sábado, 25 de julio de 2015

Acevedo Herrera, Configuración del poder en la Argentina de post-guerra

CONFIGURACIÓN DEL PODER EN LA ARGENTINA DE POST-GUERRA

Manuel ACEVEDO HERRERA

INTRODUCCIÓN
  
            En la historia política de la Argentina de las últimas décadas se destaca la existencia de casi una treintena de presidentes, la mayoría de los cuales asume en condiciones de facto.
            De los poco surgidos por sufragio, ninguno alcanza a terminar el período para el cual fue elegido. Parecería, pues, que existe una gran dificultad para que el poder se consolide.
            Pero en un análisis más profundo se percibe que el poder no estuvo en cuestión, y que las modificaciones sólo fueron aparentes y referidas a las cúpulas nominales del gobierno.

ALGUNAS CONSIDERACIONES PREVIAS
    
            El origen poblacional de la Argentina es mayoritariamente migratorio.
            Desde fines del siglo pasado y con una intensidad sin interrupciones hasta mediados del presente, se lleva a cabo una sistemática política de promoción del ingreso de extranjeros, preferencialmente de origen europeo. Los flujos migratorios confluyeron hacia los centros urbanos.
            En etapas posteriores, los inmigrantes, ayudados por políticas específicas de colonización, se dispersaron hacia los centros no urbanos de la pampa, llevando consigo las técnicas de laboreo usadas en los países de origen.
            Estas políticas eran consistentes con el lugar asignado a la Argentina en la división internacional del trabajo: exportador de productos agroganaderos.
            La población nativa, en este período, se encuentra desperdigada, desarticulada y sin ningún tipo de identificación con los proyectos y decisiones del aparato político-institucional,
            Los inmigrantes, por su parte, continuaban manteniendo sus costumbres, sus ritos, su idiosincrasia, sin mostrar interés en crear vínculos con los nativos argentinos. De esta manera, los grupos étnicos venidos del exterior comenzaron a convivir sin ningún criterio de unidad excepto el geográfico.
            El desarrollo cultural y político tienen lugar en los centros urbanos más grandes, en especial Buenos Aires. La organización institucional está en manos de una élite dirigente, cuyo origen se remonta a la independencia de la corona española; sustentada en la propiedad ganadera y en la producción rural.
            Se va configurando una estructura social donde bajo la oligarquía ganadera se ubican los diversos grupos inmigrantes y, un escalón más abajo, la población originaria del interior del país.

POPULISMO E IDENTIFICACIÓN NACIONAL
  
            En el año 1945, en que culmina la Segunda Guerra Mundial, el capitalismo mundial comienza una nueva fase en su desarrollo y se comienza a insinuar un orden internacional bipolar.
            En la Argentina asume el poder Juan Domingo Perón, líder surgido de las fuerzas armadas, pero que es llevado a la presidencia por un movimiento popular.
            El período que va desde 1945 hasta mediados de los ‘70 muestra la sucesión de gobiernos militares y civiles que jamás logran afianzarse. A primera vista, parecería que hay una lucha descarnada por el poder.
            Pero estos enfrentamientos son en realidad luchas entre cúpulas políticas por apoderarse de la dirección del gobierno, que no representan el sentir del pueblo y que terminan sin afectar las condiciones básicas de vida de las grandes mayorías.
            La base de sustentación del modelo de convivencia en la Argentina es esencialmente económica. El modo de relación económica se modifica substancialmente en 1945 y se mantiene inalterado, a pesar de los cambios observados en la cúpula gubernamental, hasta mediados de los años setenta.
            Este proceso termina con la profunda transformación de la economía iniciada a partir del gobierno dictatorial de marzo de 1976, cuyo diseño corresponde al ministro de Economía de la dictadura: José Alfredo Martínez de Hoz.
            El peronismo inaugura una nueva forma de relación social ente los argentinos,  por primera vez en la historia del país comienza un proceso gradual de identificación generalizada entre los grupos hasta entonces dispersos. El gobierno se apoya en la participación directa de vastos sectores populares.
            El peronismo no destruye a los sectores dominantes, pero por primera vez el gobierno comienza a operar en términos del apoyo popular y no como tradicionalmente se había hecho a través del uso de la fuerza.
            Aseguró desde el Estado condiciones de bienestar para toda la población por medio de un proceso de profundización de la industria substitutiva de importaciones y por la implementación de políticas de corte keynesiano. La participación del Estado se tornó decisiva en los planos micro y macro económicos.
            El Estado emprendió grandes inversiones un infraestructura y en empresas públicas. Se incrementó significativamente el nivel de empleo y los salarios pagados fueron relativamente dignos.
            Se implementó para el sector privado una política crediticia blanda con fines proteccionistas de la industria nacional. El producto fue orientado a la satisfacción de la demanda del mercado interno. Hubo una intensa promoción de las importaciones de bienes de capital y una gran intervención sobre el sistema de precios para evitar la cada del salario real y mantener los niveles de demanda.
            Fue un país con pleno empleo de la mano de obra y con salarios que satisfacían las mínimas necesidades de todos los sectores. Argentina se diferenciación significativamente del resto de los países latinoamericanos, tanto en calidad de vida de sus trabajadores como en los niveles de ocupación.

