Acevedo Herrera, Manuel y Ruiz Valiente, R.
(compiladores)
PRINCIPALES DOCTRINAS DE PENSAMIENTO ECONÓMICO
Documento
de cátedra
LAS
IDEAS ECONÓMICAS EN EL CAPITALISMO TEMPRANO
Luego de la consolidación de los estados nacionales comienza a imponerse
las ideas políticas liberales. Se producen profundos cambios que van desde la
organización del trabajo hasta las técnicas e instrumentos utilizados para
producir. La Primera Revolución Industrial que acontece en la primera mitad del
siglo XVIII, se ve acompañada desde el ámbito del pensamiento, con ideas
acordes y consistentes con el nuevo escenario. Es así que antes del
advenimiento de la revolución económica liberal que inicia Adam Smith recién en
1776; dos concepciones antagónicas
conviven: el mercantilismo y la fisiocracia.
El
mercantilismo
Se denomina así al conjunto de sus opiniones económicas o de sus ideas
en materia de política económica. No fundaron una escuela ni elaboraron una
teoría o doctrina en el estricto rigor de los términos. Este papel quedó
reservado a los fisiócratas y a Adam
Smith y sus discípulos. Las principales características de la política
mercantilista se pueden resumir en:
ü
Sobreestimación de la plata y el oro
al considerarlos como la más preciada de todas las riquezas. Un país era más o
menos rico según la cantidad de metales preciosos de que pudiera disponer.
ü
Necesidad de tener siempre una
balanza comercial favorable, de suerte que las exportaciones excedieran en
valor a las importaciones.
ü
El Estado interviene en la economía
como medio para ayudar al desarrollo mercantil.
ü
Fortalecimiento de la navegación y
el comercio.
ü
Fomento al poblacionismo. Así
aumentaban los brazos disponibles para el trabajo y la nación se enriquecía.
ü
Tender al pleno empleo de la mano de
obra. Todo el mundo debía trabajar.
ü
Desaliento a las importaciones y
promoción de exportaciones.
ü
Subestimación de la agricultura, por
la creencia de que no favorecía el superávit de la balanza comercial.
No todos los mercantilistas tenían exactamente las mismas ideas en materia
de política económica. Unos daban mayor importancia al comercio que a la
industria; otros consideraban el desarrollo industrial como la cuestión
sustantiva para el progreso de sus respectivas naciones. Las opiniones e ideas
de los mercantilistas fueron consideradas erróneas desde Smith en adelante por
los economistas liberales; pero en la actualidad estamos viviendo una etapa
histórica de neomercantilismo. Muchas ideas se aplican hoy: la intervención del
Estado, la importancia de la balanza de pagos para determinar el
enriquecimiento o pobreza de un país, el impulso a la industria como base de
una buena política económica. En lo que los mercantilistas estuvieron
completamente equivocados fue en su
sobre estimación de los metales preciosos, en sus opiniones relativas a
la agricultura y sus ideas generales en materia de hacienda pública. Tomás Mun
fue un mercantilista típico. Este inglés coloca al comercio en el plano más
alto de la economía. Para él el tráfico de mercancías es la piedra angular de
la prosperidad de un reino.. No cree que el lujo sea perjudicial. Sin preocuparle gran cosa el progreso de las
manufacturas, siempre está pensando en el comercio exterior.
La escuela
fisiocrática
La reacción contra el mercantilismo fue más violenta en Francia que en
Inglaterra. Durante el reinado de Luís XIV el erario de Francia se hallaba
exhausto a causa del fracaso de las guerras coloniales y los gastos
extravagantes de la corte, para mantener todo lo cual eran necesarios altos
impuestos. La exención del pago de impuestos al clero y a la nobleza agobiaban
al terrateniente comunero y al campesino con la obligación de pagar casi el total de los ingresos. Esta situación empobreció a las clases
rurales y derivó finalmente en la Revolución Francesa en 1789. El sistema
fisiocrático se asocia principalmente con Francois Quesnay (1641-1774). Quesnay dirigió sus
investigaciones a la creación de
riqueza, y la relación que el modo de su circulación guarda con el bienestar de
la economía. Los fisiócratas tienen un sistema teórico que implicaba la
explicación de la creación, circulación y reproducción de la riqueza de
Francia, que se basaba en la premisa de que la monarquía y la estructura de
clases iban a continuar.
El término “fisiocracia” surgió en Francia en 1776. Significa el
gobierno de la naturaleza. Quesnay aceptaba la idea de una divina providencia
que ha ordenado la existencia de un orden natural universal e intrínsecamente
perfecto. La conformidad con las leyes de la naturaleza asegurarán la máxima
felicidad, mientras que infringir las leyes establecidas de la naturaleza
provocará a su vez consecuencias desastrosas. La legislación que no se ajusta a
la naturaleza es superflua, y lo que está en conflicto con la naturaleza será
destruido debido a que, a la larga, la
ley natural es suprema. Este razonamiento es la base de la máxima, laissez
faire, laissez passer, dejar hacer dejar pasar, base de la teoría liberal. La
filosofía y las doctrinas fisiocráticas prepararon el surgimiento de la
Revolución Francesa. Sin embargo los fisiócratas no querían alterar el statu
quo social. Por el contrario, eran partidarios entusiastas de la monarquía y la
nobleza.. la función del soberano es darle expresión a la sabiduría divina que
ya gobierna el universo, y, al hacerlo así, debe ser un déspota absoluto. Veían
mal el principio de la libertad política, debido a que los representantes
elegidos no siempre pueden conciliar los intereses personales y los de grupo
para la nación entera. Sólo el monarca heredero, permanente y sin interés
personal, puede armonizar los intereses de todos. Querían un déspota ilustrado
que reconociera que el único camino a la felicidad es aceptar la ley de la
naturaleza, la cual traería la revolución desde arriba.
Filosofía y
método
Fueron los primeros en darse cuenta de la existencia de leyes generales
de acuerdo con las cuales se comportaban los fenómenos económicos. Las medidas
políticas introducidas por Colbert (1619-1685), se conocieron como colbertismo. Así se denominó el sistema de
mercantilismo en Francia. Este planteaba el fomento de la producción de
artesanías y el comercio con el exterior.
Conceptos
Debemos a los fisiócratas el análisis de producción y riqueza, que
aunque imperfecto, es mucho más avanzado que los puntos de vista mercantilistas.
Afirmaban que la riqueza consistía en los bienes producidos con la ayuda de la
naturaleza en industrias tales como la agricultura, la pesca y la minería. La
restricción de la riqueza al producto de las industrias primarias es
excesivamente limitada. Su creencia de que la tierra es la única fuente de
riqueza los condujo a pensar que sólo resulta productivo el trabajo dedicado a
las ocupaciones primarias, en particular la agricultura. Concebían la economía
como compuesta de tres clases sociales: la del propietario (o terrateniente),
la del agricultor y la del artesano (o estéril). Una clase es productiva sólo
si es capaz de producir un producto neto, es decir, un producto de valor mayor
que el de sus propias necesidades de subsistencia. La clase agricultora, cuyos
miembros son principalmente arrendatarios de la tierra de los propietarios, son
los únicos capaces de hacerlo. Ellos, como los mineros, pescadores y cazadores
eran los únicos capaces de producir un producto neto. La naturaleza trabaja al
lado del hombre y hace posible un producto neto que es un auténtico superávit
sobrante e las necesidades de subsistencia del trabajo. La clase artesanal no
produce dicho superávit., y esta es la razón por la que se les considera estéril o impruductiva. No
existe un acuerdo acerca de la condición de los propietarios en la
clasificación social de Quesnay. Los fisiócratas consideraban que con el fin de
preservar el flujo del producto neto para el terrateniente, los agricultores,
como los artesanos, tenían derecho sólo a la subsistencia. La clasificación de
estéril se da a los artesanos, sirvientes, comerciantes, financieros y
cualquier otra persona que no fuera agricultor. Miraban con desdén las
actividades de financieros y comerciantes debido a que sólo se dedicaban a intercambiar
los valores creados por otros. Eran incapaces de producir valor nuevo alguno.
El Tableau
économique
Quesnay ideó un cuadro económico para ilustrar de qué manera la
agricultura mantiene la economía en forma análoga a la función del riego sanguíneo
en el cuerpo humano. Crea un diagrama bastante notable en el cual representa la
producción y circulación de bienes de toda la economía y los flujos monetarios
asociados para una economía que se encuantra en un estado de equilibrio. El
equilibrio del estado estacionario es el punto de inicio lógico para analizar
el efecto en el producto agregado de una alteración a la condición de
equilibrio representada en el tableau.
Para Quesnay las fuentes de alteración probables son:
ü
Un cambio en la producción de
ingresos gestados en producto agrícola;
ü
Unncambio en el sistema tributario
ü
Un aumento en el precio de los
alimentos que mejoraría la tasa de rendimiento en la agricultura.
El Tableau se intenta demostrar
la interdependencia de las clases que se nutren y mantienen mutuamente por
medio de sus gastos. Es el primer intento de un equilibrio desde el punto de
vista macroeconómico. Es un esquema cerrado y estacionario. No existe el
comercio exterior, y los ahorros son iguales a las necesidades de remplazo de capital.
El análisis se limita al sector agrícola, aunque es válido también para la
minería y la pesca. No se analiza el sector estéril y todos los intercambios se
dan entre las clases en lugar de entre
los individuos. El tableau está diseñado para explicar la forma en que se crea
y circula el producto neto entre las
tres clases de la sociedad y finalmente el modo en que se reproduce al año
siguiente, de manera que el sistema se automantiene. Los fisiócratas concebían
la posibilidad de que la prosperidad de una economía pudiese verse debilitada
por los gastos excesivos de la clase estéril y por el consumo excesivo de sus
productos. No consideraban deseables los ahorros, fuera cual fuera el origen de
éstos en la economía o los usos a los cuales se destinaran.
Ideas
básicas de los fisiócratas
El asunto fiscal
En un país eminentemente agrícola como Francia, resulta obvio que la
carga de las ganancias gubernamentales tenía que derivarse de la tierra. La
carga impuesta a los ya de por sí empobrecidos campesinos, se convirtió a la
larga en algo intolerable. Además era insuficiente la recaudación de impuestos,
por lo que fue necesario recurrir a los préstamos públicos a gran escala de los
especuladores profesionales y financieros. Propusieron que se eliminaran las
exenciones de impuestos a la tierra heredada. Todos los terratenientes debían
pagar de acuerdo con sus respectivas participaciones del producto neto.
Consideraban que si se ponían gravámenes a los agricultores arrendatarios que
cultivaban la tierra se reduciría la capacidad de producción y por ende el
producto neto. De esta manera la clase terrateniente vendría a soportar la
carga de impuesto. De igual manera si se obliga a los artesanos u otros
miembros de la clase estéril al pago de impuestos, ellos reducirían sus compras
alos agricultores, lo cual disminuiría también el producto neto.
Reformas en la
agricultura
Mejorar la productividad agrícola se consideraba fundamental para el
funcionamiento del sistema de impuesto único. Y propusieron para su logro la
reorganización de la agricultura en términos más capitalistas. Esto significaba
la relativamente amplia cantidad de pequeños agricultores sería remplazada por
unos pocos agricultores capitalistas a gran escala, métodos de producción más
avanzados, para aumentar la productividad. El convertir a una importante
cantidad de campesinos en mano de obra asalariada no iba a contar con el apoyo
popular.
El rol del
comercio
La actividad de los comerciantes se consideraba improductiva debido a
que el comercio sólo abarcaba el intercambio de valores iguales. Los
fisiócratas apoyaron el libre comercio principalmente la libertad para exportar
grano, la cual estaba restringida, mientras que se alentaba la importación de
bienes manufacturados
Las bases
morales de la economía
Turgot (1727-1781) propone la
primera declaración del derecho a la propiedad privada adelantándose a muchos
de los temas que mas tarde formarían parte de la economía clásica.
Smith,
Adam
INVESTIGACIÓN SOBRE LA
NATURALEZA Y CAUSAS DE LA RIQUEZA DE LAS NACIONES (1776)
CAPÍTULO 1 DE LA DIVISIÓN DEL TRABAJO
EL PROGRESO MÁS IMPORTANTE EN LAS
FACULTADES PRODUCTIVAS DEL TRABAJO PARECE SER LA DIVISIÓN DEL TRABAJO. Hoy día
hasta la fabricación de alfileres constituye un oficio aparte.
Y, además, la
fabricación está dividida en varios ramos, la mayor parte de los cuales también
constituyen otros oficios distintos. UN OBRERO ESTIRA EL ALAMBRE, OTRO LO
ENDEREZA, UN TERCERO LO VA CORTANDO EN TROZOS IGUALES, UN CUARTO HACE LA PUNTA,
ETC.
