medida por la cual se estima ese valor. Con frecuencia ES DIFÍCIL AVERIGUAR LA RELACIÓN PROPORCIONAL QUE EXISTE ENTRE CANTIDADES DIFERENTES DE TRABAJO: una hora de trabajo penoso contiene a veces más esfuerzo que dos horas de una labor más fácil, y más trabajo también, la aplicación de una hora de trabajo en una profesión cuyo aprendizaje requiera del trabajo de 10 años, que un mes de actividad en una labor ordinaria y de fácil ejecución.
Es más frecuente que se cambie, y en consecuencia, se compare un artículo con otros y no con trabajo. Por lo tanto, parece más natural estimar su valor de cambio por la cantidad de cualquier otra suerte de mercancía, y no por la cantidad de trabajo que con él se puede adquirir. LA MAYOR PARTE DE LA GENTE ENTIENDEN MEJOR QUÉ QUIERE DECIR UNA CANTIDAD DE UNA MERCANCÍA DETERMINADA QUE UNA CANTIDAD DE TRABAJO.
Ahora bien, desde el momento en que se cesó la permuta y el dinero se convirtió en el instrumento común de comercio, es más frecuente cambiar cualquier mercancía por dinero y no por otra cosa.
De donde resulta que es frecuente estimar el valor de cambio de toda mercancía por la cantidad de dinero y no por la cantidad de otra mercancía o de trabajo que se pueda adquirir mediante ella.
EL ORO Y LA PLATA, COMO CUALQUIER OTRO BIEN, CAMBIAN DE VALOR; UNAS VECES CON MÁS CAROS Y OTRAS MÁS BARATOS. Una veces son más fáciles y otras más difíciles de adquirir. El descubrimiento de las ricas minas de América redujo el valor del oro y la plata, en el siglo XVI, a casi de una tercera parte de su valor anterior. En la medida en que cuesta menos trabajo llevar esos metales de la mina al mercado, es menor el trabajo de otra especie que con ello se puede adquirir.
Ahora bien, de la misma medida que una medida que estuviese cambiando siempre su longitud no podría ser jamás una medida exacta de otras cosas, así una mercadería que varíe continuamente en su propio valor, nunca podrá ser medida exacta del valor de otros artículos.
EN TODA ÉPOCA ES CARO LO QUE RESULTA DIFÍCIL DE ADQUIRIR O CUESTA MUCHO TRABAJO OBTENER, Y BARATO LO QUE SE ADQUIERE CON MÁS FACILIDAD Y MENOS TRABAJO.

POR CONSIGUIENTE, EL TRABAJO, AL NO CAMBIAR NUNCA DE VALOR ES EL ÚNICO Y DEFINITIVO PATRÓN EFECTIVO, POR EL CUAL SE COMPARAN Y ESTIMAN LOS VALORES DE TODOS LOS BIENES, CUALESQUIERA QUE SEAN LAS CIRCUNSTANCIAS DE LUGAR Y DE TIEMPO. EL TRABAJO ES SU PRECIO REAL, Y LA MONEDA, ES ÚNICAMENTE EL PRECIO NOMINAL


Pero aunque para el trabajador siempre tengan igual valor idénticas cantidades de trabajo, no ocurre así con la persona que lo emplea: las compra, en unas ocasiones, con mayor cantidad de bienes, y en otras, con menos cantidad de los mismos; por esto se hace la idea de que el precio del trabajo varía como el de todas las demás cosas, siendo unas veces caro y otras barato.
En realidad, son los bienes los que son caros o baratos en una caso o en otro. El mismo precio real representa siempre el mismo valor; pero el mismo precio nominal puede tener valores distintos, en atención a las variaciones en el valor del oro y la plata. .

EL TRABAJO ES LA MEDIDA UNIVERSAL Y MÁS EXACTA DEL VALOR, LA ÚNICA REGLA QUE NOS PERMITE COMPARAR LOS VALORES DE LAS DIFERENTES MERCANCÍAS EN DISTINTOS TIEMPOS Y LUGARES
EL DINERO ES LA MEDIDA EXACTA DEL VALOR DE CAMBIO REAL DE TODAS LAS MERCANCÍAS. ESTO SÓLO ES ASÍ, SIN EMBARGO, EN IGUALDAD DE CIRCUNSTANCIAS DE LUGAR Y DE TIEMPO


Como el precio nominal o monetario de los bienes determina y decide finalmente si son o no razonables las compras y las ventas, y por él se regulan casi todas las transacciones de la vida común, cuando media precio, no es de extrañar que se preste más atención al precio nominal que al real.

CAPÍTULO 6   SOBRE LOS ELEMENTOS COMPONENTES DEL PRECIO DE LAS MERCANCÍAS

           Es natural que una cosa que generalmente es producto del trabajo de dos días valga el doble que la que es consecuencia de un día. Si una clase de trabajo es más penosa que otra, será también natural que se haga una cierta asignación a ese superior esfuerzo, y el producto de una hora de trabajo, en un caso, se cambiará frecuentemente por el producto de dos horas en otro. Pero tan pronto como el capital se acumula en poder de personas determinadas, algunas de ellas procuran regularmente emplearlo en dar trabajo a gentes laboriosas, suministrándoles materiales y alimentos, para sacar un provecho de la venta de su producto o del valor que el trabajo incorpora a los materiales.
Al cambiar un producto acabado, bien sea por dinero, bien por trabajo, o por otras mercaderías, además de lo que sea suficiente para pagar el valor de los materiales y los salarios de los obreros es necesario que se de algo por razón de las ganancias que corresponden al empresario, el cual compromete su capital en esa contingencia. El valor que el trabajador añade a los materiales se resuelve en dos partes: una de ellas paga el salario de los obreros y la otra las ganancias del empresario, sobre el fondo entero de materiales y salarios que adelanta. El empresario no tendría interés alguno en emplearlos si los beneficios no guardasen cierta proporción con la cuantía del capital. Hay quienes imaginan que estos beneficios del capital son sólo un nombre distinto por los salarios de una particular especie de trabajo, como es el de inspección y dirección. Pero son cosas completamente distintas, regulándose por principios diferentes, que no guardan proporción con la cantada, el esfuerzo o la destreza de esta supuesta labor de inspección o de dirección. Los beneficios se regulan enteramente por el valor del capital empleado y son mayores o menores en proporción a su cuantía. En muchas grandes empresas el trabajo de inspección suele encomendarse a un empleado principal; los salarios pagados a esta persona representan el valor de dicha labor de dirección e inspección. Aun cuando al fijar esos salarios se atiende regularmente, no sólo a la destreza y al esfuerzo, sino también a la confianza que se deposita en el empleado, nunca guardan proporción con el capital que maneja. El propietario de este capital, a pesar de quedar liberado casi por completo de todo trabajo, aún espera que sus beneficios conserven una proporción regular con su inversión. Por lo tanto, el beneficio del capital forma parte del precio de las mercancías y es por completo diferente de los salarios del trabajo, los cuales se regulan por principios completamente diferentes. Desde el momento en que las tierras de un país se convierten en propiedad privada de los terratenientes, éstos como los demás hombres desean cosechar donde nunca han sembrado, y exigen una renta hasta por el producto natural del suelo: la renta de la tierra, que se halla en el precio de la mayor parte del precio de los artículos como un tercer componente. El valor real de todas las diferentes partes que componen el precio se mide por la cantidad de trabajo, que cada una de esas porciones dispone o adquiere. El trabajo no sólo mide el valor de aquélla parte del precio que se resuelve en trabajo, sino también el de aquella otra que se traduce en renta y beneficio. A medida que vaya siendo más elaborada cualquier mercancía especial, la parte del precio que componen los salarios y el beneficio es mayor que la correspondiente a la renta. Con los progresos en el arte de la manufactura no sólo aumentan los beneficios. sino que se acrecientan sucesivamente, porque el capital de que se derivan es cada vez mayor. El precio de toda mercancía particularmente considerada se resuelve, en última instancia, en alguna de estas partes, en una o en otras, o en las tres conjuntamente: renta, trabajo y beneficio. La porción que sobra después de pagar la renta de la tierra y el precio de todo el trabajo empleado en conseguir, manufacturar y poner en el mercado las mercancías, implica necesariamente un beneficio para alguien. Quien percibe renta de un fundo que le pertenece, la deriva de su trabajo, de su capital o de su tierra. La renta que procede del trabajo se llama salario; la derivada del capital, por la persona que lo emplea y administra, se denomina beneficio; y la que obtiene la persona que no lo emplea por su cuenta, sino que se lo presta a otro se califica de interés o usura. Esta última es la compensación que paga el prestatario al prestamista por el beneficio que tiene oportunidad de obtener al hacer uso de la moneda.
Cuando las tres especies de renta (renta propiamente dicha, salario y beneficio) corresponden separadamente a distintas personas son muy fáciles de distinguir; pero cuando pertenecen al mismo sujeto se confunden con facilidad, por lo menos en el lenguaje corriente. Un jardinero que cultiva directamente su propio huerto reúne en su persona los tres distintos caracteres de terrateniente, colono y jornalero; el producto le paga por lo tanto la renta del primero, el beneficio del segundo y los salarios del tercero. El producto total se considera como una mera compensación de su trabajo, confundiéndose en este caso la renta y el beneficio con los salarios.