            El golpe que desplaza a Perón del gobierno y proscribe al movimiento peronista es  el primer intento de recuperación del poder por parte de los antiguos sectores dominantes. Se intenta desactivar el aparato político heredado del gobierno peronista.
            El golpe del ‘55 prohibe las  manifestaciones y mata a muchos dirigentes sindicales, pero no toca la base de sustentación económica; la industrialización keynesiana, protegida y con altos niveles en el empleo y en los salarios.
            Hasta mediados de los ‘70 la Argentina es el país con mejores indicadores laborales y de ingreso de toda América Latina. Los sindicatos y los trabajadores están siempre presentes en la mesa de negociación.
            Los cambios de los gobiernos posteriores, al descabezar a los líderes sindicales y políticos, fuesen estos peronistas o de otras agrupaciones, colocaban a las organizaciones al margen de la ilegalidad.
            Pero el sistema de relaciones económicas (aparato productivo mercado internista) se mantuvo inalterado. Los sindicatos reaparecen en la escena con nuevos dirigentes que recuperan rápidamente el protagonismo popular. El mantenimiento de las condiciones de sustentación económica (el mercado interno) traía consigo el inevitable protagonismo de los trabajadores y, por tanto, de sus dirigentes.
            Golpes, contragolpes y elecciones eran la expresión de la crisis, que la totalidad del cuerpo social mayoritariamente observaba a distancia. La clave para comprender la pasividad de los sectores populares es el mantenimiento de las condiciones materiales que permitían satisfacer las expectativas de todos los sectores.

ALGUNAS CARACTERÍSTICAS DEL MOVIMIENTO PERONISTA
  
            En el año 1945 grandes sectores populares comienzan a insinuarse como protagonistas relevantes de la historia argentina. La movilización masiva comienza a surgir como nueva forma de expresión y de poder.
            El peronismo emerge como manifestación irracional ante un líder que expresa aquellos que las mayorías aspiran. El idilio entre la masa y el líder en la Argentina y la capacidad de movilización lograda potencia el poder de Perón.
            Cuando en 1955 se concreta el golpe de Estado que expulsa a Perón del gobierno, comienza una etapa en que se añora la conducción y los logros obtenidos conjuntamente. Pero, a pesar de la apariencia de convulsión, se vive un período en el cual el poder no ha estado en juego.

LAS CONVULSIONES DE LOS AÑOS SESENTA
  
            Los sectores más lúcidos y educados del país, cuestionan al centro del sistema de convivencia capitalistas, llegando incluso a la violencia institucionalizada en violencia urbana y rural.
            En la Argentina la insatisfacción y el conflicto no surge de los trabajadores más carenciados y de los desposeídos, como en el resto de América Latina, sino de sectores universitarios y sindicales caracterizados por su alto grado de concientización política.

            En el resto de América Latina, la insatisfacción es expresión desesperada de los sectores más carenciados y desprotegidos. Aquí, en cambio, se trata de un desasosiego con un sistema aún distribucionista que estaba asegurando una sobrevivencia material mínima para todos los argentinos, pero que era considerado injusto.
            La guerrilla argentina apunta a cambiar el corazón del sistema.  La élite gobernante percibe que es en la universidad donde surge la reflexión que cuestiona el sistema. El golpe de 1966, encabezado por Onganía, se diferencia de las dictaduras anteriores porque identifica a la cultura como el enemigo.
            En la Universidad de Buenos Aires se vive la “noche de los bastones largos”, que representa la desvalorización definitiva de la cultura y el comienzo de la declinación competitiva de la Argentina.
            El cruento golpe militar de marzo de 1976, inaugura un nuevo escenario de convivencia que comienza a montarse a través de mecanismos que utilizan el terror, la desaparición y la muerte, provocando para muchos la sensación cotidiana de ir quedando al margen del sistema.
            Simultáneamente, el Estado se va retirando de las funciones de reasignador de los recursos y de la provisión de servicios esenciales. La domesticación y el disciplinamiento del cuerpo social comienza a ser una realidad.

LA RUPTURA HISTÓRICA DE 1976
   
            Los sectores dominantes tuvieron al lucidez de percatarse de que era necesario derrumbar la base que sustentaba el protagonismo de la mayoría: el modelo de mercado internista con pleno empleo de la fuerza laboral.
            Desde el Ministerio de economía, Martínez de Hoz, opera con la plena convicción de que  el problema es el modelo económico.
            El año 1976 significa un punto de inflexión tan importante como lo fue 1945: desde el Estado comienza a destruirse el modelo de sustentación económica y social.
            Comienza un proceso de desindustrialización del aparto productivo, complementariamente a una modernización en nuevas actividades de capital intensivas y con muy poco empleo de mano de obra.
            A partir de 1976 se transforma el Estado, de un Estado de bienestar, keynesiano, que brinda salud, educación, vivienda y servicios esenciales (teléfono, energía, agua potable, etc.), con precios subsidiados, a un Estado con nuevas demandas que requieren tecnologías de punta (por ejemplo, financia el polo petroquímico, crea centrales nucleares, se inicia la construcción de autopistas, etc.)
            Se recurre a grandes inversiones. La tecnología y el crédito son obtenidos en el exterior, los avales los brinda el Estado. Simultáneamente se crean mecanismos como la promoción de exportaciones, la promoción industrial, tasas de interés preferenciales, que implican un traspaso de excedentes hacia actores empresariales. Se insinúa ya un nuevo poder económico.