LA DIVISIÓN DEL TRABAJO, EN CUANTO
PUEDE SER APLICADA, OCASIONA UN AUMENTO DE LAS FACULTADES PRODUCTIVAS DEL
TRABAJO
LA DIVISIÓN DEL TRABAJO
SE DA ESPECIALMENTE EN LA INDUSTRIA. La agricultura, por su propia naturaleza,
no admite tantas subdivisiones. el hilandero generalmente es una persona
distinta del tejedor; pero la persona que ara, siembra, cava y recolecta el
grano suele ser la misma. Como esas distintas clases de trabajo van produciéndose
con el transcurso de las estaciones del año, es imposible que un hombre esté
dedicado constantemente a una misma tarea. En agricultura, el trabajo del país
más rico no siempre es mucho más productivo que el de uno pobre, como suele
serlo en las manufacturas.
El aumento en la
cantidad de productos que un mismo número de personas puede confeccionar como
consecuencia de la división del trabajo se debe a tres circunstancias
distintas:
ü La MAYOR DESTREZA de
cada obrero en particular, pues al reducirse la tarea del obrero a una
operación sencilla, y hacer de ésta la única operación de su vida, aumenta
considerablemente la pericia del operario.
ü El AHORRO DEL TIEMPO que
se pierde al pasar de una ocupación a otra, pues no hay hombre que no haga una
pausa al pasar de una ocupación a otra.
ü La invención de un gran
número de MÁQUINAS que abrevian y facilitan el trabajo, capacitando a un hombre
para hacer la labor de muchos.
Cuando cada uno de los
individuos se hace más experto en su ramo, se produce más en total y la cantidad de ciencia se acrecienta
notablemente. Dado que todo obrero posee una mayor cantidad de su propia obra,
el uno provee al otro de lo que necesita, y recíprocamente, con lo cual la
abundancia se difunde en la sociedad.
Con sólo observar la
chaqueta del más humilde trabajador, nos damos cuenta de que excede a todo
cálculo el número de personas que, cada uno con una pequeña parte, concurren a
procurarle aquella satisfacción. El pastor, el hilandero, el tintorero, el
tejedor, el sastre, tuvieron que conjugar sus oficios para completar una
producción tan vulgar.
SIN LA COOPERACIÓN DE MILLARES DE
SERES HUMANOS, LA PERSONA MÁS HUMANA DE UN PAÍS CIVILIZADO NO PODRÍA DISPONER
DE LAS COSAS MÁS NECESARIAS
CAPÍTULO 2 DEL PRINCIPIO QUE
MOTIVA LA DIVISIÓN DEL TRABAJO
El hombre reclama en la
mayor parte de las circunstancias la ayuda de sus semejantes y no puede
esperarla sólo de la bondad. La conseguirá con mayor seguridad interesando en
su favor el egoísmo de otros, haciéndoles ver que es ventajoso hacer para ellos
lo que él les pide. Quien propone un trato ofrece al otro: “dame lo que
necesito y tendrás lo que deseas”. Es esta misma inclinación a la permuta la
causa originaria de la división del trabajo.
Cada
animal se ve constreñido a sustentarse y defenderse por sí sólo, con absoluta
independencia. Entre los hombres, por el contrario, LOS TALENTOS MÁS DISPARES
SE CARACTERIZAN POR SU MUTUA UTILIDAD, ya que los respectivos productos de sus
aptitudes se aportan a un fondo común, en virtud de esa disposición general para el cambio, y tal
circunstancia permite a ellos comprar la parte que necesitan de la producción
ajena.
CAPÍTULO
3 LA DIVISIÓN DEL TRABAJO SE HALLA
LIMITADA POR LA EXTENSIÓN DEL MERCADO
Así como la facultad de cambiar motiva
la división el trabajo, la extensión de esta división se halla limitada por la
extensión del mercado. Cuando el mercado es muy pequeño nadie se anima a
dedicarse por entero a una ocupación, por falta de capacidad para cambiar el
sobrante del producto de su trabajo, por la parte que necesita de los
resultados de la labor del otro. En los caseríos y pequeñas aldeas, no hay casi
división del trabajo: el campesino es carnicero, panadero y cervecero de la
familia. Las vías fluviales extienden el mercado, abren las distintas clases de
actividades económicas a mercados más amplios, y ello explica por qué en las
riberas de los ríos navegables y costas marítimas, la producción comienza a
subdividirse y perfeccionarse. Las primeras naciones civilizadas moraban sobre
las costas del Mediterráneo.
CAPÍTULO 4 DEL ORIGEN Y USO DE LA MONEDA
Tan pronto como se hubo
establecido la división del trabajo, sólo una pequeña parte de las necesidades
de cada hombre se pudo satisfacer con el producto de su propia labor.
EL HOMBRE SATISFACE LA
MAYOR PARTE DE SUS NECESIDADES CAMBIANDO EL REMANENTE DE SU ESFUERZO POR OTRAS
PORCIONES DEL PRODUCTO AJENO, que él necesita. el hombre vive así convertido,
en cierto modo, en un mercader.
LA CAPACIDAD DE CAMBIO
SE VIO, AL COMIENZO, ENTORPECIDA. Si alguien necesitaba algo que otro tenía,
pero no tenía nada que interesase a este para ofrecerle, el cambio no podía
realizarse.
Para
evitar dificultades de esta naturaleza, todo hombre razonable procuró, después
de establecida la división del trabajo, disponer siempre de una cierta cantidad
de cualquier otra mercancía, distinta de la producida por él, que a su juicio
pocas personas rechazarían cambio de lo que él pidiese.
Así, el ganado fue en
las sociedades primitivas el instrumento común del comercio, pese a ser
extraordinariamente incómodo para esos fines. Pero, en general., resolvieron
los hombres dar preferencia, para este uso, a los metales sobre todas las
mercaderías. Éstos se conservan con menor pérdida que cualquier otro artículo y
además se pueden dividir sin menoscabo o fundir de nuevo en una sola masa,
cualidad que no poseen otras mercancías igualmente durables. Estas cualidades
convierten a los metales en instrumentos aptos para la circulación y el comercio.
Los espartanos usaron el hierro; los romanos primitivos el cobre; luego, en
general, el oro y la plata. Eran, al comienzo, barras toscas sin cuño ni sello.
Para evitar los fraudes
respecto de la pureza del metal se colocó un sello público sobre los metales
más frecuentemente usados en el comercio, que atestiguaba la calidad uniforme
de esas mercancías utilizadas como instrumento de cambio. Tal es el origen de
la moneda sellada y de los establecimientos públicos llamados “Casas de
Moneda”.
Luego la acuñación (improntas
que cubrían los bordes de la pieza) atestiguó no sólo la calidad sino también
el peso del metal, por lo cual esas piezas se reciben actualmente sin tomarse
la molestia de pesarlas.
Es así como la moneda se convirtió en el instrumento universal de comercio
en todas las naciones civilizadas, y por su mediación se compran, venden y permutan
toda clase de bienes.
CAPÍTULO 5 DEL PRECIO REAL Y NOMINAL DE LAS MERCANCÍAS,
O DE SU PRECIO EN TRABAJO Y DE SU PRECIO EN MONEDA
Una vez establecida la división del
trabajo, ES SÓLO UNA PEQUEÑA PARTE DE LAS
COSAS NECESARIAS, CONVENIENTES Y GRATAS PARA LA VIDA LA QUE SE PUEDE OBTENER
CON EL ESFUERZO PERSONAL. La mayor parte de ellas se conseguirá mediante el
trabajo de otras personas y se será rico o pobre de acuerdo a la cantidad de
trabajo ajeno que se halle en condiciones de adquirir.
En consecuencia, EL
VALOR DE CUALQUIER BIEN, para la persona que lo posee y no piensa consumirlo,
sino cambiarlo por otros, ES IGUAL A LA CANTIDAD DE TRABAJO QUE PUEDA ADQUIRIR
POR MEDIACIÓN SUYA.
EL TRABAJO, POR LO TANTO, ES LA
MEDIDA REAL DEL VALOR EN CAMBIO DE TODA CLASE DE BIENES
El precio real de
cualquier cosa son las penas y fatigas que su adquisición supone. Lo que
realmente vale para el que ya la ha adquirido y desea disponer de ella, o
cambiarla por otros bienes, son las penas y fatigas de que lo librarán, y que
podrá imponer a otros individuos. Lo que se compra con dinero o con otra clase
de bienes nos dispensa de esas fatigas.
El trabajo fue, pues, el
precio primitivo, la moneda originaria que sirvió para pagar y comprar todas
las cosas. No fue con el oro ni con la plata, sino con el trabajo como se
compró originariamente en el mundo toda clase de riquezas.
Pero aunque el trabajo
es la medida real del valor en cambio de todos los bienes, generalmente no es
la medida por la cual se estima ese valor. Con frecuencia ES DIFÍCIL AVERIGUAR
LA RELACIÓN PROPORCIONAL QUE EXISTE ENTRE CANTIDADES DIFERENTES DE TRABAJO: una
hora de trabajo penoso contiene a veces más esfuerzo que dos horas de una labor
más fácil, y más trabajo también, la aplicación de una hora de trabajo en una
profesión cuyo aprendizaje requiera del trabajo de 10 años, que un mes de actividad
en una labor ordinaria y de fácil ejecución.
Es más frecuente que se
cambie, y en consecuencia, se compare un artículo con otros y no con trabajo.
Por lo tanto, parece más natural estimar su valor de cambio por la cantidad de
cualquier otra suerte de mercancía, y no por la cantidad de trabajo que con él
se puede adquirir. LA MAYOR PARTE DE LA GENTE ENTIENDEN MEJOR QUÉ QUIERE DECIR
UNA CANTIDAD DE UNA MERCANCÍA DETERMINADA QUE UNA CANTIDAD DE TRABAJO.
Ahora bien, desde el
momento en que se cesó la permuta y el dinero se convirtió en el instrumento
común de comercio, es más frecuente cambiar cualquier mercancía por dinero y no
por otra cosa.
De donde resulta que es
frecuente estimar el valor de cambio de toda mercancía por la cantidad de
dinero y no por la cantidad de otra mercancía o de trabajo que se pueda adquirir
mediante ella.
EL ORO Y LA PLATA, COMO
CUALQUIER OTRO BIEN, CAMBIAN DE VALOR; UNAS VECES CON MÁS CAROS Y OTRAS MÁS
BARATOS. Una veces son más fáciles y otras más difíciles de adquirir. El
descubrimiento de las ricas minas de América redujo el valor del oro y la
plata, en el siglo XVI, a casi de una tercera parte de su valor anterior. En la
medida en que cuesta menos trabajo llevar esos metales de la mina al mercado,
es menor el trabajo de otra especie que con ello se puede adquirir.
Ahora bien, de la misma
medida que una medida que estuviese cambiando siempre su longitud no podría ser
jamás una medida exacta de otras cosas, así una mercadería que varíe
continuamente en su propio valor, nunca podrá ser medida exacta del valor de
otros artículos.
EN TODA ÉPOCA ES CARO LO
QUE RESULTA DIFÍCIL DE ADQUIRIR O CUESTA MUCHO TRABAJO OBTENER, Y BARATO LO QUE
SE ADQUIERE CON MÁS FACILIDAD Y MENOS TRABAJO.
POR CONSIGUIENTE, EL TRABAJO, AL NO
CAMBIAR NUNCA DE VALOR ES EL ÚNICO Y DEFINITIVO PATRÓN EFECTIVO, POR EL CUAL SE
COMPARAN Y ESTIMAN LOS VALORES DE TODOS LOS BIENES, CUALESQUIERA QUE SEAN LAS
CIRCUNSTANCIAS DE LUGAR Y DE TIEMPO. EL TRABAJO ES SU PRECIO REAL, Y LA MONEDA,
ES ÚNICAMENTE EL PRECIO NOMINAL
Pero aunque para el
trabajador siempre tengan igual valor idénticas cantidades de trabajo, no
ocurre así con la persona que lo emplea: las compra, en unas ocasiones, con
mayor cantidad de bienes, y en otras, con menos cantidad de los mismos; por
esto se hace la idea de que el precio del trabajo varía como el de todas las
demás cosas, siendo unas veces caro y otras barato.
En realidad, son los
bienes los que son caros o baratos en una caso o en otro. El mismo precio real
representa siempre el mismo valor; pero el mismo precio nominal puede tener
valores distintos, en atención a las variaciones en el valor del oro y la
plata. .
EL TRABAJO ES LA MEDIDA UNIVERSAL Y
MÁS EXACTA DEL VALOR, LA ÚNICA REGLA QUE NOS PERMITE COMPARAR LOS VALORES DE
LAS DIFERENTES MERCANCÍAS EN DISTINTOS TIEMPOS Y LUGARES
EL DINERO ES LA MEDIDA EXACTA DEL
VALOR DE CAMBIO REAL DE TODAS LAS MERCANCÍAS. ESTO SÓLO ES ASÍ, SIN EMBARGO, EN
IGUALDAD DE CIRCUNSTANCIAS DE LUGAR Y DE TIEMPO
Como el precio nominal o
monetario de los bienes determina y decide finalmente si son o no razonables las
compras y las ventas, y por él se regulan casi todas las transacciones de la
vida común, cuando media precio, no es de extrañar que se preste más atención
al precio nominal que al real.