CAPÍTULO 7   DEL PRECIO NATURAL Y DEL PRECIO DE MERCADO DE LOS BIENES

                Cuando el precio de un cosa es ni más ni menos que el suficiente para pagar la renta de la tierra, los salarios del trabajo y los beneficios del capital empleado en obtenerla, prepararla y traerla al mercado, de acuerdo con sus precios corrientes, aquélla se vende por lo que se llama su precio natural. El artículo se vende entonces por lo que precisamente vale, o por lo que realmente le cuesta a la persona que lo lleva al mercado. El precio efectivo a que corrientemente se venden las mercancías es lo que se llama precio de mercado, y puede coincidir con el precio natural o ser superior o inferior a éste.
EL PRECIO DE MERCADO DE CADA MERCANCÍA EN PARTICULAR SE REGULA POR LA PROPORCIÓN ENTRE LA CANTIDAD DE ÉSTA QUE REALMENTE SE LLEVA AL MERCADO Y LA DEMANDA DE QUIENES ESTÁN DISPUESTOS A PAGAR EL PRECIO NATURAL DEL ARTÍCULO, o sea el íntegro valor de la renta, el trabajo y el beneficio, que es preciso cubrir para presentarlo en el mercado.
Cuando la cantidad de una mercancía que se lleva al mercado es insuficiente para cubrir la demanda efectiva, algunos, con tal de no renunciar a la mercancía, estarán dispuestos a pagar más por ella. Por tal razón, se suscitará entre ellos inmediatamente una competencia, y el precio de mercado subirá más o menos sobre el precio natural según que la magnitud de la deficiencia, la riqueza o el afán de ostentación de los competidores, estimulen más o menos la fuerza de la competencia. Esto nos explica los precios exorbitantes de los artículos de primera necesidad durante el bloqueo de una población o en época de hambre. Cuando la cantidad llevada al mercado excede la demanda efectiva, no puede venderse entonces toda ella entre quienes estarían dispuestos a pagar el valor completo de la renta, salarios y beneficios que costó la mercancía.
Parte de ella tiene, entonces, que venderse a los que están dispuestos a pagar menos, y este precio más bajo que ofrecen por ella, reducirá el de toda la mercancía. El precio de mercado bajará más o menos con respecto al natural según que abundancia o la escasez del género incremente más o menos la competencia entre los vendedores. Cuando la cantidad llevada al mercado es suficiente para cubrir la demanda efectiva, pero no más, el precio de mercado coincide o se aproxima al precio natural. Como la cantidad de cualquier mercancía que se lleva al mercado se ajusta por sí misma a la demanda efectiva, interesa a cuantos emplean su tierra, su capital y su trabajo en traer esos productos al mercado que la cantidad de ellos no supere nunca la demanda efectiva. Si alguna vez las remesas de mercaderías exceden la demanda efectiva, alguna de las partes componentes del precio se pagará por debajo de su tasa natural. Si la porción afectada es la correspondiente a la renta de la tierra, el interés de los dueños les inducirá a destinar parte de sus fincas a producir otros artículos, y si es el salario o el beneficio, el interés de los trabajadores y el de los patrones les inducirá, en cada caso, a retirar rápidamente una parte de su trabajo o del capital, de este empleo.
De este modo, la capital que se ofrece en el mercado será en poco tiempo insuficiente para cubrir la demanda efectiva y todas las diferentes partes de sus precios volverán a su nivel natural, y el precio global también a su precio natural. Si, por el contrario, la cantidad llevada al mercado fuese inferior a la demanda efectiva, alguna de las partes componentes de su precio se elevaría por encima de su nivel natural. Entonces, en cualquiera de estas partes, aumentará el capital, la tierra o el trabajo empleados y la cantidad de mercancías ofrecidas a  los compradores será pronto suficiente para satisfacer la demanda efectiva. Todos los componentes del precio bajarán pronto a su precio natural y el precio global también.

EL PRECIO NATURAL VIENE A SER, ASÍ, EL PRECIO CENTRAL, ALREDEDOR DEL CUAL GRAVITAN CONTINUAMENTE LOS PRECIOS DE TODAS LAS MERCANCÍAS


Cuando, al aumentar la demanda efectiva de alguna mercancía, el precio de mercado se eleva bastante por encima del natural, quienes emplean sus capitales en abastecerlo procuran, por lo general, ocultarlo. Si fuera conocido, la expectativa de grandes ganancias induciría a muchos competidores nuevos a emplear sus capitales en la misma forma, con lo cual al poco tiempo la demanda efectiva quedaría plenamente satisfecha, viéndose reducido el precio de mercado al precio natural. Pero secretos de esta naturaleza son dificilísimos de guardar mucho tiempo y la ganancia extraordinaria apenas dura hasta que el secreto deja de serlo. Un monopolio otorgado a un individuo o a una compañía de comercio produce el mismo efecto que un secreto. Los monopolistas manteniendo siempre bajas las disponibilidades de sus productos en el mercado. no satisfaciendo jamás la demanda efectiva venden sus géneros a un precio mucho más alto que el natural, y elevan por encima de la tasa natural sus ganancias. El precio de monopolio es en todo momento el más alto que puede obtener, por el contrario el precio natural o de libre competencia es el más bajo que se puede conseguir, en los períodos prolongados de tiempo.  

CAPÍTULO 8   DE LOS SALARIOS DEL TRABAJO

                El producto del trabajo constituye una recompensa natural o salario de trabajo. En el estado originario de la sociedad que precede a la apropiación de la tierra y a la acumulación del capital, el producto íntegro del trabajo pertenece al trabajador. No había entonces propietarios ni patronos con quienes compartirlo. Si este estado de cosas hubiera continuado, los salarios del trabajo habrían aumentado, en consonancia con todas las mejoras en las facultades productivas, que se originan en la división del trabajo. Todas las cosas se hubieran ido abaratando gradualmente. Pero este estado originario en el que el trabajador gozaba de todo el producto de su propio trabajo sólo pudo perdurar hasta que tuvo lugar la primera apropiación de las tierras y acumulación de capital.
Tal situación terminó mucho antes de que se hicieran los progresos más trascendentes en las aptitudes productivas del trabajo. Tan pronto como la tierra se convierte en propiedad privada, el propietario exige una parte de todo cuanto producto obtiene o recolecta en ella el trabajador. Su renta es la primera deducción que se hace del producto del trabajo aplicado a la tierra. Rara vez ocurre que la persona que cultiva la tierra disponga de los necesario para mantenerse hasta la recolección.
La subsistencia que se le adelanta procede generalmente del capital de un amo, el granjero que lo emplea, y que no tendría interés en ocuparlo sino participando en el producto del trabajador, salvo el caso de que su capital le fuera devuelto con un beneficio. Beneficio que es la segunda deducción que se hace del producto del trabajo empleado en la tierra. El producto de cualquier otro trabajo está casi siempre sujeto a la misma deducción de un beneficio.
Los salarios del trabajo dependen generalmente del contrato concertado entre el operario y el patrón, cuyos intereses difícilmente coinciden. El operario desea sacar los más posible; y los patronos dar lo menos que puedan. Sin embargo, no es difícil prever cuál de las dos partes saldrá gananciosa en la disputa. Los patronos siendo menos en número se pueden poner más fácilmente de acuerdo. Un patrono puede generalmente vivir un año o dos disponiendo del capital previamente adquirido; La mayor parte de los trabajadores no podrá subsistir un semana. A largo plazo tanto el patrono como el trabajador se necesitan mutuamente, pero con distinta urgencia. Los patronos siempre, en todo lugar, mantuvieron una especie de concierto tácito, constante y uniforme, para no elevar los salarios por encima de su nivel actual. Dichos acuerdos chocan frecuentemente con una acción concertada y defensiva de los obreros, quienes también se ponen de acuerdo para elevar el precio de su trabajo. Suelen recurrir a la violencia, pero fracasan generalmente sin otros frutos que el castigo o las ruinas de sus dirigentes.
Aún cuando generalmente gocen de ventaja los patronos, hay un cierto nivel por debajo del cual parece imposible que baje el salario de las ocupaciones de inferior categoría: el hombre ha de vivir de su trabajo y los salarios han de ser por lo menos lo suficientemente elevados para mantenerlo. En la mayor parte de las ocasiones es indispensable que gane algo más que el sustento, porque de otro modo sería imposible mantener una familia y la raza de esos trabajadores no pasaría de la primera generación.
Hay, a veces ciertas circunstancias que son favorables a los trabajadores: cuando en un país aumenta continuamente la demanda de aquellas personas que viven de sus salarios, los trabajadores no necesitan ponerse de acuerdo para elevarlos. La escasez de mano de obra genera una competencia entre los patronos, con lo cual éstos rompen su natural coalición para no subir los jornales. La demanda de mano de obra asalariada aumenta con el incremento del ingreso y del capital de las naciones, es decir, con el incremento de la riqueza nacional. Lo que motiva el alza de los salarios no es la magnitud de la riqueza de un país sino su continuo incremento.
Por lo tanto, donde los salarios son más altos no es en los países más ricos sino en los más laboriosos o en los que más rápidamente se enriquecen. Por grande que sea la riqueza de un país, como ésta permanezca estacionaria, no es de esperar que en él sean muy altos los salarios. Si los capitales destinados al pago continúan por varias centurias a un nivel idéntico, el número de trabajadores empleado cada año bastará fácilmente a cubrir el número que se solicite el año próximo y quizá con exceso. Apenas habrá escasez de mano de obra y los patronos no tendrán que competir para conseguirla. Por el contrario, habrá una constante escasez de empleo y los trabajadores se verán obligados a competir entre sí para conseguir trabajo. En un país donde fuesen decayendo los fondos destinados a mantener la mano de obra cada año iría siendo menor la demanda de trabajo y muchos trabajadores correrían el riesgo de morir de hambre, teniendo que recurrir a la mendicidad. Esta condición paupérrima es un índice del peor de los retrocesos de la riqueza nacional.
La recompensa real del salario, o sea, la cantidad de cosas necesarias y útiles para la vida que dicha recompensa procura al obrero mejora las condiciones de las clases inferiores del pueblo y dado que, los trabajadores constituyen la mayoría en toda sociedad política de importancia, esta mejora beneficia al todo social pues beneficia a la mayor parte de sus componentes. La demanda de trabajo regula la producción de la especie. Cuando la demanda aumenta, la remuneración del trabajo estimulará necesariamente los matrimonios y la multiplicación de los obreros, de tal suerte que satisfagan el continuo incremento de la demanda con una población gradualmente en aumento.
Los patronos hacen mejores arreglos con sus trabajadores en los años de carestía que en los de abundancia y los encuentran más sumisos, humildes y laboriosos en los primeros que en los segundos. Que la demanda del trabajo aumente en los años de plenitud y disminuya en los de escasez es la causa de que el precio pecuniario del trabajo aumente en un caso y disminuya en el otro, pero el otro factor que determina el precio en dinero del trabajo, además de la demanda, es el precio de las cosas necesarias y útiles para la vida.
Si el precio del trabajo es alto en épocas de gran demanda, en el supuesto de que la demanda continuase siendo la misma, el precio de trabajo sería mucho más si el precio de las provisiones fuese caro. La escasez de los años de carestía, al disminuir la demanda de trabajo, tiende a rebajar su precio, y el elevado precio de las provisiones, a aumentarlo. La plenitud del año de baratura aumenta la demanda de trabajadores y así aumenta el precio del trabajo, en tanto que la baratura de los alimentos hace que dicho precio baje. De este modo, las dos causas se compensan mutuamente, y a esta circunstancia se debe probablemente que los salarios del trabajo sean más estables y fijos que el precio de los alimentos.