SURGIMIENTO DEL NUEVO PODER
  
            Argentina había recibido desde fines del siglo pasado y comienzos de éste, inversiones de capitales ingleses (frigoríficos, ferrocarriles, infraestructura portuaria).
            En la década del treinta comienza un pequeño proceso de industrialización substitutiva, realizada a través de pequeñas y medianas empresas cuyos capitales son locales y se insinúa la presencia transnacional.
            Finalizada la segunda guerra mundial y en el nuevo orden internacional, las empresas transnacionales se consolidan como los actores más dinámicos del capitalismo.
            El peronismo, contando con los excedentes provenientes de las fabulosas exportaciones de la década del cuarenta, comienza un ambicioso plan de inversiones liderado por empresas medianas que se financian con créditos preferenciales del sistema bancario oficial. 
            La presencia extranjera se potencia de manera significativa con los planes de desarrollo implementados en 1958, transformándose en el sector clave de la industria, liderando el proceso de desarrollo nacional.
            El modelo instalado con Martínez de Hoz, a diferencia de los anteriores, es liderado por capitales locales, que jamás habían tenido un rol protagónico en el desarrollo ni en el ejercicio del poder, y por un tipo muy especial de empresas transnacionales.
            Este modelo implicó un acelerado proceso de concentración económica, sin antecedentes en el capitalismo contemporáneo. La fracción empresarial que hace alianza con Martínez de Hoz, se consolida y comienza a subordinar y utilizar el Estado en función de sus propios intereses.
            Esta nueva Argentina contiene, por un lado, a un sector empresarial que ha modernizado su tecnología y compite en la frontera mundial, con ganancias que ahora no dependen del mercado interno sino de un grupo reducido de argentinos de altísimos ingresos y del mercado mundial; y, por otro, un sector decadente en su organización interna, que opera en condiciones de retraso inconcebibles, sin acceso al crédito y otorgando salarios de subsistencia a su personal.
            La nueva configuración productiva provoca una desocupación generalizada, desconocida en el país. La eventualidad del despido opera automáticamente disciplinando al sector trabajador que ahora recibe salarios más bajos en términos reales. 
            En el período 1974-1980 los salarios bajan del 49 al 18% su participación en el ingreso. También cae la cantidad de asalariados, el nivel de los salarios y por consiguiente el nivel y la calidad de vida de la mayoría de los argentinos.
            Este proceso es aceptado disciplinadamente por los trabajadores ya que el escenario cotidiano es el terror (exilio, torturas, muertes, etc.). La exclusión económica y social se instala en el cuerpo social argentino.
            Quienes mantenían sus puestos de trabajo se convirtieron en privilegiados. Así, se rompen los históricos lazos de solidaridad que caracterizaban a los trabajadores argentinos: se observa una tendencia a no sindicalizarse y actuar de manera individual. 
            El conflicto no se da entre quienes disponen del capital y los trabajadores, sino que la tensión es entre quienes aún mantienen su trabajo y los desocupados.
            Las mayorías pierden el protagonismo que tuvieron por casi cuatro décadas en el desarrollo del país. Comienza a desaparecer la vida política y social. La negociación entre trabajadores, empresarios y  Estado, es una mera formalidad en la cual los sectores populares no disponen de los mínimos instrumentos que les permitan demandar por lo que consideran sus legítimos derechos.
            El poder económico ha substituido a las mayorías y se ha transformado en el poder a secas.

LA (DES)ILUSIÓN DE LA RECUPERACIÓN DEMOCRÁTICA
  
            A partir de la guerra de Malvinas comienza a declinar la dictadura militar y se dan los primeros pasos para la recuperación democrática. Desde las dirigencias políticas populares se supone que se va a recuperar el poder, el trabajo y el protagonismo de las mayorías.
            Los grupos económicos que tienen dominado todo el aparato productivo y el Estado nacional, por su parte, no tienen problema en que el Estado pasa a ser conducido de manera democrática: saben que para atenuar los conflictos se requiere el consenso democrático.
            Después de la dictadura se han sucedido dos gobiernos democráticos de dos agrupaciones políticas diferentes. Sin embargo, sus respectivos gobiernos de hecho han consolidado definitivamente este nuevo modelo de convivencia.

            En este nuevo país, se abre un abismo cada vez más profundo entre el poder político y las grandes mayorías, que parecen no percibir su marginación.

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