CAPÍTULO
6 SOBRE LOS ELEMENTOS COMPONENTES DEL
PRECIO DE LAS MERCANCÍAS
Es natural que una cosa que
generalmente es producto del trabajo de dos días valga el doble que la que es
consecuencia de un día. Si una clase de trabajo es más penosa que otra, será
también natural que se haga una cierta asignación a ese superior esfuerzo, y el
producto de una hora de trabajo, en un caso, se cambiará frecuentemente por el
producto de dos horas en otro. Pero tan pronto como el capital se acumula en
poder de personas determinadas, algunas de ellas procuran regularmente emplearlo
en dar trabajo a gentes laboriosas, suministrándoles materiales y alimentos,
para sacar un provecho de la venta de su producto o del valor que el trabajo
incorpora a los materiales.
Al cambiar
un producto acabado, bien sea por dinero, bien por trabajo, o por otras
mercaderías, además de lo que sea suficiente para pagar el valor de los
materiales y los salarios de los obreros es necesario que se de algo por razón
de las ganancias que corresponden al empresario, el cual compromete su capital
en esa contingencia. El valor que el trabajador añade a los materiales se
resuelve en dos partes: una de ellas paga el salario de los obreros y la otra
las ganancias del empresario, sobre el fondo entero de materiales y salarios
que adelanta. El empresario no tendría interés alguno en emplearlos si los
beneficios no guardasen cierta proporción con la cuantía del capital. Hay
quienes imaginan que estos beneficios del capital son sólo un nombre distinto
por los salarios de una particular especie de trabajo, como es el de inspección
y dirección. Pero son cosas completamente distintas, regulándose por principios
diferentes, que no guardan proporción con la cantada, el esfuerzo o la destreza
de esta supuesta labor de inspección o de dirección. Los beneficios se regulan
enteramente por el valor del capital empleado y son mayores o menores en proporción
a su cuantía. En muchas grandes empresas el trabajo de inspección suele encomendarse
a un empleado principal; los salarios pagados a esta persona representan el
valor de dicha labor de dirección e inspección. Aun cuando al fijar esos
salarios se atiende regularmente, no sólo a la destreza y al esfuerzo, sino
también a la confianza que se deposita en el empleado, nunca guardan proporción
con el capital que maneja. El propietario de este capital, a pesar de quedar
liberado casi por completo de todo trabajo, aún espera que sus beneficios
conserven una proporción regular con su inversión. Por lo tanto, el beneficio
del capital forma parte del precio de las mercancías y es por completo
diferente de los salarios del trabajo, los cuales se regulan por principios
completamente diferentes. Desde el momento en que las tierras de un país se
convierten en propiedad privada de los terratenientes, éstos como los demás
hombres desean cosechar donde nunca han sembrado, y exigen una renta hasta por
el producto natural del suelo: la renta de la tierra, que se halla en el precio
de la mayor parte del precio de los artículos como un tercer componente. El
valor real de todas las diferentes partes que componen el precio se mide por la
cantidad de trabajo, que cada una de esas porciones dispone o adquiere. El
trabajo no sólo mide el valor de aquélla parte del precio que se resuelve en
trabajo, sino también el de aquella otra que se traduce en renta y beneficio. A
medida que vaya siendo más elaborada cualquier mercancía especial, la parte del
precio que componen los salarios y el beneficio es mayor que la correspondiente
a la renta. Con los progresos en el arte de la manufactura no sólo aumentan los
beneficios. sino que se acrecientan sucesivamente, porque el capital de que se
derivan es cada vez mayor. El precio de toda mercancía particularmente
considerada se resuelve, en última instancia, en alguna de estas partes, en una
o en otras, o en las tres conjuntamente: renta, trabajo y beneficio. La porción
que sobra después de pagar la renta de la tierra y el precio de todo el trabajo
empleado en conseguir, manufacturar y poner en el mercado las mercancías,
implica necesariamente un beneficio para alguien. Quien percibe renta de un
fundo que le pertenece, la deriva de su trabajo, de su capital o de su tierra.
La renta que procede del trabajo se llama salario; la derivada del capital, por
la persona que lo emplea y administra, se denomina beneficio; y la que obtiene
la persona que no lo emplea por su cuenta, sino que se lo presta a otro se
califica de interés o usura. Esta última es la compensación que paga el
prestatario al prestamista por el beneficio que tiene oportunidad de obtener al
hacer uso de la moneda.
Cuando las
tres especies de renta (renta propiamente dicha, salario y beneficio)
corresponden separadamente a distintas personas son muy fáciles de distinguir;
pero cuando pertenecen al mismo sujeto se confunden con facilidad, por lo menos
en el lenguaje corriente. Un jardinero que cultiva directamente su propio
huerto reúne en su persona los tres distintos caracteres de terrateniente,
colono y jornalero; el producto le paga por lo tanto la renta del primero, el
beneficio del segundo y los salarios del tercero. El producto total se
considera como una mera compensación de su trabajo, confundiéndose en este caso
la renta y el beneficio con los salarios.
CAPÍTULO
7 DEL PRECIO NATURAL Y DEL PRECIO DE
MERCADO DE LOS BIENES
Cuando el precio de un cosa es ni más ni menos que el
suficiente para pagar la renta de la tierra, los salarios del trabajo y los
beneficios del capital empleado en obtenerla, prepararla y traerla al mercado,
de acuerdo con sus precios corrientes, aquélla se vende por lo que se llama su
precio natural. El artículo se vende entonces por lo que precisamente vale, o
por lo que realmente le cuesta a la persona que lo lleva al mercado. El precio
efectivo a que corrientemente se venden las mercancías es lo que se llama
precio de mercado, y puede coincidir con el precio natural o ser superior o
inferior a éste.
EL PRECIO
DE MERCADO DE CADA MERCANCÍA EN PARTICULAR SE REGULA POR LA PROPORCIÓN ENTRE LA
CANTIDAD DE ÉSTA QUE REALMENTE SE LLEVA AL MERCADO Y LA DEMANDA DE QUIENES
ESTÁN DISPUESTOS A PAGAR EL PRECIO NATURAL DEL ARTÍCULO, o sea el íntegro valor
de la renta, el trabajo y el beneficio, que es preciso cubrir para presentarlo
en el mercado.
Cuando la
cantidad de una mercancía que se lleva al mercado es insuficiente para cubrir
la demanda efectiva, algunos, con tal de no renunciar a la mercancía, estarán
dispuestos a pagar más por ella. Por tal razón, se suscitará entre ellos
inmediatamente una competencia, y el precio de mercado subirá más o menos sobre
el precio natural según que la magnitud de la deficiencia, la riqueza o el afán
de ostentación de los competidores, estimulen más o menos la fuerza de la
competencia. Esto nos explica los precios exorbitantes de los artículos de
primera necesidad durante el bloqueo de una población o en época de hambre.
Cuando la cantidad llevada al mercado excede la demanda efectiva, no puede
venderse entonces toda ella entre quienes estarían dispuestos a pagar el valor
completo de la renta, salarios y beneficios que costó la mercancía.
Parte de ella
tiene, entonces, que venderse a los que están dispuestos a pagar menos, y este
precio más bajo que ofrecen por ella, reducirá el de toda la mercancía. El
precio de mercado bajará más o menos con respecto al natural según que
abundancia o la escasez del género incremente más o menos la competencia entre
los vendedores. Cuando la cantidad llevada al mercado es suficiente para cubrir
la demanda efectiva, pero no más, el precio de mercado coincide o se aproxima
al precio natural. Como la cantidad de cualquier mercancía que se lleva al
mercado se ajusta por sí misma a la demanda efectiva, interesa a cuantos
emplean su tierra, su capital y su trabajo en traer esos productos al mercado
que la cantidad de ellos no supere nunca la demanda efectiva. Si alguna vez las
remesas de mercaderías exceden la demanda efectiva, alguna de las partes
componentes del precio se pagará por debajo de su tasa natural. Si la porción
afectada es la correspondiente a la renta de la tierra, el interés de los
dueños les inducirá a destinar parte de sus fincas a producir otros artículos,
y si es el salario o el beneficio, el interés de los trabajadores y el de los
patrones les inducirá, en cada caso, a retirar rápidamente una parte de su
trabajo o del capital, de este empleo.
De este modo, la
capital que se ofrece en el mercado será en poco tiempo insuficiente para
cubrir la demanda efectiva y todas las diferentes partes de sus precios
volverán a su nivel natural, y el precio global también a su precio natural.
Si, por el contrario, la cantidad llevada al mercado fuese inferior a la demanda
efectiva, alguna de las partes componentes de su precio se elevaría por encima
de su nivel natural. Entonces, en cualquiera de estas partes, aumentará el
capital, la tierra o el trabajo empleados y la cantidad de mercancías ofrecidas
a los compradores será pronto suficiente
para satisfacer la demanda efectiva. Todos los componentes del precio bajarán
pronto a su precio natural y el precio global también.
EL PRECIO NATURAL VIENE A SER, ASÍ, EL PRECIO CENTRAL, ALREDEDOR DEL
CUAL GRAVITAN CONTINUAMENTE LOS PRECIOS DE TODAS LAS MERCANCÍAS
Cuando, al aumentar la demanda efectiva de alguna mercancía, el precio
de mercado se eleva bastante por encima del natural, quienes emplean sus capitales
en abastecerlo procuran, por lo general, ocultarlo. Si fuera conocido, la
expectativa de grandes ganancias induciría a muchos competidores nuevos a
emplear sus capitales en la misma forma, con lo cual al poco tiempo la demanda
efectiva quedaría plenamente satisfecha, viéndose reducido el precio de mercado
al precio natural. Pero secretos de esta naturaleza son dificilísimos de
guardar mucho tiempo y la ganancia extraordinaria apenas dura hasta que el
secreto deja de serlo. Un monopolio otorgado a un individuo o a una compañía de
comercio produce el mismo efecto que un secreto. Los monopolistas manteniendo
siempre bajas las disponibilidades de sus productos en el mercado. no
satisfaciendo jamás la demanda efectiva venden sus géneros a un precio mucho
más alto que el natural, y elevan por encima de la tasa natural sus ganancias.
El precio de monopolio es en todo momento el más alto que puede obtener, por el
contrario el precio natural o de libre competencia es el más bajo que se puede
conseguir, en los períodos prolongados de tiempo.
CAPÍTULO
8 DE LOS SALARIOS DEL TRABAJO
El producto del trabajo constituye una recompensa
natural o salario de trabajo. En el estado originario de la sociedad que
precede a la apropiación de la tierra y a la acumulación del capital, el
producto íntegro del trabajo pertenece al trabajador. No había entonces
propietarios ni patronos con quienes compartirlo. Si este estado de cosas
hubiera continuado, los salarios del trabajo habrían aumentado, en consonancia
con todas las mejoras en las facultades productivas, que se originan en la
división del trabajo. Todas las cosas se hubieran ido abaratando gradualmente.
Pero este estado originario en el que el trabajador gozaba de todo el producto
de su propio trabajo sólo pudo perdurar hasta que tuvo lugar la primera apropiación
de las tierras y acumulación de capital.
Tal
situación terminó mucho antes de que se hicieran los progresos más
trascendentes en las aptitudes productivas del trabajo. Tan pronto como la
tierra se convierte en propiedad privada, el propietario exige una parte de
todo cuanto producto obtiene o recolecta en ella el trabajador. Su renta es la
primera deducción que se hace del producto del trabajo aplicado a la tierra.
Rara vez ocurre que la persona que cultiva la tierra disponga de los necesario
para mantenerse hasta la recolección.
La
subsistencia que se le adelanta procede generalmente del capital de un amo, el
granjero que lo emplea, y que no tendría interés en ocuparlo sino participando
en el producto del trabajador, salvo el caso de que su capital le fuera
devuelto con un beneficio. Beneficio que es la segunda deducción que se hace
del producto del trabajo empleado en la tierra. El producto de cualquier otro
trabajo está casi siempre sujeto a la misma deducción de un beneficio.
Los salarios
del trabajo dependen generalmente del contrato concertado entre el operario y
el patrón, cuyos intereses difícilmente coinciden. El operario desea sacar los
más posible; y los patronos dar lo menos que puedan. Sin embargo, no es difícil
prever cuál de las dos partes saldrá gananciosa en la disputa. Los patronos
siendo menos en número se pueden poner más fácilmente de acuerdo. Un patrono
puede generalmente vivir un año o dos disponiendo del capital previamente
adquirido; La mayor parte de los trabajadores no podrá subsistir un semana. A
largo plazo tanto el patrono como el trabajador se necesitan mutuamente, pero
con distinta urgencia. Los patronos siempre, en todo lugar, mantuvieron una
especie de concierto tácito, constante y uniforme, para no elevar los salarios
por encima de su nivel actual. Dichos acuerdos chocan frecuentemente con una
acción concertada y defensiva de los obreros, quienes también se ponen de
acuerdo para elevar el precio de su trabajo. Suelen recurrir a la violencia,
pero fracasan generalmente sin otros frutos que el castigo o las ruinas de sus
dirigentes.