CAPÍTULO 9   DE LOS BENEFICIOS DEL CAPITAL

                El aumento y la disminución de los beneficios del capital depende de las mismas causas que hacen subir y descender los salarios del trabajo; pero estas causas producen esos efectos de una manera muy distinta en una caso y en el otro. El aumento de capital, que hace subir los salarios, propende a disminuir al beneficio. Cuando los capitales de muchos comerciantes ricos se invierten en el mismo negocio, la natural competencia que se hacen entre ellos, tiende a reducir su beneficio; y cuando tiene lugar un aumento del capital en las diferentes actividades, la misma competencia producirá efectos similares en todas ellas.
El beneficio fluctúa de tal modo que ni aún la misma persona que dirige un negocio particular puede decirnos cuál sea su beneficio anual promedio. Influyen en él no sólo las variaciones del precio de las mercancías, sino la buena o mala de sus rivales o clientes y mil otros accidentes. Aunque puede aceptarse como máxima general que podemos formarnos alguna idea de los beneficios por el interés del dinero. Podemos afirmar que cuando el interés del dinero corriente en el mercado varía en un país, también varían en él los beneficios del capital. La disminución del capital de la sociedad o de los fondos destinados al mantenimiento de la industria rebaja los salarios del trabajo e incrementa los beneficios del capital y, por consiguiente, el interés del dinero.
Al bajar los salarios, los propietarios de los capitales pueden poder sus géneros en el mercado con menos gastos que antes, y sus mercancías cuestan menos y las venden por más. El nivel más bajo del beneficio ordinario ha de ser por lo menos algo más que suficiente para compensar las pérdidas ocasionales a que se expone cualquier colocación de capital. Ese nivel se puede considerar como beneficio neto o puro. Del mismo modo, la tasa más baja del interés usual ha de ser algo más que suficiente para compensar las pérdidas ocasionales a que está expuesto el que presta. Los beneficios elevados tienden a aumentar mucho más el precio de la obra que los salarios altos. La porción del precio que se resuelve en salarios de los trabajadores se eleva, en cada uno de los estadios de la manufactura, en proporción aritmética al aumento de los jornales. En cambio, si los beneficios de los patronos se elevasen, la porción del precio del artículo que se resuelve en ganancia se elevaría en cada uno de los estadios de la manufactura en proporción geométrica a dicha alza del beneficio.

CAPÍTULO 10   DE LA RENTA DE LA TIERRA

La renta, considerada como el precio que se paga por el uso de la tierra, es todo lo que resta del precio del producto por encima de la porción necesaria para mantener el capital y los beneficios ordinarios de este capital destinado a la labranza. El remanente se los reserva el propietario como renta de la tierra y es la renta más corriente a que suelen arrendarse dichas tierras. No se trata de un beneficio del capital que el propietario empleó en mejorar el suelo: el propietario exige una renta aun por la tierra que no ha experimentado mejoras, y el beneficio a cuenta de mejoras es, por lo general, una adición que se hace a la renta originaria. La renta de la tierra, considerada como un precio que se paga por su uso, es un precio de monopolio, pues no guarda proporción con las mejoras que el propietario pudiera haber hecho en ella ni con lo que la tierra puede rendir.
La renta entra, pues, en la composición del precio de las mercancías de una manera diferente a como lo hacen los salarios y los beneficios. Que los salarios o beneficios sean altos o bajos determina que los precios sean elevados o módicos, mientras que una renta alta o baja es consecuencia del precio. El precio de una mercancía particular es elevado o bajo porque es necesario pagar salarios o beneficios altos o bajos para hacerla llegar hasta el mercado. Pero que el precio sea bajo o alto da origen a que la renta de la tierra sea mayor o menor o que no haya absolutamente renta.

LIBRO CUARTO


CAPÍTULO 1   DEL PRINCIPIO DEL SISTEMA MERCANTIL

                Comúnmente le atribuimos al dinero dos funciones: la de instrumento para el comercio y como medida de valor. La primera de esas funciones hace referencia a que nos es posible adquirir lo que necesitamos con el dinero que con cualquier otra mercadería. En virtud de la segunda de esas funciones estimamos todas las cosas por la cantidad de dinero que somos capaces de conseguir al cambiarlas. El hecho de enriquecerse consiste en acumular dinero. En el lenguaje común suelen confundirse los conceptos de VALOR y RIQUEZA, convirtiéndose en sinónimos. Así, un país es considerado rico, al igual que una persona, cuando dispone de grandes cantidades de dinero; y el atesorar oro y plata se considera como la manera más rápida y segura de enriquecerse.
                Locke hace una diferencia muy notable entre el dinero y el resto de las cosas muebles; el dinero no es perecedero y aunque entre en el circuito comercial, mientras no se extraiga del país, no está muy expuesto a consumirse y desgastarse. Con este razonamiento, el oro y la plata componen la parte más sustancial de la riqueza de una nación. El principal objetivo de la economía política sería entonces el intentar multiplicar estos metales. Muchas naciones europeas han investigado por mucho tiempo, aunque no siempre con éxito, los modos de acumular oro y plata en sus territorios. Gran parte de ellas impusieron severas prohibiciones contra el extraer oro o plata del país. Pero cuando estos países se transformaron en naciones comerciales, algunos vieron los perjuicios que acarreaba esta prohibición; ya que a cambio de oro y plata podían obtener artículos extranjeros de una manera mucho más ventajosa que con cualquier otra mercancía.
Dos críticas cobraron gran vigor: la primera se basaba en que la exportación de oro y plata no debe necesariamente disminuir la cantidad total de dichos metales. Por el contrario, pueden obtenerse ganancias al reexportar o vender ventajosamente otros productos. La segunda crítica apunta a que esta prohibición nunca podría impedir la saca efectiva de oro y plata, porque el volumen y alto valor de estos metales invitaban con mucha frecuencia al contrabando, prácticamente inevitable. La relación entre las importaciones y las exportaciones determina el estado de la balanza comercial. Una balanza con valor negativo llevará a un cambio desfavorable, lo que finalmente terminará en la salida de oro y plata del país, en manos de los comerciantes extranjeros.
                Todos estos argumentos fueron muy discutidos. Tanto los hombres de campo como los comerciantes sabían por experiencia que el comercio extranjero enriquecía a los países, pero ellos desconocían enteramente cómo y de qué manera. Prevaleció la idea de que el comercio extranjero traía al país grandes sumas de dinero, y que las leyes controvertidas impedían la entrada de cantidades suplementarias, que ingresarían al país tan pronto como aquellas regulaciones fuesen derogadas. La atención del Gobierno se distrajo, pues, de las medidas relativas a impedir la exportación de oro y plata para centrarse en el estado de la balanza comercial, como única causa del aumento y disminución de aquellos metales. Respecto del comercio interior, se consideró que ni traía ni quitaba dinero al país. Así, la nación no podía ser por su causa ni más rica ni más pobre, a no ser porque su prosperidad o decadencia pudiera influir en la situación del comercio exterior.
     LA CANTIDAD DE MERCADERÍAS QUE ES CAPAZ DE COMPRAR Y DE PRODUCIR EL TRABAJO HUMANO SE REGULA POR LA SITUACIÓN DE LA DEMANDA EFECTIVA.
Pero no existe ninguna mercancía que se adapte de manera más rápida y efectiva al estado de la demanda que el oro y la plata, ya que debido a su poco volumen y su alto valor son fácilmente transportables de un lugar a otro. La demanda influye en el precio de la mercadería: para una oferta constante, si aumentamos la demanda, ese artículo pasará a ser relativamente más escaso aunque igualmente preciado, por lo que los compradores estarán dispuestos a pagar dinero más por ese mismo artículo. Así claramente vemos un balance positivo, lo que determinará una acumulación de oro y plata por el vendedor. El proceso inverso ocurriría si redujésemos la demanda. El hecho de que esos metales sean fácilmente transportables del lugar donde abundan hacia donde escasean es una de las causas que nos explican por qué su precio no fluctúa constantemente, a diferencia de la mayoría de las otras mercaderías, de mayor volumen y mayor dificultad para movilizarlas y contrarrestar la saturación o escasez del mercado.
                Cuando los beneficios del comercio son mayores de lo habitual, es un error común, tanto entre los pequeños como en los grandes comerciantes, extender sus operaciones más allá de lo que permiten sus disponibilidades. Antes de que las empresas lleguen a producir, se ha desvanecido el capital y también el crédito. Entonces comienzan a buscar dinero prestado, y todos rehúsan negando tenerlo. Se genera así una sensación general de escasez de moneda. Un mercader concluye con su experiencia que es más fácil comprar mercancías con dinero que dinero con mercancías. Esto es así porque el dinero es un instrumento común y reconocido en las transacciones comerciales. El dinero no se da tan fácilmente a cambio de cualquier cosa, bienes éstos con una condición mucho más perecedera. El comerciante obtiene más provecho vendiendo que comprando, por lo que siempre buscará el cambiar sus mercaderías por dinero que a la inversa. En definitiva, no se desea el dinero por el dinero mismo sino por lo que con él se puede comprar.
                Volveremos a examinar ahora la idea vulgar de que la riqueza consiste en dinero, o en oro y plata. Para este análisis daremos por supuesto que los siguientes dos principios son ciertos: que la riqueza consiste en oro y plata, y que estos metales pueden ser introducidos en un país desprovisto de minas por el único medio de la balanza de comercio, o extrayendo mayor valor del que se produce.
Los dos grandes arbitrios para enriquecer un país no podían ser otros que las restricciones a la importación y el fomento de las exportaciones. Respecto de la primera veremos que todas estas restricciones consisten derechos elevados sobre la importación y otras veces en prohibiciones absolutas, principalmente si los artículos en cuestión son producidos en el interior del país. Con relación a la segunda, la exportación se fomenta, a veces, con la devolución de derechos, y otras, con primas a la exportación. También por medio de tratados ventajosos con Estados extranjeros, y mediante el establecimiento de colonias en los territorios distantes (monopolio absoluto para los efectos y comerciantes de la metrópoli).