Aún cuando
generalmente gocen de ventaja los patronos, hay un cierto nivel por debajo del
cual parece imposible que baje el salario de las ocupaciones de inferior
categoría: el hombre ha de vivir de su trabajo y los salarios han de ser por lo
menos lo suficientemente elevados para mantenerlo. En la mayor parte de las
ocasiones es indispensable que gane algo más que el sustento, porque de otro
modo sería imposible mantener una familia y la raza de esos trabajadores no
pasaría de la primera generación.
Hay, a
veces ciertas circunstancias que son favorables a los trabajadores: cuando en
un país aumenta continuamente la demanda de aquellas personas que viven de sus
salarios, los trabajadores no necesitan ponerse de acuerdo para elevarlos. La
escasez de mano de obra genera una competencia entre los patronos, con lo cual
éstos rompen su natural coalición para no subir los jornales. La demanda de
mano de obra asalariada aumenta con el incremento del ingreso y del capital de
las naciones, es decir, con el incremento de la riqueza nacional. Lo que motiva
el alza de los salarios no es la magnitud de la riqueza de un país sino su
continuo incremento.
Por lo
tanto, donde los salarios son más altos no es en los países más ricos sino en
los más laboriosos o en los que más rápidamente se enriquecen. Por grande que
sea la riqueza de un país, como ésta permanezca estacionaria, no es de esperar
que en él sean muy altos los salarios. Si los capitales destinados al pago
continúan por varias centurias a un nivel idéntico, el número de trabajadores
empleado cada año bastará fácilmente a cubrir el número que se solicite el año
próximo y quizá con exceso. Apenas habrá escasez de mano de obra y los patronos
no tendrán que competir para conseguirla. Por el contrario, habrá una constante
escasez de empleo y los trabajadores se verán obligados a competir entre sí
para conseguir trabajo. En un país donde fuesen decayendo los fondos destinados
a mantener la mano de obra cada año iría siendo menor la demanda de trabajo y
muchos trabajadores correrían el riesgo de morir de hambre, teniendo que
recurrir a la mendicidad. Esta condición paupérrima es un índice del peor de
los retrocesos de la riqueza nacional.
La
recompensa real del salario, o sea, la cantidad de cosas necesarias y útiles
para la vida que dicha recompensa procura al obrero mejora las condiciones de
las clases inferiores del pueblo y dado que, los trabajadores constituyen la
mayoría en toda sociedad política de importancia, esta mejora beneficia al todo
social pues beneficia a la mayor parte de sus componentes. La demanda de
trabajo regula la producción de la especie. Cuando la demanda aumenta, la
remuneración del trabajo estimulará necesariamente los matrimonios y la
multiplicación de los obreros, de tal suerte que satisfagan el continuo
incremento de la demanda con una población gradualmente en aumento.
Los
patronos hacen mejores arreglos con sus trabajadores en los años de carestía
que en los de abundancia y los encuentran más sumisos, humildes y laboriosos en
los primeros que en los segundos. Que la demanda del trabajo aumente en los
años de plenitud y disminuya en los de escasez es la causa de que el precio
pecuniario del trabajo aumente en un caso y disminuya en el otro, pero el otro
factor que determina el precio en dinero del trabajo, además de la demanda, es
el precio de las cosas necesarias y útiles para la vida.
Si el
precio del trabajo es alto en épocas de gran demanda, en el supuesto de que la
demanda continuase siendo la misma, el precio de trabajo sería mucho más si el
precio de las provisiones fuese caro. La escasez de los años de carestía, al
disminuir la demanda de trabajo, tiende a rebajar su precio, y el elevado
precio de las provisiones, a aumentarlo. La plenitud del año de baratura
aumenta la demanda de trabajadores y así aumenta el precio del trabajo, en
tanto que la baratura de los alimentos hace que dicho precio baje. De este
modo, las dos causas se compensan mutuamente, y a esta circunstancia se debe
probablemente que los salarios del trabajo sean más estables y fijos que el
precio de los alimentos.
CAPÍTULO
9 DE LOS BENEFICIOS DEL CAPITAL
El aumento y la disminución de los beneficios del
capital depende de las mismas causas que hacen subir y descender los salarios
del trabajo; pero estas causas producen esos efectos de una manera muy distinta
en una caso y en el otro. El aumento de capital, que hace subir los salarios,
propende a disminuir al beneficio. Cuando los capitales de muchos comerciantes
ricos se invierten en el mismo negocio, la natural competencia que se hacen
entre ellos, tiende a reducir su beneficio; y cuando tiene lugar un aumento del
capital en las diferentes actividades, la misma competencia producirá efectos
similares en todas ellas.
El
beneficio fluctúa de tal modo que ni aún la misma persona que dirige un negocio
particular puede decirnos cuál sea su beneficio anual promedio. Influyen en él
no sólo las variaciones del precio de las mercancías, sino la buena o mala de
sus rivales o clientes y mil otros accidentes. Aunque puede aceptarse como
máxima general que podemos formarnos alguna idea de los beneficios por el
interés del dinero. Podemos afirmar que cuando el interés del dinero corriente
en el mercado varía en un país, también varían en él los beneficios del
capital. La disminución del capital de la sociedad o de los fondos destinados
al mantenimiento de la industria rebaja los salarios del trabajo e incrementa
los beneficios del capital y, por consiguiente, el interés del dinero.
Al bajar
los salarios, los propietarios de los capitales pueden poder sus géneros en el
mercado con menos gastos que antes, y sus mercancías cuestan menos y las venden
por más. El nivel más bajo del beneficio ordinario ha de ser por lo menos algo
más que suficiente para compensar las pérdidas ocasionales a que se expone cualquier
colocación de capital. Ese nivel se puede considerar como beneficio neto o
puro. Del mismo modo, la tasa más baja del interés usual ha de ser algo más que
suficiente para compensar las pérdidas ocasionales a que está expuesto el que
presta. Los beneficios elevados tienden a aumentar mucho más el precio de la
obra que los salarios altos. La porción del precio que se resuelve en salarios
de los trabajadores se eleva, en cada uno de los estadios de la manufactura, en
proporción aritmética al aumento de los jornales. En cambio, si los beneficios
de los patronos se elevasen, la porción del precio del artículo que se resuelve
en ganancia se elevaría en cada uno de los estadios de la manufactura en
proporción geométrica a dicha alza del beneficio.
CAPÍTULO
10 DE LA RENTA DE LA TIERRA
La renta,
considerada como el precio que se paga por el uso de la tierra, es todo lo que
resta del precio del producto por encima de la porción necesaria para mantener
el capital y los beneficios ordinarios de este capital destinado a la labranza.
El remanente se los reserva el propietario como renta de la tierra y es la
renta más corriente a que suelen arrendarse dichas tierras. No se trata de un
beneficio del capital que el propietario empleó en mejorar el suelo: el
propietario exige una renta aun por la tierra que no ha experimentado mejoras,
y el beneficio a cuenta de mejoras es, por lo general, una adición que se hace
a la renta originaria. La renta de la tierra, considerada como un precio que se
paga por su uso, es un precio de monopolio, pues no guarda proporción con las
mejoras que el propietario pudiera haber hecho en ella ni con lo que la tierra
puede rendir.
La renta entra,
pues, en la composición del precio de las mercancías de una manera diferente a
como lo hacen los salarios y los beneficios. Que los salarios o beneficios sean
altos o bajos determina que los precios sean elevados o módicos, mientras que
una renta alta o baja es consecuencia del precio. El precio de una mercancía
particular es elevado o bajo porque es necesario pagar salarios o beneficios
altos o bajos para hacerla llegar hasta el mercado. Pero que el precio sea bajo
o alto da origen a que la renta de la tierra sea mayor o menor o que no haya
absolutamente renta.
LIBRO CUARTO
CAPÍTULO
1 DEL PRINCIPIO DEL SISTEMA MERCANTIL
Comúnmente le atribuimos al dinero
dos funciones: la de instrumento para el comercio y como medida de valor. La
primera de esas funciones hace referencia a que nos es posible adquirir lo que
necesitamos con el dinero que con cualquier otra mercadería. En virtud de la
segunda de esas funciones estimamos todas las cosas por la cantidad de dinero
que somos capaces de conseguir al cambiarlas. El hecho de enriquecerse consiste
en acumular dinero. En el lenguaje común suelen confundirse los conceptos de VALOR
y RIQUEZA, convirtiéndose en sinónimos. Así, un país es considerado rico, al
igual que una persona, cuando dispone de grandes cantidades de dinero; y el
atesorar oro y plata se considera como la manera más rápida y segura de
enriquecerse.
Locke hace una diferencia muy notable entre el dinero
y el resto de las cosas muebles; el dinero no es perecedero y aunque entre en
el circuito comercial, mientras no se extraiga del país, no está muy expuesto a
consumirse y desgastarse. Con este razonamiento, el oro y la plata componen la
parte más sustancial de la riqueza de una nación. El principal objetivo de la
economía política sería entonces el intentar multiplicar estos metales. Muchas
naciones europeas han investigado por mucho tiempo, aunque no siempre con
éxito, los modos de acumular oro y plata en sus territorios. Gran parte de
ellas impusieron severas prohibiciones contra el extraer oro o plata del país.
Pero cuando estos países se transformaron en naciones comerciales, algunos
vieron los perjuicios que acarreaba esta prohibición; ya que a cambio de oro y
plata podían obtener artículos extranjeros de una manera mucho más ventajosa
que con cualquier otra mercancía.
Dos
críticas cobraron gran vigor: la primera se basaba en que la exportación de oro
y plata no debe necesariamente disminuir la cantidad total de dichos metales.
Por el contrario, pueden obtenerse ganancias al reexportar o vender
ventajosamente otros productos. La segunda crítica apunta a que esta
prohibición nunca podría impedir la saca efectiva de oro y plata, porque el
volumen y alto valor de estos metales invitaban con mucha frecuencia al
contrabando, prácticamente inevitable. La relación entre las importaciones y
las exportaciones determina el estado de la balanza comercial. Una balanza con
valor negativo llevará a un cambio desfavorable, lo que finalmente terminará en
la salida de oro y plata del país, en manos de los comerciantes extranjeros.
Todos estos argumentos fueron muy discutidos. Tanto
los hombres de campo como los comerciantes sabían por experiencia que el
comercio extranjero enriquecía a los países, pero ellos desconocían enteramente
cómo y de qué manera. Prevaleció la idea de que el comercio extranjero traía al
país grandes sumas de dinero, y que las leyes controvertidas impedían la
entrada de cantidades suplementarias, que ingresarían al país tan pronto como
aquellas regulaciones fuesen derogadas. La atención del Gobierno se distrajo,
pues, de las medidas relativas a impedir la exportación de oro y plata para
centrarse en el estado de la balanza comercial, como única causa del aumento y
disminución de aquellos metales. Respecto del comercio interior, se consideró que
ni traía ni quitaba dinero al país. Así, la nación no podía ser por su causa ni
más rica ni más pobre, a no ser porque su prosperidad o decadencia pudiera
influir en la situación del comercio exterior.
LA CANTIDAD DE MERCADERÍAS QUE ES CAPAZ DE
COMPRAR Y DE PRODUCIR EL TRABAJO HUMANO SE REGULA POR LA SITUACIÓN DE LA
DEMANDA EFECTIVA.
Pero no
existe ninguna mercancía que se adapte de manera más rápida y efectiva al
estado de la demanda que el oro y la plata, ya que debido a su poco volumen y
su alto valor son fácilmente transportables de un lugar a otro. La demanda
influye en el precio de la mercadería: para una oferta constante, si aumentamos
la demanda, ese artículo pasará a ser relativamente más escaso aunque
igualmente preciado, por lo que los compradores estarán dispuestos a pagar
dinero más por ese mismo artículo. Así claramente vemos un balance positivo, lo
que determinará una acumulación de oro y plata por el vendedor. El proceso
inverso ocurriría si redujésemos la demanda. El hecho de que esos metales sean
fácilmente transportables del lugar donde abundan hacia donde escasean es una
de las causas que nos explican por qué su precio no fluctúa constantemente, a
diferencia de la mayoría de las otras mercaderías, de mayor volumen y mayor
dificultad para movilizarlas y contrarrestar la saturación o escasez del
mercado.
Cuando los beneficios del comercio son mayores de lo
habitual, es un error común, tanto entre los pequeños como en los grandes
comerciantes, extender sus operaciones más allá de lo que permiten sus
disponibilidades. Antes de que las empresas lleguen a producir, se ha
desvanecido el capital y también el crédito. Entonces comienzan a buscar dinero
prestado, y todos rehúsan negando tenerlo. Se genera así una sensación general
de escasez de moneda. Un mercader concluye con su experiencia que es más fácil
comprar mercancías con dinero que dinero con mercancías. Esto es así porque el
dinero es un instrumento común y reconocido en las transacciones comerciales.
El dinero no se da tan fácilmente a cambio de cualquier cosa, bienes éstos con
una condición mucho más perecedera. El comerciante obtiene más provecho
vendiendo que comprando, por lo que siempre buscará el cambiar sus mercaderías
por dinero que a la inversa. En definitiva, no se desea el dinero por el dinero
mismo sino por lo que con él se puede comprar.
Volveremos a examinar ahora la idea vulgar de que la
riqueza consiste en dinero, o en oro y plata. Para este análisis daremos por
supuesto que los siguientes dos principios son ciertos: que la riqueza consiste
en oro y plata, y que estos metales pueden ser introducidos en un país
desprovisto de minas por el único medio de la balanza de comercio, o extrayendo
mayor valor del que se produce.
Los dos
grandes arbitrios para enriquecer un país no podían ser otros que las
restricciones a la importación y el fomento de las exportaciones. Respecto de
la primera veremos que todas estas restricciones consisten derechos elevados
sobre la importación y otras veces en prohibiciones absolutas, principalmente
si los artículos en cuestión son producidos en el interior del país. Con
relación a la segunda, la exportación se fomenta, a veces, con la devolución de
derechos, y otras, con primas a la exportación. También por medio de tratados
ventajosos con Estados extranjeros, y mediante el establecimiento de colonias
en los territorios distantes (monopolio absoluto para los efectos y
comerciantes de la metrópoli).
CAPÍTULO
2 DE LAS RESTRICCIONES IMPUESTAS A LA
INTRODUCCIÓN DE AQUELLAS MERCANCÍAS EXTRANJERAS QUE SE PUEDEN PRODUCIR EN EL
PAÍS
Haciendo uso de las restricciones -mediante elevados
derechos de aduana o prohibiendo en absoluto la importación de artículos que
pueden ser producidos en el país- se asegura un cierto monopolio del mercado
interior a la industria nacional dedicada a producir dichos artículos. Es
seguro y evidente que este monopolio del mercado interior constituye un gran
incentivo para aquellas industrias particulares que los disfrutan, desplazando
en ese sentido una mayor proporción del capital y del trabajo del país. Pero ya
no resulta tan evidente que este monopolio tienda a acrecentar la actividad
económica de la sociedad o a imprimirle la dirección más ventajosa. Cada
individuo en particular se preocupa continuamente de buscar el empleo más
ventajoso para el capital de que puede disponer. Lo que desde luego se propone
es su propio interés, no el de la sociedad,
pero estos mismos esfuerzos hacia su propia ventaja le inclinan a
preferir, de una manera natural, o más bien necesaria, el empleo más útil a la
sociedad como tal.
Principalmente,
cada individuo procura emplear su capital lo más cerca que pueda de su lugar de
residencia. En consecuencia, si son iguales, o casi iguales, las utilidades,
cualquier mayorista prefiere naturalmente el comercio nacional al
exterior. El mercado interior o
doméstico se convierte así en el centro en torno al cual giran continuamente
los capitales de los habitantes de cualquier país, así como el centro hacia
donde naturalmente gravitan (si no interfiere otra causa extrínseca).
Únicamente el afán de lucro inclina al hombre a emplear
su capital en empresas industriales, y procurará invertirlo en sostener
aquellas industrias cuyo producto considere que tiene el máximo valor.
Entonces, como cualquier individuo se esfuerza en emplear su capital en
sostener la industria doméstica y dirigirla a la obtención del producto que
rinde más valor, resulta que cada uno de ellos colabora de una manera necesaria
en la obtención del ingreso anual máximo para la sociedad. Cuando decide
invertir en su país y produce el artículo más rentable, el empresario sólo
piensa en su propio beneficio, pero sin buscarlo promueve la economía de su
sociedad. En qué empresa invertir y qué producir es algo que juzgará cada
individuo en su caso particular, mucho mejor de lo que el gobernante puede
hacerlo.
Conceder monopolios en el mercado doméstico a cualquier
especie de industria en particular es como indicar a las personas particulares
la manera como deben invertir sus capitales y en muchos casos esto determina
una medida inocua o hasta perjudicial. La prudencia de cada individuo rara vez
irá en contra del beneficio de su sociedad. La actividad de la sociedad sólo
puede aumentar en la medida de que su capital crezca, y este incremento sólo
puede verificarse mediante el ahorro gradual de sus rentas. La aplicación de
reglamentaciones puede llegar a ser severamente contraproducente. Es sólo una
ventaja adquirida la que posee un país con relación al vecino que se
especializa en la producción de otro artículo, y ello no obstante, encuentran
que es más beneficioso para ambos comprarse mutuamente que producir artículos
extraños a la respectiva actividad.
Ricardo, David
PRINCIPIOS DE ECONOMÍA
POLÍTICA Y TRIBUTACIÓN (1817)
CAPÍTULO 1 SOBRE EL VALOR
Sección 1
EL VALOR DE UN ARTÍCULO, O SEA, LA
CANTIDAD DE CUALQUIER OTRO ARTÍCULO POR LA CUAL PUEDE CAMBIARSE, DEPENDE DE LA
CANTIDAD RELATIVA DE TRABAJO QUE SE NECESITA PARA SU PRODUCCIÓN
Adam Smith observaba que
la palabra “valor” tiene dos significados diferentes: a veces designa la
utilidad de un objeto particular, y, otras, la capacidad de comprar otros
bienes. Al primero lo llama VALOR DE USO, Y al segundo VALOR EN CAMBIO.
La utilidad no es la
medida del valor de cambio, aunque es absolutamente esencial para éste. Si un
bien no fuera, de ningún modo útil a nuestras satisfacciones, no tendría ningún
valor de cambio, por escaso que pudiera ser, o sea cual fuere la cantidad de trabajo
necesaria para obtenerlo.
CUANDO POSEEN UTILIDAD, LOS BIENES
OBTIENEN SU VALOR DE CAMBIO DE DOS FUENTES: DE SU ESCASEZ Y DE LA CANTIDAD DE
TRABAJO REQUERIDA PARA OBTENERLOS
En su producción opera
la competencia sin restricción. En las etapas iniciales de la sociedad, el
valor de cambio de dichos bienes, o la regla que determina qué cantidad de uno
debe darse en cambio por otro, depende casi exclusivamente de la cantidad
comparativa de trabajo empleada en cada uno. Como planteaba Adam Smith, el trabajo
fue pues el precio primitivo, la moneda originaria que sirvió para comparar y
pagar todas las cosas.
Si la cantidad de
trabajo cristalizada en los bienes determina su valor de cambio, cualquier
aumento de la cantidad de trabajo debe elevar el valor de este bien sobre el
que se ha aplicado, así como cualquier disminución debe reducir su valor.
Si esto fuera cierto, si
la recompensa del trabajador estuviera siempre en proporción a lo producido por
él, la cantidad de trabajo empleada en un bien y la cantidad de trabajo que
este mismo bien adquiriría serían iguales, y cualquiera de ellas podría medir
con precisión las variaciones de otras cosas. Pero no son iguales: en muchas
ocasiones siendo igual la cantidad de trabajo empleada en un bien; así, la cantidad
de trabajo que este bien adquiere está sujeta a tantas fluctuaciones como las
que experimentan los bienes que con ella se comparen.
Adam Smith, después de
demostrar la insuficiencia de un medio variable como el oro y la plata, escogió
un medio que es igualmente variable: el trabajo.
PARA RICARDO, EL VALOR DEL TRABAJO ES
IGUALMENTE VARIABLE, AFECTÁNDOSE COMO LAS DEMÁS COSAS POR LA PROPORCIÓN ENTRE
LA OFERTA Y LA DEMANDA, Y POR EL PRECIO VARIABLE DE LOS ALIMENTOS Y DE OTROS
BIENES NECESARIOS -EN ADQUIRIR LOS CUALES SE GASTAN LOS SALARIOS DEL TRABAJO-
No es correcto decir con
Adam Smith que como el trabajo muchas veces podrá comprar más y otras menos
cantidad de bienes, lo que varía es el valor de los mismos, y no el trabajo que
los adquiere; es correcto en cambio afirmar que LA CANTIDAD COMPARATIVA DE
BIENES PRODUCIDOS POR EL TRABAJO ES LA QUE DETERMINA SU VALOR RELATIVO PRESENTE
O PASADO, Y NO LAS CANTIDADES COMPARATIVAS DE BIENES QUE SE ENTREGAN AL
TRABAJADOR, A CAMBIO DE SU TRABAJO.
Si el valor del trabajo
se reduce considerablemente, en relación con todas las demás cosas, y si esa
reducción es el resultado de una oferta abundante, estimulada por la mayor
facilidad con que se producen los cereales y demás productos indispensables
para el trabajador, sería correcto decir que los cereales y los artículos
necesarios tienen un valor más bajo, por la menor cantidad de trabajo necesario
para producirlos, y que esa mayor facilidad para el sostenimiento del
trabajador disminuyó el valor del trabajo, y no, en cambio, que hubo una
elevación de las cosas con las cuales el trabajo es comprado.
Sección 2
Las
distintas calidades de trabajo son remuneradas de diferente modo. No es, ésta,
una causa de variación del valor relativo de los bienes.
LA VALUACIÓN DE LAS
DISTINTAS CALIDADES DE TRABAJO DEPENDE MUCHO DE LA DESTREZA COMPARATIVA DEL
TRABAJADOR ASÍ COMO DE LA INTENSIDAD DEL TRABAJO REALIZADO.
Una vez establecida, esa
escala está sujeta a pocas variaciones. Cualquier desigualdad que
originariamente podría haber existido en dicha escala permanecerá y, por
consiguiente, puede influir muy poco, a la corta, sobre el valor relativo de los bienes.
Sección 3
El
valor de los bienes no sólo resulta afectado por el trabajo que se les aplica
de inmediato, sino también por el trabajo que se empleó en los instrumentos, herramientas
y edificios con que se complementa el trabajo inmediato.
Sin arma alguna, un
venado no puede ser cazado, y por lo tanto, el valor de dicho animal dependerá
no sólo del tiempo y del trabajo necesario para su captura, sino también del
tiempo y del trabajo necesarios para que el trabajador se provea de su capital,
del arma, con cuya ayuda efectuó la cacería.
EL VALOR DE CAMBIO DE LOS BIENES
PRODUCIDOS ES PROPORCIONAL AL TRABAJO EMPLEADO NO SÓLO EN SU PRODUCCIÓN, SINO
EN TODOS AQUELLOS IMPLEMENTOS O MÁQUINAS REQUERIDOS PARA LLEVAR A CABO EL
TRABAJO PARTICULAR AL QUE FUERON APLICADOS
EL AHORRO EN EL USO DE
LA MANO DE OBRA SIEMPRE REDUCE EL VALOR RELATIVO DE UN BIEN, ya se realice el
ahorro en el trabajo necesario para la fabricación del bien mismo, o en el
requerido para la formación del capital, con cuya ayuda se produce dicho bien.
Pero
ninguna alteración en los salarios de la mano de obra podría ocasionar una
alteración del valor relativo de dichos bienes ya que, suponiendo que estos
aumenten, no se requerirá mayor cantidad de trabajo en las ocupaciones en cuestión,
sino que el trabajo se producirá a un precio más elevado.
Los
salarios pueden aumentar, supongamos, en un 20 %, y las utilidades disminuir
por consiguiente en una mayor o menos proporción, sin ocasionar la menor
alteración en el valor relativo que tienen los bienes correspondientes. La
alteración en el valor relativo de los bienes se debe, no al aumento del salario,
sino al cambio registrado en la cantidad de trabajo necesaria.
Sección 4
El principio de que la cantidad de trabajo empleada
en la producción de bienes determina su valor relativo, considerablemente
modificado por el empleo de maquinaria u otro capital fijo o durable. Los
implementos, edificios y maquinarias utilizados en distintas industrias pueden
tener varios grados de durabilidad y su producción puede requerir diferentes
porciones de trabajo. Esta diferencia en el grado de durabilidad del capital
fijo introduce otra causa, además de la mayor o menor cantidad de trabajo
necesario para producir los bienes, para la variaciones de su valor relativo: dicha
causa es el aumento o reducción del valor del trabajo. Los alimentos y la ropa
consumidos por el trabajador, los edificios en donde trabaja, los implementos
con los cuales se ayuda en su trabajo son de índole perecedera. Sin embargo,
existe una enorme diferencia respecto del período de duración de esos distintos
capitales: un barco durará más que la indumentaria del trabajador, y ésta más
que los alimentos que este mismo operario consume. Según la rapidez con que
perece el capital, se lo clasifica como capital circulante o fijo. En una
industria puede emplearse muy poco capital circulante, es decir, para asistir
al trabajo, y en cambio puede encontrarse invertido, en su mayor parte, en
maquinaria, implemento, edificios, etc., capital cuyo carácter es fijo y
duradero. En otra industria puede emplearse la misma cantidad de capital, pero
empleándolo principalmente para sostener la mano de obra, e invirtiéndolo en
pequeña proporción en implementos, máquinas y edificios. Un aumento de salarios
a los trabajadores no puede dejar de afectar de manera distinta los bienes
producidos bajo circunstancias tan diferentes.