CAPÍTULO 2   DE LAS RESTRICCIONES IMPUESTAS A LA INTRODUCCIÓN DE AQUELLAS MERCANCÍAS EXTRANJERAS QUE SE PUEDEN PRODUCIR EN EL PAÍS

                Haciendo uso de las restricciones -mediante elevados derechos de aduana o prohibiendo en absoluto la importación de artículos que pueden ser producidos en el país- se asegura un cierto monopolio del mercado interior a la industria nacional dedicada a producir dichos artículos. Es seguro y evidente que este monopolio del mercado interior constituye un gran incentivo para aquellas industrias particulares que los disfrutan, desplazando en ese sentido una mayor proporción del capital y del trabajo del país. Pero ya no resulta tan evidente que este monopolio tienda a acrecentar la actividad económica de la sociedad o a imprimirle la dirección más ventajosa. Cada individuo en particular se preocupa continuamente de buscar el empleo más ventajoso para el capital de que puede disponer. Lo que desde luego se propone es su propio interés, no el de la sociedad,  pero estos mismos esfuerzos hacia su propia ventaja le inclinan a preferir, de una manera natural, o más bien necesaria, el empleo más útil a la sociedad como tal.
Principalmente, cada individuo procura emplear su capital lo más cerca que pueda de su lugar de residencia. En consecuencia, si son iguales, o casi iguales, las utilidades, cualquier mayorista prefiere naturalmente el comercio nacional al exterior.  El mercado interior o doméstico se convierte así en el centro en torno al cual giran continuamente los capitales de los habitantes de cualquier país, así como el centro hacia donde naturalmente gravitan (si no interfiere otra causa extrínseca).
Únicamente el afán de lucro inclina al hombre a emplear su capital en empresas industriales, y procurará invertirlo en sostener aquellas industrias cuyo producto considere que tiene el máximo valor. Entonces, como cualquier individuo se esfuerza en emplear su capital en sostener la industria doméstica y dirigirla a la obtención del producto que rinde más valor, resulta que cada uno de ellos colabora de una manera necesaria en la obtención del ingreso anual máximo para la sociedad. Cuando decide invertir en su país y produce el artículo más rentable, el empresario sólo piensa en su propio beneficio, pero sin buscarlo promueve la economía de su sociedad. En qué empresa invertir y qué producir es algo que juzgará cada individuo en su caso particular, mucho mejor de lo que el gobernante puede hacerlo.
Conceder monopolios en el mercado doméstico a cualquier especie de industria en particular es como indicar a las personas particulares la manera como deben invertir sus capitales y en muchos casos esto determina una medida inocua o hasta perjudicial. La prudencia de cada individuo rara vez irá en contra del beneficio de su sociedad. La actividad de la sociedad sólo puede aumentar en la medida de que su capital crezca, y este incremento sólo puede verificarse mediante el ahorro gradual de sus rentas. La aplicación de reglamentaciones puede llegar a ser severamente contraproducente. Es sólo una ventaja adquirida la que posee un país con relación al vecino que se especializa en la producción de otro artículo, y ello no obstante, encuentran que es más beneficioso para ambos comprarse mutuamente que producir artículos extraños a la respectiva actividad.



































































Ricardo, David


PRINCIPIOS DE ECONOMÍA POLÍTICA Y TRIBUTACIÓN (1817)

CAPÍTULO 1   SOBRE EL VALOR


Sección 1

EL VALOR DE UN ARTÍCULO, O SEA, LA CANTIDAD DE CUALQUIER OTRO ARTÍCULO POR LA CUAL PUEDE CAMBIARSE, DEPENDE DE LA CANTIDAD RELATIVA DE TRABAJO QUE SE NECESITA PARA SU PRODUCCIÓN


Adam Smith observaba que la palabra “valor” tiene dos significados diferentes: a veces designa la utilidad de un objeto particular, y, otras, la capacidad de comprar otros bienes. Al primero lo llama VALOR DE USO, Y al segundo VALOR EN CAMBIO.
La utilidad no es la medida del valor de cambio, aunque es absolutamente esencial para éste. Si un bien no fuera, de ningún modo útil a nuestras satisfacciones, no tendría ningún valor de cambio, por escaso que pudiera ser, o sea cual fuere la cantidad de trabajo necesaria para obtenerlo.

CUANDO POSEEN UTILIDAD, LOS BIENES OBTIENEN SU VALOR DE CAMBIO DE DOS FUENTES: DE SU ESCASEZ Y DE LA CANTIDAD DE TRABAJO REQUERIDA PARA OBTENERLOS


En su producción opera la competencia sin restricción. En las etapas iniciales de la sociedad, el valor de cambio de dichos bienes, o la regla que determina qué cantidad de uno debe darse en cambio por otro, depende casi exclusivamente de la cantidad comparativa de trabajo empleada en cada uno. Como planteaba Adam Smith, el trabajo fue pues el precio primitivo, la moneda originaria que sirvió para comparar y pagar todas las cosas.
Si la cantidad de trabajo cristalizada en los bienes determina su valor de cambio, cualquier aumento de la cantidad de trabajo debe elevar el valor de este bien sobre el que se ha aplicado, así como cualquier disminución debe reducir su valor.
Si esto fuera cierto, si la recompensa del trabajador estuviera siempre en proporción a lo producido por él, la cantidad de trabajo empleada en un bien y la cantidad de trabajo que este mismo bien adquiriría serían iguales, y cualquiera de ellas podría medir con precisión las variaciones de otras cosas. Pero no son iguales: en muchas ocasiones siendo igual la cantidad de trabajo empleada en un bien; así, la cantidad de trabajo que este bien adquiere está sujeta a tantas fluctuaciones como las que experimentan los bienes que con ella se comparen.
Adam Smith, después de demostrar la insuficiencia de un medio variable como el oro y la plata, escogió un medio que es igualmente variable: el trabajo.

PARA RICARDO, EL VALOR DEL TRABAJO ES IGUALMENTE VARIABLE, AFECTÁNDOSE COMO LAS DEMÁS COSAS POR LA PROPORCIÓN ENTRE LA OFERTA Y LA DEMANDA, Y POR EL PRECIO VARIABLE DE LOS ALIMENTOS Y DE OTROS BIENES NECESARIOS -EN ADQUIRIR LOS CUALES SE GASTAN LOS SALARIOS DEL TRABAJO-


No es correcto decir con Adam Smith que como el trabajo muchas veces podrá comprar más y otras menos cantidad de bienes, lo que varía es el valor de los mismos, y no el trabajo que los adquiere; es correcto en cambio afirmar que LA CANTIDAD COMPARATIVA DE BIENES PRODUCIDOS POR EL TRABAJO ES LA QUE DETERMINA SU VALOR RELATIVO PRESENTE O PASADO, Y NO LAS CANTIDADES COMPARATIVAS DE BIENES QUE SE ENTREGAN AL TRABAJADOR, A CAMBIO DE SU TRABAJO.
Si el valor del trabajo se reduce considerablemente, en relación con todas las demás cosas, y si esa reducción es el resultado de una oferta abundante, estimulada por la mayor facilidad con que se producen los cereales y demás productos indispensables para el trabajador, sería correcto decir que los cereales y los artículos necesarios tienen un valor más bajo, por la menor cantidad de trabajo necesario para producirlos, y que esa mayor facilidad para el sostenimiento del trabajador disminuyó el valor del trabajo, y no, en cambio, que hubo una elevación de las cosas con las cuales el trabajo es comprado.

Sección 2

Las distintas calidades de trabajo son remuneradas de diferente modo. No es, ésta, una causa de variación del valor relativo de los bienes.
LA VALUACIÓN DE LAS DISTINTAS CALIDADES DE TRABAJO DEPENDE MUCHO DE LA DESTREZA COMPARATIVA DEL TRABAJADOR ASÍ COMO DE LA INTENSIDAD DEL TRABAJO REALIZADO.
Una vez establecida, esa escala está sujeta a pocas variaciones. Cualquier desigualdad que originariamente podría haber existido en dicha escala permanecerá y, por consiguiente, puede influir muy poco, a la corta,  sobre el valor relativo de los bienes.

Sección 3

                El valor de los bienes no sólo resulta afectado por el trabajo que se les aplica de inmediato, sino también por el trabajo que se empleó en los instrumentos, herramientas y edificios con que se complementa el trabajo inmediato.
Sin arma alguna, un venado no puede ser cazado, y por lo tanto, el valor de dicho animal dependerá no sólo del tiempo y del trabajo necesario para su captura, sino también del tiempo y del trabajo necesarios para que el trabajador se provea de su capital, del arma, con cuya ayuda efectuó la cacería.