El valor de
cambio de los bienes sólo sería exactamente proporcional a la cantidad de
trabajo empleado si los hombres no se sirviesen de maquinaria, sino tan sólo
del esfuerzo humano, y si el lapso de tiempo transcurrido antes de colocar sus
bienes en el mercado fuese de la misma duración.
De modo
que el grado de alteración del valor relativo de los bienes, ocasionado por un
aumento o una reducción del trabajo, dependerá de la proporción del capital
global empleado como capital fijo. Si se produce un aumento de los salarios,
todos los bienes que se producen con maquinaria muy valiosa o en edificios muy
costosos, disminuirán en su valor relativo, mientras que todos aquellos que
fueron obtenidos principalmente mediante el trabajo verán aumentado su valor
relativo. Así queda refutada la idea de A. Smith de que un aumento de la mano
de obra iría seguido uniformemente de un aumento de todos los bienes.
Sección 5
El principio de que el valor no varía con el aumento
o la reducción de los salarios, queda modificado también por la durabilidad
desigual del capital, y por la desigual rapidez con la cual vuelve a quien lo
utiliza. A medida que el capital fijo es menos duradero se acerca más a la naturaleza
del capital circulante. Un aumento de salarios de los obreros no afectaría
igualmente a los bienes producidos con maquinaria de consumo rápido que a los
producidos con maquinaria de consumo lento. En la producción de los primeros
una gran proporción de trabajo quedaría transferida continuamente al bien
producido; en la otra, la transferencia sería mínima.
Por lo
tanto, cada aumento de salario amenguaría el valor relativo de los bienes producidos
con un capital de índole durable, y elevaría proporcionalmente los producidos
con capital perecedero. En las etapas iniciales de la sociedad, cuando no se
empleaban muchas maquinarias ni capital durable, los bienes producidos con
capitales iguales tenían casi el mismo valor, y subían y bajaban únicamente
según que su producción requiriera más o menos trabajo; pero desde la
introducción de instrumentos duraderos, los bienes producidos mediante el
empleo de capitales iguales tuvieron un valor muy desigual. Los bienes en los
cuales se emplea capital duradero variarán inversamente a los salarios;
aumentarán cuando los salarios bajen, y bajarán cuando los salarios aumenten;
al contrario, los producidos principalmente a base de trabajo y con menos
capital fijo, aumentarán al subir los salarios y viceversa.
Sección 6 Sobre una medida invariable del valor
PARA RICARDO ES IMPOSIBLE POSEER UNA
MEDIDA INVARIABLE DE VALOR YA QUE NO EXISTE NINGÚN BIEN QUE NO SE HALLE
EXPUESTO A LAS MISMAS VARIACIONES QUE LAS COSAS CUYO VALOR QUEREMOS DETERMINAR;
O SEA QUE NO HAY NINGUNO QUE NO ESTÉ EXPUESTO A REQUERIR MÁS O MENOS TRABAJO
PARA SU PRODUCCIÓN
Además,
si un bien se pudiese producir siempre con la misma cantidad de trabajo, igual
estaría sujeto a las variaciones relativas de una aumento o una disminución de
los salarios, según las distintas proporciones de capital fijo que pudiera
requerirse para producirlo, o debido a que el período requerido para colocarlo
en el mercado pudiera ser más breve o más largo.
CAPÍTULO 2 SOBRE LA RENTA
Queda
por considerar si la apropiación de la tierra y la creación consecuente de la
renta ocasionarán alguna variación en el valor relativo de los bienes,
independientemente de la cantidad de trabajo necesaria para la producción.
LA RENTA ES LA PARTE DEL PRODUCTO DE
LA TIERRA QUE SE PAGA AL TERRATENIENTE POR EL USO DE LAS ENERGÍAS ORDINARIAS E
INDESTRUCTIBLES DEL SUELO
Las leyes reguladoras
del progreso de la renta son muy distintas de las que regulan el progreso de
las utilidades.
No habrá renta, ya que
nadie pagará por el uso de la tierra, cuando todavía no es de propiedad privada
una gran extensión de ésta y donde quedan grandes extensiones a disposición de
quienes deseen cultivarlas.
Si la tierra fuese
ilimitada y uniforme como el aire y el agua, su uso no ocasionaría ningún
cargo. SÓLO PORQUE LA TIERRA NO ES ILIMITADA EN CANTIDAD, NI UNIFORME EN
CALIDAD, Y PORQUE CON EL INCREMENTO DE LA POBLACIÓN, LA TIERRA DE CALIDAD
INFERIOR TIENE QUE PONERSE EN CULTIVO, SE PAGA POR SU USO.
CON EL PROGRESO DE LA
SOCIEDAD, CUANDO SE INICIA EL CULTIVO DE LA TIERRA DE SEGUNDO GRADO DE
FERTILIDAD, SE INICIA LA RENTA EN LA TIERRA DE PRIMERA CALIDAD, Y LA MAGNITUD
DE DICHA RENTA DEPENDERÁ DE LA DIFERENCIA EN LA CALIDAD DE ESTAS DOS PORCIONES
DE TIERRA.
CUANDO SE INICIA EL
CULTIVO DE LAS TIERRAS DE TERCERA CALIDAD, LA RENTA COMIENZA INMEDIATAMENTE EN
LA DE SEGUNDA, TAMBIÉN POR LA DIFERENCIA DE SUS ENERGÍAS PRODUCTIVAS. Y la
renta de la de primera calidad también aumentará, ya que requiere menos trabajo
para la producción.
LA RENTA ES LA DIFERENCIA EXISTENTE
ENTRE EL PRODUCTO OBTENIDO MEDIANTE EL EMPLEO DE DOS CANTIDADES IGUALES DE
CAPITAL Y TRABAJO
Cuando las energías de
la tierra se reducen y menos produce a cambio del trabajo, es cuando una parte
del producto originario de las porciones más fértiles se aparta para el pago de
la renta. Con cada calidad inferior empleada, aumenta el valor de los bienes,
ya que iguales cantidades de trabajo se vuelven menos productivas y el hombre
tiene que trabajar más con el sudor de su frente y la naturaleza se vuelve
menos generosa.
La producción aumenta de
valor comparativo no porque se pague una renta al terrateniente, sino porque se
emplea más trabajo en la última porción de tierra dedicada al cultivo, lo que
encarece el valor del producto. El valor del maíz, por ejemplo, está regulado
por la cantidad de trabajo gastada en su producción en aquella calidad de
tierra que no paga renta. No habría reducción alguna en el precio del cereal
aunque los terratenientes condonasen la totalidad de sus rentas.
CAPÍTULO
7 SOBRE EL COMERCIO EXTERIOR
La
norma que rige el valor relativo de las mercancías en un país no rige el valor
relativo de las mercancías intercambiadas entre dos o más países.
A nivel general, en el
interior de un mismo país las ganancias se sitúan en un nivel parejo. No ocurre
el mismo fenómeno entre diferentes países.
Si las ganancias del
capital empleado en una primera ciudad superasen a las del capital empleado en
una segunda ciudad, el capital se trasladaría rápidamente de la segunda a la
primera, y las ganancias alcanzarían un equilibrio. Si Portugal no mantuviese
relaciones comerciales con otros países, en vez de emplear una gran parte de su
capital e industria en la producción de vinos con los que compra, para su
propio consumo, los paños y artículos de ferretería de otros países, se vería
obligado a destinar una parte de ese capital a la fabricación de esas
mercancías que, de tal modo, obtendría seguramente de calidad inferior, así
como en menor cantidad. La cantidad de vino que entregará a cambio del paño de
Inglaterra no está determinada por las cantidades respectivas de trabajo
aplicadas a la producción de uno y otro, como ocurriría si ambas mercancías
fuesen fabricadas en Portugal o Inglaterra.
LA ESENCIA DE LA TEORÍA DE LAS
VENTAJAS COMPARATIVAS DE RICARDO SE VE EN EL SIGUIENTE EJEMPLO: SI PARA
INGLATERRA ES MENOS COSTOSA LA PRODUCCIÓN DE PAÑO QUE PARA PORTUGAL, Y LO
CONTRARIO PARA EL VINO, ESTE ÚLTIMO SERÁ IMPORTADO POR INGLATERRA DE PORTUGAL,
HACIA DONDE EXPORTARÁ PARTE DE SU PRODUCCIÓN DE PAÑO
El trabajo de 100
ingleses no puede cambiarse por el de 80 ingleses, pero sí por el producto del
trabajo de 120 rusos ó 70 italianos, por tratarse así de un sistema abierto al
exterior, y no aislado en sí mismo. Según cómo se oriente la balanza comercial
(basada en los precios de los artículos intercambiados) se determinará si la
cantidad de dinero acumulado aumente o disminuya, respondiendo a las
características de la oferta y la demanda vigentes durante el tiempo en que se
realice la transacción.
De esta manera, el dinero de
cada país le es asignado sólo en las cantidades que resulten necesarias para
regir un beneficioso comercio del trueque. Inglaterra exportaba paño a cambio
de vino porque así su industria se hacía más productiva que si hubiera
fabricado el vino y en paño, igualmente Portugal. Si se hiciera más costosa la
producción de paño en Inglaterra o de vino en Portugal, el comercio se
interrumpiría de inmediato.
Así pues, resulta que el mejoramiento de una
producción en un país cualquiera tiende a alterar la distribución de los
metales preciosos entre las naciones del mundo y tiende a incrementar la
cantidad de mercancías, a la vez que eleva los precios en general en el país en
el que se verifique una mejora en la producción. La salida de dinero de un país
y la acumulación del mismo en otro país afecta los precios de
todas las mercancías y, por consiguiente, alienta la exportación de muchas
mercancías, aparte del dinero; esto impedirá que sea tan grande el efecto que
experimente el valor del dinero en los dos países, como podría esperarse de no
ser así.
List,
Friedrich
LA
ECONOMÍA PRIVADA Y LA ECONOMÍA NACIONAL
CAPÍTULO
14 LA ECONOMÍA PRIVADA Y LA ECONOMÍA
NACIONAL
Hemos probado que la unidad nacional es la condición
esencial de una prosperidad duradera; hemos comprobado cómo sólo allí donde el
interés privado se ha subordinado al interés público los pueblos han llegado a
un desarrollo armónico de sus fuerzas productivas. Haremos ver ahora cómo la
escuela liberal ha enmascarado su falta de comprensión de los intereses
nacionales y de los efectos de la asociación de las fuerzas nacionales,
confundiendo las máximas de la economía privada con las de la economía pública.
Adam
Smith, principal representante de la escuela, dice que persiguiendo nada más
que su propio interés cada individuo trabaja necesariamente por el interés de
la sociedad. El político que se propusiese dirigir a los particulares en el
empleo de sus capitales, se arrogaría una autoridad sobre el productor que no
le corresponde. Smith considera que las relaciones comerciales orientadas a
fomentar la industria del país son absurdas; que la nación debe, al igual que
el individuo, comprar allí donde encuentra el precio más barato, y para
alcanzar el más alto grado de bienestar público sólo hay que seguir la máxima
del laissez faire, laissez passer. Compara una nación que quisiera estimular su
industria con la ayuda de derechos protectores a un zapatero que estableciese
un peaje a la puerta de su casa a fin de aumentar sus riquezas. La escuela que
había comenzado por ignorar los intereses nacionales, termina por poner en duda
su existencia, dejando a los individuos al cuidado de su propia defensa. No se
ve en los individuos más que productores y consumidores, no ciudadanos o nacionales.
En esta
perspectiva, los individuos no tienen ninguna preocupación por la prosperidad
de las generaciones futuras; la permanencia de la nación les importa poco; a lo
suma aceptan imponerse algunos sacrificios materiales para educar a sus hijos y
hacerles aprender un oficio, con tal de que los jóvenes puedan, al cabo de unos
años, ganarse el sustento. Ante esto hay que preguntarse si la sabiduría de la
economía privada es también la sabiduría de la economía pública.
Considérese
solamente la fundación de una ciudad americana: cada cual abandonado a sí mismo
no pensaría más que en sus propias necesidades o, todo lo más, en sus
inmediatos descendientes. En cambio, todos los individuos reunidos en sociedad
se preocupan de los cuidados y de las conveniencias de las generaciones más
remotas: a este fin somete a la generación viviente a privaciones y sacrificios
que ningún hombre de sentido podría esperar de los individuos. El individuo, en
la conducta de sus asuntos privados, no toma en consideración la defensa del
país, la defensa de la sociedad y otros fines que sólo pueden alcanzarse en la
sociedad. Lo que sería absurdo en la economía privada puede ser prudente en la
economía pública, y viceversa; por la sencilla razón de que un sastre no es una
nación y una nación no es un sastre. Si el individuo conoce y entiende mejor
que nadie su propio interés no siempre sirve por su libre actividad los
intereses de la nación. En miles de casos la autoridad se ve obligada a poner
trabas a la actividad particular. Prohíbe, por ejemplo, cargar esclavos en la
costa occidental del África y transportarlos a América; da prescripciones para
la construcción de navíos a vapor y paga la policía de la navegación marítima,
a fin de que los pasajeros y los marineros no queden abandonados a la avaricia
y capricho de los capitanes.
En todas
partes la autoridad está obligada a garantizar al público contra los peligros y
daños a que está expuesto, por ejemplo, en el comercio de artículos
alimenticios y en la venta de medicamentos. La escuela contestará a esto que se
trata de ejemplos de atentados culpables contra la propiedad y la seguridad de
las personas; no del comercio honrado, la actividad inocente y provechosa de
los particulares. Pero el gobierno no sólo está autorizado, sino obligado, a
limitar y reglamentar en interés de la nación un comercio inocente en sí mismo.
Decretando prohibiciones y derechos protectores, no prescribe a los individuos,
como pretende la escuela, el empleo que estos deben dar a sus fuerzas productivas
y a sus capitales. El gobierno no
dificulta la industria particular, al contrario, abre a las fuerzas productivas
y capitales del país, un campo de actividad más vasto. El gobierno no hace lo
que los individuos saben y pueden hacer mejor que él, sino que lleva a cabo lo
que los particulares, cualesquiera que sean sus conocimientos, serían capaces
de ejecutar por sí mismos.
La
afirmación de la escuela de que el sistema protector entraña una intervención
ilegítima y antieconómica del Gobierno en el empleo del capital y en la
industria de los particulares es refutada sin pensamos que solamente con ayuda
del sistema protector es como podemos conjurar las funestas influencias de la
política extranjera. Por ejemplo, si un país excluye los granos de nuestro país
de sus mercados, ¿qué hace sino prohibir a nuestros campesinos sembrar? Es
evidente que en tales casos la legislación extranjera da a nuestros capitales y
a nuestras fuerzas productivas nacionales una dirección que sin ella difícilmente
habrían seguido. De ahí que si nosotros descuidásemos dar por nuestra propia
legislación a nuestra industria nacional una dirección conforme a nuestros
intereses nacionales, no podríamos impedir que los pueblos extranjeros
regulasen nuestra propia industria nacional de acuerdo con su interés.
La suma de
las fuerzas productivas de la nación no equivale a la reunión de las fuerzas
productivas de todos los individuos tomados aisladamente; depende
principalmente del grado en que la nación ha realizado dentro de sus fronteras
la división del trabajo y la asociación de las fuerzas productivas. La escuela
liberal no ve más que individuos satisfechos con tal que se los abandone al
instinto natural que lleva a cada cual a perseguir su interés particular. Es
evidente que no se trata de un sistema de economía nacional, sino de un sistema
de economía privada, tal como podría concebirse sin la intervención del Estado,
pero también sin la guerra y sin las medidas hostiles por parte del extranjero.
Para la
Escuela hay que eliminar toda intervención del Estado; en todas partes, los
individuos serán más capaces de producir cuanto menos se ocupe de ellos el
Estado. Pero si esto fuese así, los salvajes deberían ser los productores más
ricos y activos del globo, pues en ninguna parte el individuo está más abandonado
a sí mismo. La historia nos enseña que la acción del Poder Legislativo y la
Administración es necesaria para el desarrollo de la nación. Lo mismo que la
libertad individual en general sólo es buena si no contraría el fin social, la
industria privada no puede pretender una actividad sin límites sino en cuanto
esta libertad sea conciliable con la prosperidad de la nación. La libre
competencia de los productores sería el medio más seguro de lograr la
prosperidad del género humano, si existiese una asociación universal entre los
países. Pero en cuanto otras naciones subordinen los intereses colectivos de la
Humanidad a sus propios intereses, será insensato hablar de libre competencia
entre individuos de países diferentes.
Los
argumentos de la escuela a favor del libre comercio no son, pues, aplicables
más que a las relaciones entre los habitantes de un mismo Estado.
CAPÍTULO
15 LA NACIONALIDAD Y LA ECONOMÍA DE LA
NACIÓN
El
sistema de la escuela presenta tres aspectos esenciales:
ü Un cosmopolitismo
quimérico, que no comprende la nacionalidad y que no se preocupa por los
intereses nacionales
ü Un materialismo sin
vida, que ve el valor de cambio de las cosas, sin tener en cuenta el valor
moral y político de las cosas
ü Un individualismo
desorganizador, que desconoce la naturaleza del trabajo social y los efectos de
la asociación de fuerzas, y que presenta la industria privada tal como se
desarrollaría en sus relaciones libres con el género humano, si no estuviese dividido
en diferentes naciones
Pero entre
el individuo y el género humano existe la nación, con su lengua particular, su
literatura, su origen y su historia propios, con sus pretensiones a la
independencia y con su territorio; una asociación convertida en un todo
existente por sí mismo y que reconoce en ella la autoridad de la ley, pero que,
frente a otras sociedades análogas, posee aún su libertad natural. La
constitución política, las leyes y las instituciones garantizan a los ciudadanos
un alto grado de seguridad y de libertad, tienen por fin el bienestar general.
Por otra
parte, existen actualmente enormes diferencias entre las naciones en cuanto a
su poderío y desarrollo. La misión de la economía política es llevar a cabo la
educación económica de la nación y prepararla para entrar en la sociedad
universal del porvenir. Una población numerosa y un territorio vasto y provisto
de variados recursos son elementos esenciales de una nacionalidad normal. Una
nación que no posee ni litoral, ni navegación mercante, ni marina de guerra, depende de otros pueblos
para su comercio exterior; no puede ni establecer colonias ni engendrar
naciones nuevas.
Una nación
cuyo territorio no está limitado por mares y cadenas montañosas está expuesta a
los ataques del extranjero y sólo con grandes sacrificios, y de modo
insuficiente, podrá establecer un sistema aduanero. Bélgica, por ejemplo, tiene
necesidad de unirse a un vecino más poderoso (Alemania) para remediar los
inconvenientes de lo exiguo de su territorio y de su población; Norteamérica y
Canadá se sentirán más atraídos uno a otro a medida que se pueblen, e
Inglaterra será impotente para impedir una confederación entre ellos. Las
naciones recorren las siguientes FASES DE DESARROLLO: estado salvaje, estado
pastoril, estado puramente agrícola, estado a la vez agrícola, manufacturero y
comerciante.
Sólo los
pueblos que poseen todos los recursos morales y materiales necesarios para
establecer en ellos una industria manufacturera llegan al más alto grado de
civilización, de prosperidad y de potencia política. Sólo en ellos es donde las
restricciones comerciales pueden ser legítimas para crear y sostener una
industria manufacturera, hasta que la industria se haga lo suficientemente fuerte
para no temer ya a la competencia extranjera. El sistema protector sería
contrario a los principios de la economía cosmopolita sólo si se excluyese de
golpe y por completo la competencia extranjera, aislando a la nación del resto
del Mundo.
La Escuela
desconoce la naturaleza de las relaciones económicas entre los pueblos cuando
cree que el cambio de productos agrícolas contra productos manufacturados es
tan útil a la prosperidad como el establecimiento en su propio seno de una
industria manufacturera.
El Estado
puramente agricultor está infinitamente por debajo del Estado agricultor y
manufacturero a la vez. No puede determinar por sí mismo la cantidad de su
producción; ha de esperar las compras del extranjero. Se halla expuesto a ver
sus relaciones con las naciones manufactureras interrumpidas por la guerra o
por medidas comerciales, viéndose entonces impedido de colocar su producción
agrícola y privado de los artículos manufacturados que necesita. La guerra ha
hecho nacer los sistemas protectores modernos. Cuando una nación agrícola se ve
restringida por la guerra en su producción y consumo, si tiene ya una
civilización y una población desarrolladas,
nace en ella manufacturas y fábricas. La guerra actúa como un sistema de
prohibición.
LA NACIÓN
COMPRENDE ASÍ LA GRAN VENTAJA DE POSEER UNA INDUSTRIA MANUFACTURERA, PASANDO DE
SER UN ESTADO PURAMENTE AGRÍCOLA A ESTADO PRODUCTOR Y MANUFACTURERO.
Una guerra
que facilita el paso del régimen
agrícola al régimen agrícola y manufacturero es, por tanto, una bendición para
el país. De modo que el sistema protector es legítimo en tanto tiene como fin
la educación industrial del país. La
escuela no ha tenido en cuenta esto porque ha excluido por completo a la política,
desconociendo en absoluto la nacionalidad. La escuela no puede negar que el
comercio interior de un pueblo es diez veces más importante que su comercio
exterior, es diez veces más útil explotar y conservar el mercado interior que
buscar la riqueza afuera, y que el comercio exterior sólo puede ser considerable
allí donde la industria nacional ha llegado a un alto grado de desarrollo (como
es el caso de Inglaterra). Si Inglaterra reconociera esto seguiría el camino
opuesto al que ha seguido hasta ahora: en lugar de pedir a los otros pueblos
que adopten la libertad de comercio, conservando ella el sistema protector más
riguroso, les abriría sus propios mercados, sin preocuparse de sus sistemas
protectores. Aplazaría su esperanza en el advenimiento de la libertad comercial
hasta el momento en que los otros pueblos no tuvieran ya que temer de la libre
competencia la destrucción de las fábricas.
La ventaja que
Inglaterra tiene frente a los demás países en las manufacturas, la navegación y
el comercio no debe desanimar a ninguna de las naciones llamadas a desarrollar
una industria manufacturera, por su territorio, su poderío y su inteligencia a
desarrollar la industria propia. Basta con tener el valor de creer en un gran
porvenir nacional y ponerse a obrar con esta idea. En particular, la Naturaleza
ha destinado a los países de la zona templada a la fabricación, y a los países
de la zona tórrida ala producción de artículos coloniales: azúcar, café,
algodón, arroz.
Es evidente que
frente a un libre comercio favorable al monopolio manufacturero inglés, actualmente
ES PREFERIBLE, PARA TODO EL GÉNERO HUMANO, EL SISTEMA PROTECTOR QUE SIRVE AL
DESARROLLO DE LA INDUSTRIA manufacturera en toda la zona templada en beneficio
de la agricultura de la zona tórrida.
CAPÍTULO
16 LA ECONOMÍA DEL PUEBLO Y LA DEL
ESTADO
Economía política y economía nacional
En lo referente a la percepción, empleo y
administración de los medios materiales del gobierno de una sociedad o economía
financiera del Estado, no debe nunca confundirse con las instituciones,
reglamentaciones que rigen la condición económica de los ciudadanos o economía
del pueblo. La economía del pueblo se convierte en economía nacional cuando el
Estado o la Federación abarcan una nación completa, su territorio,
instituciones, su riqueza y su poderío. La economía del pueblo y la economía
nacional son entonces una y la misma cosa. Componen, con la economía financiera
del Estado, la economía política de la Nación.
Marx, Karl
FRAGMENTOS SELECCIONADOS DE: EL CAPITAL (1867)
CAPÍTULO 4
TRANSFORMACIÓN DE DINERO EN CAPITAL
La fórmula general del capital
La circulación de mercancías es el punto de partida del capital. La producción
de mercancías, la circulación mercantil
constituyen los supuestos históricos bajo los cuales surge. El proceso
genera que su producto último es el dinero. Ese producto último de la
circulación de mercancías es la primera forma de manifestación del capital. La
fórmula directa de la circulación mercantil es M-D-M (mercancía-dinero-
mercancía). Vender para comprar. Una segunda fórmula sería D-M-D conversión de
dinero en mercancía y reconversión de mercancía en dinero, comprar para vender.
El dinero que se ajusta a ese último tipo de circulación se transforma en capital.
En M-D-M su objeto es el consumo, por lo tanto presta un servicio de valor de
uso. En D-M-D su objetivo es el valor de cambio, en donde la circulación de
dinero como capital es, por el contrario, un fin en sí, pues la valorización
del valor existe sólo en el marco de
este movimiento renovado sin cesar. El movimiento del capital es carente de
medida. El poseedor de dinero se transforma en capitalista. El objetivo de este
movimiento infatigable es la obtención de ganancias. La última D del circuito siempre
es mayor que la primera, posibilitando así la ganancia.
LA DIFERENCIA DE VALOR SE DENOMINA PLUSVALOR. El valor se convierte aquí
en el sujeto de un proceso en el cual, cambiando continuamente las formas de
dinero y mercancía, modifica su propia magnitud, en cuanto plusvalor se
desprende de sí mismo como valor originario, se autovaloriza. El valor se
vuelve valor en proceso, dinero en proceso, y en ese carácter, capital.
Proviene de la circulación, retorna a ella, se conserva y multiplica en ella,
regresa de ella acrecentado y reanuda una y otra vez, siempre el mismo ciclo,
dinero que incuba dinero. D-M-D- es la fórmula general del capital.