EL VALOR DE CAMBIO DE LOS BIENES PRODUCIDOS ES PROPORCIONAL AL TRABAJO EMPLEADO NO SÓLO EN SU PRODUCCIÓN, SINO EN TODOS AQUELLOS IMPLEMENTOS O MÁQUINAS REQUERIDOS PARA LLEVAR A CABO EL TRABAJO PARTICULAR AL QUE FUERON APLICADOS


EL AHORRO EN EL USO DE LA MANO DE OBRA SIEMPRE REDUCE EL VALOR RELATIVO DE UN BIEN, ya se realice el ahorro en el trabajo necesario para la fabricación del bien mismo, o en el requerido para la formación del capital, con cuya ayuda se produce dicho bien.
Pero ninguna alteración en los salarios de la mano de obra podría ocasionar una alteración del valor relativo de dichos bienes ya que, suponiendo que estos aumenten, no se requerirá mayor cantidad de trabajo en las ocupaciones en cuestión, sino que el trabajo se producirá a un precio más elevado.
                Los salarios pueden aumentar, supongamos, en un 20 %, y las utilidades disminuir por consiguiente en una mayor o menos proporción, sin ocasionar la menor alteración en el valor relativo que tienen los bienes correspondientes. La alteración en el valor relativo de los bienes se debe, no al aumento del salario, sino al cambio registrado en la cantidad de trabajo necesaria.

Sección 4

                El principio de que la cantidad de trabajo empleada en la producción de bienes determina su valor relativo, considerablemente modificado por el empleo de maquinaria u otro capital fijo o durable. Los implementos, edificios y maquinarias utilizados en distintas industrias pueden tener varios grados de durabilidad y su producción puede requerir diferentes porciones de trabajo. Esta diferencia en el grado de durabilidad del capital fijo introduce otra causa, además de la mayor o menor cantidad de trabajo necesario para producir los bienes, para la variaciones de su valor relativo: dicha causa es el aumento o reducción del valor del trabajo. Los alimentos y la ropa consumidos por el trabajador, los edificios en donde trabaja, los implementos con los cuales se ayuda en su trabajo son de índole perecedera. Sin embargo, existe una enorme diferencia respecto del período de duración de esos distintos capitales: un barco durará más que la indumentaria del trabajador, y ésta más que los alimentos que este mismo operario consume. Según la rapidez con que perece el capital, se lo clasifica como capital circulante o fijo. En una industria puede emplearse muy poco capital circulante, es decir, para asistir al trabajo, y en cambio puede encontrarse invertido, en su mayor parte, en maquinaria, implemento, edificios, etc., capital cuyo carácter es fijo y duradero. En otra industria puede emplearse la misma cantidad de capital, pero empleándolo principalmente para sostener la mano de obra, e invirtiéndolo en pequeña proporción en implementos, máquinas y edificios. Un aumento de salarios a los trabajadores no puede dejar de afectar de manera distinta los bienes producidos bajo circunstancias tan diferentes.
El valor de cambio de los bienes sólo sería exactamente proporcional a la cantidad de trabajo empleado si los hombres no se sirviesen de maquinaria, sino tan sólo del esfuerzo humano, y si el lapso de tiempo transcurrido antes de colocar sus bienes en el mercado fuese de la misma duración.
De modo que el grado de alteración del valor relativo de los bienes, ocasionado por un aumento o una reducción del trabajo, dependerá de la proporción del capital global empleado como capital fijo. Si se produce un aumento de los salarios, todos los bienes que se producen con maquinaria muy valiosa o en edificios muy costosos, disminuirán en su valor relativo, mientras que todos aquellos que fueron obtenidos principalmente mediante el trabajo verán aumentado su valor relativo. Así queda refutada la idea de A. Smith de que un aumento de la mano de obra iría seguido uniformemente de un aumento de todos los bienes.

Sección 5

                El principio de que el valor no varía con el aumento o la reducción de los salarios, queda modificado también por la durabilidad desigual del capital, y por la desigual rapidez con la cual vuelve a quien lo utiliza. A medida que el capital fijo es menos duradero se acerca más a la naturaleza del capital circulante. Un aumento de salarios de los obreros no afectaría igualmente a los bienes producidos con maquinaria de consumo rápido que a los producidos con maquinaria de consumo lento. En la producción de los primeros una gran proporción de trabajo quedaría transferida continuamente al bien producido; en la otra, la transferencia sería mínima.
Por lo tanto, cada aumento de salario amenguaría el valor relativo de los bienes producidos con un capital de índole durable, y elevaría proporcionalmente los producidos con capital perecedero. En las etapas iniciales de la sociedad, cuando no se empleaban muchas maquinarias ni capital durable, los bienes producidos con capitales iguales tenían casi el mismo valor, y subían y bajaban únicamente según que su producción requiriera más o menos trabajo; pero desde la introducción de instrumentos duraderos, los bienes producidos mediante el empleo de capitales iguales tuvieron un valor muy desigual. Los bienes en los cuales se emplea capital duradero variarán inversamente a los salarios; aumentarán cuando los salarios bajen, y bajarán cuando los salarios aumenten; al contrario, los producidos principalmente a base de trabajo y con menos capital fijo, aumentarán al subir los salarios y viceversa.


Sección 6   Sobre una medida invariable del valor


PARA RICARDO ES IMPOSIBLE POSEER UNA MEDIDA INVARIABLE DE VALOR YA QUE NO EXISTE NINGÚN BIEN QUE NO SE HALLE EXPUESTO A LAS MISMAS VARIACIONES QUE LAS COSAS CUYO VALOR QUEREMOS DETERMINAR; O SEA QUE NO HAY NINGUNO QUE NO ESTÉ EXPUESTO A REQUERIR MÁS O MENOS TRABAJO PARA SU PRODUCCIÓN


Además, si un bien se pudiese producir siempre con la misma cantidad de trabajo, igual estaría sujeto a las variaciones relativas de una aumento o una disminución de los salarios, según las distintas proporciones de capital fijo que pudiera requerirse para producirlo, o debido a que el período requerido para colocarlo en el mercado pudiera ser más breve o más largo.

CAPÍTULO 2   SOBRE LA RENTA

 
                Queda por considerar si la apropiación de la tierra y la creación consecuente de la renta ocasionarán alguna variación en el valor relativo de los bienes, independientemente de la cantidad de trabajo necesaria para la producción.

LA RENTA ES LA PARTE DEL PRODUCTO DE LA TIERRA QUE SE PAGA AL TERRATENIENTE POR EL USO DE LAS ENERGÍAS ORDINARIAS E INDESTRUCTIBLES DEL SUELO


Las leyes reguladoras del progreso de la renta son muy distintas de las que regulan el progreso de las utilidades.
No habrá renta, ya que nadie pagará por el uso de la tierra, cuando todavía no es de propiedad privada una gran extensión de ésta y donde quedan grandes extensiones a disposición de quienes deseen cultivarlas.
Si la tierra fuese ilimitada y uniforme como el aire y el agua, su uso no ocasionaría ningún cargo. SÓLO PORQUE LA TIERRA NO ES ILIMITADA EN CANTIDAD, NI UNIFORME EN CALIDAD, Y PORQUE CON EL INCREMENTO DE LA POBLACIÓN, LA TIERRA DE CALIDAD INFERIOR TIENE QUE PONERSE EN CULTIVO, SE PAGA POR SU USO.
CON EL PROGRESO DE LA SOCIEDAD, CUANDO SE INICIA EL CULTIVO DE LA TIERRA DE SEGUNDO GRADO DE FERTILIDAD, SE INICIA LA RENTA EN LA TIERRA DE PRIMERA CALIDAD, Y LA MAGNITUD DE DICHA RENTA DEPENDERÁ DE LA DIFERENCIA EN LA CALIDAD DE ESTAS DOS PORCIONES DE TIERRA.
CUANDO SE INICIA EL CULTIVO DE LAS TIERRAS DE TERCERA CALIDAD, LA RENTA COMIENZA INMEDIATAMENTE EN LA DE SEGUNDA, TAMBIÉN POR LA DIFERENCIA DE SUS ENERGÍAS PRODUCTIVAS. Y la renta de la de primera calidad también aumentará, ya que requiere menos trabajo para la producción.

LA RENTA ES LA DIFERENCIA EXISTENTE ENTRE EL PRODUCTO OBTENIDO MEDIANTE EL EMPLEO DE DOS CANTIDADES IGUALES DE CAPITAL Y TRABAJO


Cuando las energías de la tierra se reducen y menos produce a cambio del trabajo, es cuando una parte del producto originario de las porciones más fértiles se aparta para el pago de la renta. Con cada calidad inferior empleada, aumenta el valor de los bienes, ya que iguales cantidades de trabajo se vuelven menos productivas y el hombre tiene que trabajar más con el sudor de su frente y la naturaleza se vuelve menos generosa.
La producción aumenta de valor comparativo no porque se pague una renta al terrateniente, sino porque se emplea más trabajo en la última porción de tierra dedicada al cultivo, lo que encarece el valor del producto. El valor del maíz, por ejemplo, está regulado por la cantidad de trabajo gastada en su producción en aquella calidad de tierra que no paga renta. No habría reducción alguna en el precio del cereal aunque los terratenientes condonasen la totalidad de sus rentas.

CAPÍTULO 7   SOBRE EL COMERCIO EXTERIOR


                La norma que rige el valor relativo de las mercancías en un país no rige el valor relativo de las mercancías intercambiadas entre dos o más países.
A nivel general, en el interior de un mismo país las ganancias se sitúan en un nivel parejo. No ocurre el mismo fenómeno entre diferentes países.
Si las ganancias del capital empleado en una primera ciudad superasen a las del capital empleado en una segunda ciudad, el capital se trasladaría rápidamente de la segunda a la primera, y las ganancias alcanzarían un equilibrio. Si Portugal no mantuviese relaciones comerciales con otros países, en vez de emplear una gran parte de su capital e industria en la producción de vinos con los que compra, para su propio consumo, los paños y artículos de ferretería de otros países, se vería obligado a destinar una parte de ese capital a la fabricación de esas mercancías que, de tal modo, obtendría seguramente de calidad inferior, así como en menor cantidad. La cantidad de vino que entregará a cambio del paño de Inglaterra no está determinada por las cantidades respectivas de trabajo aplicadas a la producción de uno y otro, como ocurriría si ambas mercancías fuesen fabricadas en Portugal o Inglaterra.