Contradicciones de la fórmula
general
La forma que adopta la circulación cuando el dinero es convertido en
capital, contradice todas las leyes sobre la naturaleza de la mercancía, del
valor, del dinero y de la circulación misma. En M-D-M el intercambio es una
transacción en la cual ganan ambas partes. No ocurre lo mismo con el valor de
cambio.
Si se cambian mercancías, o mercancías y dinero, de valor de cambio
igual, y por lo tanto equivalentes, es obvio que nadie saca más valor de la
circulación que el que arrojó en ella. No tiene lugar, pues, ninguna forma de
plusvalor. En su forma pura el proceso
de circulación de las mercancías implica intercambio de equivalentes. En la
realidad, sin embargo, las cosas no ocurren de manera pura. La forma de
plusvalor y, por consiguiente, la transformación del dinero en capital, no
pueden explicarse ni porque los vendedores vendan las mercancías por encima de
su valor, ni porque los compradores las adquieran por debajo de su valor. La
circulación o el intercambio de mercancías no crea ningún valor. El capital por
ende, no puede surgir de la circulación.
Compra y venta de la fuerza de
trabajo
Por fuerza de trabajo o capacidad de trabajo entendemos el conjunto de
las facultades físicas y mentales que existen en la corporeidad, en la
personalidad viva de un ser humano y que el pone en movimiento cuando produce
valores de uso de cualquier índole. No obstante, para que el poseedor de dinero
encuentre la fuerza de trabajo en el mercado, como mercancía, deben cumplirse
diversas condiciones. Para que su poseedor la venda como mercancía es necesario
que pueda disponer de la misma, y por lo tanto que sea propietario libre de su
capacidad de trabajo, de su persona. El y el poseedor de dinero se encuentran
en el mercado y traban relaciones mutuas en calidad de poseedores de mercancías
dotados de los mismos derechos, y que sólo se distinguen por ser el uno
vendedor y el otro comprador; ambos pues son personas jurídicamente iguales.
La segunda condición para que el poseedor de dinero encuentre en el
mercado la fuerza de trabajo como mercancía, es que el poseedor de ésta, por el
contrario, deba ofrecer como mercancía su fuerza de trabajo misma. Si los
productos se fabrican en calidad de mercancías, es necesario venderlos después
de producirlos, y las necesidades del productor sólo podrán ser satisfechas
después de la venta. Al tiempo de producción se añade el necesario para la
venta. Para la transformación del dinero en capital el poseedor del dinero,
tiene que encontrar en el mercado de mercancías al obrero libre; libre en un
doble sentido, en cuanto a hombre libre de su fuerza de trabajo y carente de
otras mercancías para vender. La naturaleza no produce por una parte poseedores
de dinero o de mercancías y por otras personas que sólo posean sus propias
fuerzas de trabajo. Es el resultado de un desarrollo histórico precedente, el
producto de numerosos trastocamientos económicos, de la decadencia
experimentada por toda una serie de formaciones más antiguas de la producción
social. Esto sólo ocurre en un modo de producción absolutamente específico, el
modo de producción capitalista.
La fuerza de trabajo al igual que toda mercancía, posee un valor. EL
VALOR DE LA FUERZA DE TRABAJO ES EL VALOR DE LOS MEDIOS DE SUBSISTENCIA
NECESARIOS PARA LA CONSERVACIÓN DEL POSEEDOR DE AQUELLA. Las necesidades
imprescindibles, así como la índole de su satisfacción, es un producto
histórico y depende por tanto en gran parte del nivel cultural de un país, y
también de las condiciones bajo las cuales se ha formado la clase de los
trabajadores libres. La determinación del valor de la fuerza laboral encierra
un elemento histórico y moral.
La suma de los medios de subsistencia necesarios para la producción de
la fuerza de trabajo, incluye los medios
de subsistencia de los hijos de los obreros, de manera que pueda perpetuarse en
el mercado esa raza de peculiares poseedores de mercancías. En todos los países
de producción capitalista la fuerza de trabajo sólo se paga después que ha
funcionado durante el plazo establecido en el contrato de compra. El obrero
adelanta al capitalista el valor de uso de la fuerza de trabajo: aquél le permite
al comprador que la consuma antes de haber recibido el pago del precio
correspondiente. Es el obrero el que abre crédito al capitalista. Esto ocurre
porque la fuerza de trabajo está vendida aunque sólo más tarde se paga por
ella. El poseedor de dinero compra en el mercado todas las cosas necesarias
para ese proceso, como materia prima, etc., y las paga a su precio cabal. EL
PROCESO DE CONSUMO DE LA FUERZA DE TRABAJO ES AL MISMO TIEMPO EL PROCESO DE
PRODUCCIÓN DE LA MERCANCÍA Y DEL PLUSVALOR.
Keynes, John Maynard
FRAGMENTOS SELECCIONADOS DE: TEORIA GENERAL DE LA
OCUPACION, EL INTERES Y EL DINERO (1936)
CAPÍTULO 1 LA TEORÍA general
keynes
comienza aclarando que su libro lleva el nombre de “Teoría general” para
diferenciarse de la teoría clásica liberal, la cual según su opinión sólo puede
aplicarse en un caso especial de equilibrio de la economía, situación que para
Keynes ya no pertenecía a la realidad.
CAPÍTULO 2 Los postulados de la economía clásica
I
Según
Keynes, la TEORÍA CLÁSICA de la ocupación descansa en dos POSTULADOS
fundamentales:
ü El salario es igual al
producto marginal del trabajo. O sea, el salario real de una persona ocupada es
igual al valor que se perdería si la ocupación se redujera en una unidad.
ü La utilidad del salario,
cuando se usa determinado volumen de trabajo, es igual a la desutilidad
marginal de ese mismo volumen de ocupación.. Esto es, el salario real de una
persona ocupada es el que basta precisamente para provocar la ocupación del
volumen de mano de obra realmente ocupado. Por desutilidad debe entenderse
cualquier motivo que induzca a un hombre o a un grupo de hombres a abstenerse
de trabajar antes que aceptar un salario que represente para ellos una utilidad
inferior a cierto límite.
Este
postulado es compatible con lo que podría llamarse desocupación “friccional”,
porque una interpretación realista del mismo admite varios desajustes que se
oponen a un estado de ocupación total continua. En una sociedad dinámica
siempre habrá algunos recursos no empleados. Los postulados clásicos no admiten
la posibilidad de una desocupación. El volumen de ocupación se
fija donde la utilidad marginal del producto compensa la desutilidad de la ocupación
marginal. Según los clásicos sólo hay cuatro posibilidades de aumentar la
ocupación:
ü
Un mejoramiento en la organización o
en la previsión, que disminuya la desocupación “friccional”.
ü
Una reducción de la desutilidad
marginal del trabajo, de manera que baje la desocupación “voluntaria”.
ü
Un aumento de la productividad
marginal física del trabajo en las industrias que producen artículos para
asalariados.
ü
Un aumento en el precio de los
artículos para no-asalariados, relativamente al de los que sí lo son;
acompañado por un desplazamiento de los gastos de quienes no ganan salarios, de
los artículos para asalariados a los otros artículos. Esta es, según Keynes, la
esencia de la teoría de la desocupación de Pigou.
II
Si todos los trabajadores admitieran una reducción de
los salarios nominales aumentaría la ocupación. Si fuese así, la desocupación
existente sería aparentemente involuntaria, lo sería en sentido estricto, y
debería incluirse en la clase de desocupación “voluntaria”, causada por los
efectos de la contratación colectiva, etc. Los obreros no están dispuestos a
trabajar por un salario nominal menor. Parte de la mano de obra ocupada se
retiraría del mercado. Puede suceder que, dentro de ciertos límites, lo que los
obreros reclaman sea un mínimo de salario nominal y no de salario real. Si bien
los trabajadores suelen resistirse a una reducción de su salario nominal, no
acostumbran abandonar el trabajo cuando suben los precios de las mercancías
para asalariados. Esta es la conducta real de los obreros. Los obreros no son más
obstinados en la depresión que en el auge, ni flaquea su productividad física.
Estos hechos de la experiencia son un motivo para poner en tela de juicio la
propiedad del análisis clásico. La teoría tradicional sostiene, en pocas palabras,
que los convenios sobre salarios entre empresarios y trabajadores determinan el
salario real de manera que, suponiendo la libre competencia entre los patrones
y ninguna restricción entre los trabajadores, éstos pueden, si lo desean, hacer
coincidir sus salarios reales con la desutilidad marginal del trabajo
resultante del empleo ofrecido por los empresarios con dicho salario. El
supuesto de que el nivel general de los salarios reales depende de los
convenios entre empresarios y trabajadores sobre la base de los salarios
nominales, no es cierto de manera evidente.
En definitiva, existen DOS OBJECIONES CONTRA EL SEGUNDO
POSTULADO DE LA TEORÍA CLÁSICA. La primera hace relación a la conducta real de
los obreros; una baja en los salarios reales debido a un alza de los precios,
permaneciendo iguales los nominales, no produce, por regla general, una
disminución de la oferta de mano de obra disponible al nivel del salario
corriente, por debajo del volumen de ocupación anterior al alza de los precios.
La otra y más importante objeción es sobre el supuesto de que el nivel general
de los salarios reales están directamente determinado por el carácter de los
convenios sobre salarios., porque los obreros en su conjunto no pueden disponer
de un medio que les permita hacer coincidir el equivalente del nivel general de
los salarios nominales en artículos para asalariados, con la desutilidad
marginal del volumen de ocupación existente.
III
Cualquier individuo o grupo de individuos que consienta
una reducción de sus salarios nominales en relación con otros, sufrirá una
disminución relativa de sus salarios reales, cosa que basta para justificar su
resistencia a ella. La lucha en torno a los salarios nominales afecta a la
distribución del monto total de salarios reales entre los diferentes grupos de
trabajadores y no a su promedio por unidad de ocupación, que depende de un
conjunto de fuerzas diferentes. El nivel general de los salarios reales depende
de otras fuerzas del sistema económico. Los trabajadores, por instinto, son más
razonables que la escuela clásica en la medida en que se resisten a permitir
reducciones de salarios nominales.
IV
La desocupación involuntaria, que no es admitida por la
escuela clásica, ocurre cuando en el caso que se produzca una pequeña alza en
el precio de los artículos para asalariados, en relación con el salario
nominal, tanto la oferta total de mano
de obra dispuesta a trabajar por el salario nominal corriente como la demanda
total de la misma a dicho salario son mayores que el volumen de ocupación
existente. En la medida en que los postulados clásicos sean válidos, la
desocupación no puede existir. Por lo tanto si la teoría clásica es aplicable
sólo al caso de la ocupación plena, es una falacia aplicarla a los problemas de
la desocupación involuntaria.
V
En el sistema clásico un aumento de la ocupación sólo
puede ocurrir acompañada de un descenso en la tasa de salarios reales. Así
pues, no discuto este hecho vital que los economistas clásicos han considerado
como irrevocable. Que la mano de obra esté dispuesta a aceptar menores salarios
nominales no es un remedio a la desocupación.
VI
El supuesto de la igualdad entre el precio de demanda y
el de oferta de la producción total es el que debe considerarse como axioma de
la teoría clásica.
VII
La TEORÍA CLÁSICA tiene TRES SUPUESTOS fuertes:
ü Que el salario real es igual a la
desutilidad marginal de la ocupación existente.
ü Que no existe eso que se llama
desocupación involuntaria en sentido riguroso.
ü Que la oferta crea su propia demanda en el
sentido de que el precio de la demanda global para cualquier nivel de
producción y de ocupación.
Los tres son uno mismo: todos depende de todos, si uno
es falso los otros también.
CAPÍTULO 3 EL PRINCIPIO DE LA DEMANDA EFECTIVA
I
El principio de Say equivale a decir que no existe
obstáculo para la ocupación plena. Sin embargo, si ésta no es la verdadera ley
de las funciones globales de la demanda y la oferta, hay un capitulo importante
que aún no se ha escrito de la teoría económica.
II
El volumen de ocupación no está fijado por la
desutilidad marginal del trabajo. La propensión a consumir y el coeficiente de
inversión nueva determinan, entre ambos, el volumen de ocupación, y éste está
ligado únicamente a un nivel determinado de salarios reales y no al revés. Si
la propensión a consumir y el coeficiente de inversión nueva se traducen en una
insuficiencia de la demanda efectiva, el volumen real de ocupación se reducirá
hasta quedar por debajo de la oferta de mano de obra potencialmente disponible
al actual salario real, y el salario real de equilibrio será mayor que la
desutilidad marginal del nivel de equilibrio de la ocupación.
Cuanta más rica sea una comunidad, mayor tenderá a ser
la distancia que separa su producción real de la potencial y más obvios y
atroces serán los defectos del sistema económico, porque una comunidad pobre
estará propensa a consumir la mayor parte de la producción y habrá poca
inversión.
III
Puede suceder muy bien que la teoría clásica represente
el camino que nuestra economía debería seguir, pero suponer que en realidad lo
hace así es eliminar nuestras dificultades de la realidad.
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