LA ESENCIA DE LA TEORÍA DE LAS VENTAJAS COMPARATIVAS DE RICARDO SE VE EN EL SIGUIENTE EJEMPLO: SI PARA INGLATERRA ES MENOS COSTOSA LA PRODUCCIÓN DE PAÑO QUE PARA PORTUGAL, Y LO CONTRARIO PARA EL VINO, ESTE ÚLTIMO SERÁ IMPORTADO POR INGLATERRA DE PORTUGAL, HACIA DONDE EXPORTARÁ PARTE DE SU PRODUCCIÓN DE PAÑO


El trabajo de 100 ingleses no puede cambiarse por el de 80 ingleses, pero sí por el producto del trabajo de 120 rusos ó 70 italianos, por tratarse así de un sistema abierto al exterior, y no aislado en sí mismo. Según cómo se oriente la balanza comercial (basada en los precios de los artículos intercambiados) se determinará si la cantidad de dinero acumulado aumente o disminuya, respondiendo a las características de la oferta y la demanda vigentes durante el tiempo en que se realice la transacción.
                De esta manera, el dinero de cada país le es asignado sólo en las cantidades que resulten necesarias para regir un beneficioso comercio del trueque. Inglaterra exportaba paño a cambio de vino porque así su industria se hacía más productiva que si hubiera fabricado el vino y en paño, igualmente Portugal. Si se hiciera más costosa la producción de paño en Inglaterra o de vino en Portugal, el comercio se interrumpiría de inmediato.
Así pues, resulta que el mejoramiento de una producción en un país cualquiera tiende a alterar la distribución de los metales preciosos entre las naciones del mundo y tiende a incrementar la cantidad de mercancías, a la vez que eleva los precios en general en el país en el que se verifique una mejora en la producción. La salida de dinero de un país y la acumulación del mismo en otro país afecta los precios de todas las mercancías y, por consiguiente, alienta la exportación de muchas mercancías, aparte del dinero; esto impedirá que sea tan grande el efecto que experimente el valor del dinero en los dos países, como podría esperarse de no ser así.



































































List, Friedrich

LA ECONOMÍA PRIVADA Y LA ECONOMÍA NACIONAL

CAPÍTULO 14   LA ECONOMÍA PRIVADA Y LA ECONOMÍA NACIONAL

                Hemos probado que la unidad nacional es la condición esencial de una prosperidad duradera; hemos comprobado cómo sólo allí donde el interés privado se ha subordinado al interés público los pueblos han llegado a un desarrollo armónico de sus fuerzas productivas. Haremos ver ahora cómo la escuela liberal ha enmascarado su falta de comprensión de los intereses nacionales y de los efectos de la asociación de las fuerzas nacionales, confundiendo las máximas de la economía privada con las de la economía pública.
Adam Smith, principal representante de la escuela, dice que persiguiendo nada más que su propio interés cada individuo trabaja necesariamente por el interés de la sociedad. El político que se propusiese dirigir a los particulares en el empleo de sus capitales, se arrogaría una autoridad sobre el productor que no le corresponde. Smith considera que las relaciones comerciales orientadas a fomentar la industria del país son absurdas; que la nación debe, al igual que el individuo, comprar allí donde encuentra el precio más barato, y para alcanzar el más alto grado de bienestar público sólo hay que seguir la máxima del laissez faire, laissez passer. Compara una nación que quisiera estimular su industria con la ayuda de derechos protectores a un zapatero que estableciese un peaje a la puerta de su casa a fin de aumentar sus riquezas. La escuela que había comenzado por ignorar los intereses nacionales, termina por poner en duda su existencia, dejando a los individuos al cuidado de su propia defensa. No se ve en los individuos más que productores y consumidores, no ciudadanos o nacionales.
En esta perspectiva, los individuos no tienen ninguna preocupación por la prosperidad de las generaciones futuras; la permanencia de la nación les importa poco; a lo suma aceptan imponerse algunos sacrificios materiales para educar a sus hijos y hacerles aprender un oficio, con tal de que los jóvenes puedan, al cabo de unos años, ganarse el sustento. Ante esto hay que preguntarse si la sabiduría de la economía privada es también la sabiduría de la economía pública.
Considérese solamente la fundación de una ciudad americana: cada cual abandonado a sí mismo no pensaría más que en sus propias necesidades o, todo lo más, en sus inmediatos descendientes. En cambio, todos los individuos reunidos en sociedad se preocupan de los cuidados y de las conveniencias de las generaciones más remotas: a este fin somete a la generación viviente a privaciones y sacrificios que ningún hombre de sentido podría esperar de los individuos. El individuo, en la conducta de sus asuntos privados, no toma en consideración la defensa del país, la defensa de la sociedad y otros fines que sólo pueden alcanzarse en la sociedad. Lo que sería absurdo en la economía privada puede ser prudente en la economía pública, y viceversa; por la sencilla razón de que un sastre no es una nación y una nación no es un sastre. Si el individuo conoce y entiende mejor que nadie su propio interés no siempre sirve por su libre actividad los intereses de la nación. En miles de casos la autoridad se ve obligada a poner trabas a la actividad particular. Prohíbe, por ejemplo, cargar esclavos en la costa occidental del África y transportarlos a América; da prescripciones para la construcción de navíos a vapor y paga la policía de la navegación marítima, a fin de que los pasajeros y los marineros no queden abandonados a la avaricia y capricho de los capitanes.
En todas partes la autoridad está obligada a garantizar al público contra los peligros y daños a que está expuesto, por ejemplo, en el comercio de artículos alimenticios y en la venta de medicamentos. La escuela contestará a esto que se trata de ejemplos de atentados culpables contra la propiedad y la seguridad de las personas; no del comercio honrado, la actividad inocente y provechosa de los particulares. Pero el gobierno no sólo está autorizado, sino obligado, a limitar y reglamentar en interés de la nación un comercio inocente en sí mismo. Decretando prohibiciones y derechos protectores, no prescribe a los individuos, como pretende la escuela, el empleo que estos deben dar a sus fuerzas productivas y a sus capitales. El gobierno  no dificulta la industria particular, al contrario, abre a las fuerzas productivas y capitales del país, un campo de actividad más vasto. El gobierno no hace lo que los individuos saben y pueden hacer mejor que él, sino que lleva a cabo lo que los particulares, cualesquiera que sean sus conocimientos, serían capaces de ejecutar por sí mismos.
La afirmación de la escuela de que el sistema protector entraña una intervención ilegítima y antieconómica del Gobierno en el empleo del capital y en la industria de los particulares es refutada sin pensamos que solamente con ayuda del sistema protector es como podemos conjurar las funestas influencias de la política extranjera. Por ejemplo, si un país excluye los granos de nuestro país de sus mercados, ¿qué hace sino prohibir a nuestros campesinos sembrar? Es evidente que en tales casos la legislación extranjera da a nuestros capitales y a nuestras fuerzas productivas nacionales una dirección que sin ella difícilmente habrían seguido. De ahí que si nosotros descuidásemos dar por nuestra propia legislación a nuestra industria nacional una dirección conforme a nuestros intereses nacionales, no podríamos impedir que los pueblos extranjeros regulasen nuestra propia industria nacional de acuerdo con su interés.
La suma de las fuerzas productivas de la nación no equivale a la reunión de las fuerzas productivas de todos los individuos tomados aisladamente; depende principalmente del grado en que la nación ha realizado dentro de sus fronteras la división del trabajo y la asociación de las fuerzas productivas. La escuela liberal no ve más que individuos satisfechos con tal que se los abandone al instinto natural que lleva a cada cual a perseguir su interés particular. Es evidente que no se trata de un sistema de economía nacional, sino de un sistema de economía privada, tal como podría concebirse sin la intervención del Estado, pero también sin la guerra y sin las medidas hostiles por parte del extranjero.
Para la Escuela hay que eliminar toda intervención del Estado; en todas partes, los individuos serán más capaces de producir cuanto menos se ocupe de ellos el Estado. Pero si esto fuese así, los salvajes deberían ser los productores más ricos y activos del globo, pues en ninguna parte el individuo está más abandonado a sí mismo. La historia nos enseña que la acción del Poder Legislativo y la Administración es necesaria para el desarrollo de la nación. Lo mismo que la libertad individual en general sólo es buena si no contraría el fin social, la industria privada no puede pretender una actividad sin límites sino en cuanto esta libertad sea conciliable con la prosperidad de la nación. La libre competencia de los productores sería el medio más seguro de lograr la prosperidad del género humano, si existiese una asociación universal entre los países. Pero en cuanto otras naciones subordinen los intereses colectivos de la Humanidad a sus propios intereses, será insensato hablar de libre competencia entre individuos de países diferentes.
Los argumentos de la escuela a favor del libre comercio no son, pues, aplicables más que a las relaciones entre los habitantes de un mismo Estado.


















































































CAPÍTULO 15   LA NACIONALIDAD Y LA ECONOMÍA DE LA NACIÓN

El sistema de la escuela presenta tres aspectos esenciales:

ü       Un cosmopolitismo quimérico, que no comprende la nacionalidad y que no se preocupa por los intereses nacionales
ü       Un materialismo sin vida, que ve el valor de cambio de las cosas, sin tener en cuenta el valor moral y político de las cosas
ü       Un individualismo desorganizador, que desconoce la naturaleza del trabajo social y los efectos de la asociación de fuerzas, y que presenta la industria privada tal como se desarrollaría en sus relaciones libres con el género humano, si no estuviese dividido en diferentes naciones

Pero entre el individuo y el género humano existe la nación, con su lengua particular, su literatura, su origen y su historia propios, con sus pretensiones a la independencia y con su territorio; una asociación convertida en un todo existente por sí mismo y que reconoce en ella la autoridad de la ley, pero que, frente a otras sociedades análogas, posee aún su libertad natural. La constitución política, las leyes y las instituciones garantizan a los ciudadanos un alto grado de seguridad y de libertad, tienen por fin el bienestar general.
Por otra parte, existen actualmente enormes diferencias entre las naciones en cuanto a su poderío y desarrollo. La misión de la economía política es llevar a cabo la educación económica de la nación y prepararla para entrar en la sociedad universal del porvenir. Una población numerosa y un territorio vasto y provisto de variados recursos son elementos esenciales de una nacionalidad normal. Una nación que no posee ni litoral, ni navegación mercante,  ni marina de guerra, depende de otros pueblos para su comercio exterior; no puede ni establecer colonias ni engendrar naciones nuevas.
Una nación cuyo territorio no está limitado por mares y cadenas montañosas está expuesta a los ataques del extranjero y sólo con grandes sacrificios, y de modo insuficiente, podrá establecer un sistema aduanero. Bélgica, por ejemplo, tiene necesidad de unirse a un vecino más poderoso (Alemania) para remediar los inconvenientes de lo exiguo de su territorio y de su población; Norteamérica y Canadá se sentirán más atraídos uno a otro a medida que se pueblen, e Inglaterra será impotente para impedir una confederación entre ellos. Las naciones recorren las siguientes FASES DE DESARROLLO: estado salvaje, estado pastoril, estado puramente agrícola, estado a la vez agrícola, manufacturero y comerciante.
Sólo los pueblos que poseen todos los recursos morales y materiales necesarios para establecer en ellos una industria manufacturera llegan al más alto grado de civilización, de prosperidad y de potencia política. Sólo en ellos es donde las restricciones comerciales pueden ser legítimas para crear y sostener una industria manufacturera, hasta que la industria se haga lo suficientemente fuerte para no temer ya a la competencia extranjera. El sistema protector sería contrario a los principios de la economía cosmopolita sólo si se excluyese de golpe y por completo la competencia extranjera, aislando a la nación del resto del Mundo.
La Escuela desconoce la naturaleza de las relaciones económicas entre los pueblos cuando cree que el cambio de productos agrícolas contra productos manufacturados es tan útil a la prosperidad como el establecimiento en su propio seno de una industria manufacturera.
El Estado puramente agricultor está infinitamente por debajo del Estado agricultor y manufacturero a la vez. No puede determinar por sí mismo la cantidad de su producción; ha de esperar las compras del extranjero. Se halla expuesto a ver sus relaciones con las naciones manufactureras interrumpidas por la guerra o por medidas comerciales, viéndose entonces impedido de colocar su producción agrícola y privado de los artículos manufacturados que necesita. La guerra ha hecho nacer los sistemas protectores modernos. Cuando una nación agrícola se ve restringida por la guerra en su producción y consumo, si tiene ya una civilización y una población desarrolladas,  nace en ella manufacturas y fábricas. La guerra actúa como un sistema de prohibición.
LA NACIÓN COMPRENDE ASÍ LA GRAN VENTAJA DE POSEER UNA INDUSTRIA MANUFACTURERA, PASANDO DE SER UN ESTADO PURAMENTE AGRÍCOLA A ESTADO PRODUCTOR Y MANUFACTURERO.
Una guerra que facilita el paso del  régimen agrícola al régimen agrícola y manufacturero es, por tanto, una bendición para el país. De modo que el sistema protector es legítimo en tanto tiene como fin la  educación industrial del país. La escuela no ha tenido en cuenta esto porque ha excluido por completo a la política, desconociendo en absoluto la nacionalidad. La escuela no puede negar que el comercio interior de un pueblo es diez veces más importante que su comercio exterior, es diez veces más útil explotar y conservar el mercado interior que buscar la riqueza afuera, y que el comercio exterior sólo puede ser considerable allí donde la industria nacional ha llegado a un alto grado de desarrollo (como es el caso de Inglaterra). Si Inglaterra reconociera esto seguiría el camino opuesto al que ha seguido hasta ahora: en lugar de pedir a los otros pueblos que adopten la libertad de comercio, conservando ella el sistema protector más riguroso, les abriría sus propios mercados, sin preocuparse de sus sistemas protectores. Aplazaría su esperanza en el advenimiento de la libertad comercial hasta el momento en que los otros pueblos no tuvieran ya que temer de la libre competencia la destrucción de las fábricas.
La ventaja que Inglaterra tiene frente a los demás países en las manufacturas, la navegación y el comercio no debe desanimar a ninguna de las naciones llamadas a desarrollar una industria manufacturera, por su territorio, su poderío y su inteligencia a desarrollar la industria propia. Basta con tener el valor de creer en un gran porvenir nacional y ponerse a obrar con esta idea. En particular, la Naturaleza ha destinado a los países de la zona templada a la fabricación, y a los países de la zona tórrida ala producción de artículos coloniales: azúcar, café, algodón, arroz.
Es evidente que frente a un libre comercio favorable al monopolio manufacturero inglés, actualmente ES PREFERIBLE, PARA TODO EL GÉNERO HUMANO, EL SISTEMA PROTECTOR QUE SIRVE AL DESARROLLO DE LA INDUSTRIA manufacturera en toda la zona templada en beneficio de la agricultura de la zona tórrida.
CAPÍTULO 16   LA ECONOMÍA DEL PUEBLO Y LA DEL ESTADO

Economía política y economía nacional

                En lo referente a la percepción, empleo y administración de los medios materiales del gobierno de una sociedad o economía financiera del Estado, no debe nunca confundirse con las instituciones, reglamentaciones que rigen la condición económica de los ciudadanos o economía del pueblo. La economía del pueblo se convierte en economía nacional cuando el Estado o la Federación abarcan una nación completa, su territorio, instituciones, su riqueza y su poderío. La economía del pueblo y la economía nacional son entonces una y la misma cosa. Componen, con la economía financiera del Estado, la economía política de la Nación.



















































































Marx, Karl

FRAGMENTOS SELECCIONADOS DE: EL CAPITAL (1867)

CAPÍTULO 4   TRANSFORMACIÓN DE DINERO EN CAPITAL

La fórmula general del capital

La circulación de mercancías es el punto de partida del capital.  La producción  de mercancías, la circulación mercantil  constituyen los supuestos históricos bajo los cuales surge. El proceso genera que su producto último es el dinero. Ese producto último de la circulación de mercancías es la primera forma de manifestación del capital. La fórmula directa de la circulación mercantil es M-D-M (mercancía-dinero- mercancía). Vender para comprar. Una segunda fórmula sería D-M-D conversión de dinero en mercancía y reconversión de mercancía en dinero, comprar para vender. El dinero que se ajusta a ese último tipo de circulación se transforma en capital. En M-D-M su objeto es el consumo, por lo tanto presta un servicio de valor de uso. En D-M-D su objetivo es el valor de cambio, en donde la circulación de dinero como capital es, por el contrario, un fin en sí, pues la valorización del valor existe  sólo en el marco de este movimiento renovado sin cesar. El movimiento del capital es carente de medida. El poseedor de dinero se transforma en capitalista. El objetivo de este movimiento infatigable es la obtención de ganancias. La última D del circuito siempre es mayor que la primera, posibilitando así la ganancia.
LA DIFERENCIA DE VALOR SE DENOMINA PLUSVALOR. El valor se convierte aquí en el sujeto de un proceso en el cual, cambiando continuamente las formas de dinero y mercancía, modifica su propia magnitud, en cuanto plusvalor se desprende de sí mismo como valor originario, se autovaloriza. El valor se vuelve valor en proceso, dinero en proceso, y en ese carácter, capital. Proviene de la circulación, retorna a ella, se conserva y multiplica en ella, regresa de ella acrecentado y reanuda una y otra vez, siempre el mismo ciclo, dinero que incuba dinero. D-M-D- es la fórmula general del capital.

Contradicciones de la fórmula general

La forma que adopta la circulación cuando el dinero es convertido en capital, contradice todas las leyes sobre la naturaleza de la mercancía, del valor, del dinero y de la circulación misma. En M-D-M el intercambio es una transacción en la cual ganan ambas partes. No ocurre lo mismo con el valor de cambio.
Si se cambian mercancías, o mercancías y dinero, de valor de cambio igual, y por lo tanto equivalentes, es obvio que nadie saca más valor de la circulación que el que arrojó en ella. No tiene lugar, pues, ninguna forma de plusvalor.  En su forma pura el proceso de circulación de las mercancías implica intercambio de equivalentes. En la realidad, sin embargo, las cosas no ocurren de manera pura. La forma de plusvalor y, por consiguiente, la transformación del dinero en capital, no pueden explicarse ni porque los vendedores vendan las mercancías por encima de su valor, ni porque los compradores las adquieran por debajo de su valor. La circulación o el intercambio de mercancías no crea ningún valor. El capital por ende, no puede surgir de la circulación.

Compra y venta de la fuerza de trabajo

Por fuerza de trabajo o capacidad de trabajo entendemos el conjunto de las facultades físicas y mentales que existen en la corporeidad, en la personalidad viva de un ser humano y que el pone en movimiento cuando produce valores de uso de cualquier índole. No obstante, para que el poseedor de dinero encuentre la fuerza de trabajo en el mercado, como mercancía, deben cumplirse diversas condiciones. Para que su poseedor la venda como mercancía es necesario que pueda disponer de la misma, y por lo tanto que sea propietario libre de su capacidad de trabajo, de su persona. El y el poseedor de dinero se encuentran en el mercado y traban relaciones mutuas en calidad de poseedores de mercancías dotados de los mismos derechos, y que sólo se distinguen por ser el uno vendedor y el otro comprador; ambos pues son personas jurídicamente iguales.
La segunda condición para que el poseedor de dinero encuentre en el mercado la fuerza de trabajo como mercancía, es que el poseedor de ésta, por el contrario, deba ofrecer como mercancía su fuerza de trabajo misma. Si los productos se fabrican en calidad de mercancías, es necesario venderlos después de producirlos, y las necesidades del productor sólo podrán ser satisfechas después de la venta. Al tiempo de producción se añade el necesario para la venta. Para la transformación del dinero en capital el poseedor del dinero, tiene que encontrar en el mercado de mercancías al obrero libre; libre en un doble sentido, en cuanto a hombre libre de su fuerza de trabajo y carente de otras mercancías para vender. La naturaleza no produce por una parte poseedores de dinero o de mercancías y por otras personas que sólo posean sus propias fuerzas de trabajo. Es el resultado de un desarrollo histórico precedente, el producto de numerosos trastocamientos económicos, de la decadencia experimentada por toda una serie de formaciones más antiguas de la producción social. Esto sólo ocurre en un modo de producción absolutamente específico, el modo de producción capitalista.
La fuerza de trabajo al igual que toda mercancía, posee un valor. EL VALOR DE LA FUERZA DE TRABAJO ES EL VALOR DE LOS MEDIOS DE SUBSISTENCIA NECESARIOS PARA LA CONSERVACIÓN DEL POSEEDOR DE AQUELLA. Las necesidades imprescindibles, así como la índole de su satisfacción, es un producto histórico y depende por tanto en gran parte del nivel cultural de un país, y también de las condiciones bajo las cuales se ha formado la clase de los trabajadores libres. La determinación del valor de la fuerza laboral encierra un elemento histórico y moral.
La suma de los medios de subsistencia necesarios para la producción de la fuerza de trabajo, incluye  los medios de subsistencia de los hijos de los obreros, de manera que pueda perpetuarse en el mercado esa raza de peculiares poseedores de mercancías. En todos los países de producción capitalista la fuerza de trabajo sólo se paga después que ha funcionado durante el plazo establecido en el contrato de compra. El obrero adelanta al capitalista el valor de uso de la fuerza de trabajo: aquél le permite al comprador que la consuma antes de haber recibido el pago del precio correspondiente. Es el obrero el que abre crédito al capitalista. Esto ocurre porque la fuerza de trabajo está vendida aunque sólo más tarde se paga por ella. El poseedor de dinero compra en el mercado todas las cosas necesarias para ese proceso, como materia prima, etc., y las paga a su precio cabal. EL PROCESO DE CONSUMO DE LA FUERZA DE TRABAJO ES AL MISMO TIEMPO EL PROCESO DE PRODUCCIÓN DE LA MERCANCÍA Y DEL PLUSVALOR.























































































Keynes, John Maynard

FRAGMENTOS SELECCIONADOS DE: TEORIA GENERAL DE LA OCUPACION, EL INTERES Y EL DINERO (1936)

CAPÍTULO 1   LA TEORÍA general

            keynes comienza aclarando que su libro lleva el nombre de “Teoría general” para diferenciarse de la teoría clásica liberal, la cual según su opinión sólo puede aplicarse en un caso especial de equilibrio de la economía, situación que para Keynes ya no pertenecía a la realidad.

CAPÍTULO 2   Los postulados de la economía clásica

I

Según Keynes, la TEORÍA CLÁSICA de la ocupación descansa en dos POSTULADOS fundamentales:

ü       El salario es igual al producto marginal del trabajo. O sea, el salario real de una persona ocupada es igual al valor que se perdería si la ocupación se redujera en una unidad.

ü       La utilidad del salario, cuando se usa determinado volumen de trabajo, es igual a la desutilidad marginal de ese mismo volumen de ocupación.. Esto es, el salario real de una persona ocupada es el que basta precisamente para provocar la ocupación del volumen de mano de obra realmente ocupado. Por desutilidad debe entenderse cualquier motivo que induzca a un hombre o a un grupo de hombres a abstenerse de trabajar antes que aceptar un salario que represente para ellos una utilidad inferior a cierto límite.

Este postulado es compatible con lo que podría llamarse desocupación “friccional”, porque una interpretación realista del mismo admite varios desajustes que se oponen a un estado de ocupación total continua. En una sociedad dinámica siempre habrá algunos recursos no empleados. Los postulados clásicos no admiten la posibilidad de una desocupación. El volumen de ocupación se fija donde la utilidad marginal del producto compensa la desutilidad de la ocupación marginal. Según los clásicos sólo hay cuatro posibilidades de aumentar la ocupación:

ü       Un mejoramiento en la organización o en la previsión, que disminuya la desocupación “friccional”.
ü       Una reducción de la desutilidad marginal del trabajo, de manera que baje la desocupación “voluntaria”.
ü       Un aumento de la productividad marginal física del trabajo en las industrias que producen artículos para asalariados.
ü       Un aumento en el precio de los artículos para no-asalariados, relativamente al de los que sí lo son; acompañado por un desplazamiento de los gastos de quienes no ganan salarios, de los artículos para asalariados a los otros artículos. Esta es, según Keynes, la esencia de la teoría de la desocupación de Pigou.

II


Si todos los trabajadores admitieran una reducción de los salarios nominales aumentaría la ocupación. Si fuese así, la desocupación existente sería aparentemente involuntaria, lo sería en sentido estricto, y debería incluirse en la clase de desocupación “voluntaria”, causada por los efectos de la contratación colectiva, etc. Los obreros no están dispuestos a trabajar por un salario nominal menor. Parte de la mano de obra ocupada se retiraría del mercado. Puede suceder que, dentro de ciertos límites, lo que los obreros reclaman sea un mínimo de salario nominal y no de salario real. Si bien los trabajadores suelen resistirse a una reducción de su salario nominal, no acostumbran abandonar el trabajo cuando suben los precios de las mercancías para asalariados. Esta es la conducta real de los obreros. Los obreros no son más obstinados en la depresión que en el auge, ni flaquea su productividad física. Estos hechos de la experiencia son un motivo para poner en tela de juicio la propiedad del análisis clásico. La teoría tradicional sostiene, en pocas palabras, que los convenios sobre salarios entre empresarios y trabajadores determinan el salario real de manera que, suponiendo la libre competencia entre los patrones y ninguna restricción entre los trabajadores, éstos pueden, si lo desean, hacer coincidir sus salarios reales con la desutilidad marginal del trabajo resultante del empleo ofrecido por los empresarios con dicho salario. El supuesto de que el nivel general de los salarios reales depende de los convenios entre empresarios y trabajadores sobre la base de los salarios nominales, no es cierto de manera evidente.
En definitiva, existen DOS OBJECIONES CONTRA EL SEGUNDO POSTULADO DE LA TEORÍA CLÁSICA. La primera hace relación a la conducta real de los obreros; una baja en los salarios reales debido a un alza de los precios, permaneciendo iguales los nominales, no produce, por regla general, una disminución de la oferta de mano de obra disponible al nivel del salario corriente, por debajo del volumen de ocupación anterior al alza de los precios. La otra y más importante objeción es sobre el supuesto de que el nivel general de los salarios reales están directamente determinado por el carácter de los convenios sobre salarios., porque los obreros en su conjunto no pueden disponer de un medio que les permita hacer coincidir el equivalente del nivel general de los salarios nominales en artículos para asalariados, con la desutilidad marginal del volumen de ocupación existente.

III

Cualquier individuo o grupo de individuos que consienta una reducción de sus salarios nominales en relación con otros, sufrirá una disminución relativa de sus salarios reales, cosa que basta para justificar su resistencia a ella. La lucha en torno a los salarios nominales afecta a la distribución del monto total de salarios reales entre los diferentes grupos de trabajadores y no a su promedio por unidad de ocupación, que depende de un conjunto de fuerzas diferentes. El nivel general de los salarios reales depende de otras fuerzas del sistema económico. Los trabajadores, por instinto, son más razonables que la escuela clásica en la medida en que se resisten a permitir reducciones de salarios nominales.

IV

La desocupación involuntaria, que no es admitida por la escuela clásica, ocurre cuando en el caso que se produzca una pequeña alza en el precio de los artículos para asalariados, en relación con el salario nominal,  tanto la oferta total de mano de obra dispuesta  a trabajar por el  salario nominal corriente como la demanda total de la misma a dicho salario son mayores que el volumen de ocupación existente. En la medida en que los postulados clásicos sean válidos, la desocupación no puede existir. Por lo tanto si la teoría clásica es aplicable sólo al caso de la ocupación plena, es una falacia aplicarla a los problemas de la desocupación involuntaria.

V

En el sistema clásico un aumento de la ocupación sólo puede ocurrir acompañada de un descenso en la tasa de salarios reales. Así pues, no discuto este hecho vital que los economistas clásicos han considerado como irrevocable. Que la mano de obra esté dispuesta a aceptar menores salarios nominales no es un remedio a la desocupación.

VI

El supuesto de la igualdad entre el precio de demanda y el de oferta de la producción total es el que debe considerarse como axioma de la teoría clásica.

VII

La TEORÍA CLÁSICA tiene TRES SUPUESTOS fuertes:

ü       Que el salario real es igual a la desutilidad marginal de la ocupación existente.
ü       Que no existe eso que se llama desocupación involuntaria en sentido riguroso.
ü       Que la oferta crea su propia demanda en el sentido de que el precio de la demanda global para cualquier nivel de producción y de ocupación.

Los tres son uno mismo: todos depende de todos, si uno es falso los otros también.






CAPÍTULO 3   EL PRINCIPIO DE LA DEMANDA EFECTIVA

I

El principio de Say equivale a decir que no existe obstáculo para la ocupación plena. Sin embargo, si ésta no es la verdadera ley de las funciones globales de la demanda y la oferta, hay un capitulo importante que aún no se ha escrito de la teoría económica.

II

El volumen de ocupación no está fijado por la desutilidad marginal del trabajo. La propensión a consumir y el coeficiente de inversión nueva determinan, entre ambos, el volumen de ocupación, y éste está ligado únicamente a un nivel determinado de salarios reales y no al revés. Si la propensión a consumir y el coeficiente de inversión nueva se traducen en una insuficiencia de la demanda efectiva, el volumen real de ocupación se reducirá hasta quedar por debajo de la oferta de mano de obra potencialmente disponible al actual salario real, y el salario real de equilibrio será mayor que la desutilidad marginal del nivel de equilibrio de la ocupación.
Cuanta más rica sea una comunidad, mayor tenderá a ser la distancia que separa su producción real de la potencial y más obvios y atroces serán los defectos del sistema económico, porque una comunidad pobre estará propensa a consumir la mayor parte de la producción y habrá poca inversión.

III

Puede suceder muy bien que la teoría clásica represente el camino que nuestra economía debería seguir, pero suponer que en realidad lo hace así es eliminar nuestras dificultades de la realidad.     


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