CONFIGURACIÓN DEL PODER EN LA ARGENTINA DE
POST-GUERRA
Manuel ACEVEDO HERRERA
INTRODUCCIÓN
En la historia política de la Argentina de las últimas
décadas se destaca la existencia de casi una treintena de presidentes, la
mayoría de los cuales asume en condiciones de facto.
De los poco surgidos por sufragio,
ninguno alcanza a terminar el período para el cual fue elegido. Parecería,
pues, que existe una gran dificultad para que el poder se consolide.
Pero en un análisis más profundo se
percibe que el poder no estuvo en cuestión, y que las modificaciones sólo
fueron aparentes y referidas a las cúpulas nominales del gobierno.
ALGUNAS CONSIDERACIONES PREVIAS
El origen poblacional de la Argentina es
mayoritariamente migratorio.
Desde fines del siglo pasado y con
una intensidad sin interrupciones hasta mediados del presente, se lleva a cabo
una sistemática política de promoción del ingreso de extranjeros,
preferencialmente de origen europeo. Los flujos migratorios confluyeron hacia
los centros urbanos.
En etapas posteriores, los
inmigrantes, ayudados por políticas específicas de colonización, se dispersaron
hacia los centros no urbanos de la pampa, llevando consigo las técnicas de
laboreo usadas en los países de origen.
Estas políticas eran consistentes
con el lugar asignado a la
Argentina en la división internacional del trabajo:
exportador de productos agroganaderos.
La
población nativa, en este período, se encuentra desperdigada, desarticulada y
sin ningún tipo de identificación con los proyectos y decisiones del aparato
político-institucional,
Los inmigrantes, por su parte,
continuaban manteniendo sus costumbres, sus ritos, su idiosincrasia, sin
mostrar interés en crear vínculos con los nativos argentinos. De esta manera,
los grupos étnicos venidos del exterior comenzaron a convivir sin ningún
criterio de unidad excepto el geográfico.
El
desarrollo cultural y político tienen lugar en los centros urbanos más grandes,
en especial Buenos Aires. La organización institucional está en manos de una
élite dirigente, cuyo origen se remonta a la independencia de la corona
española; sustentada en la propiedad ganadera y en la producción rural.
Se va configurando una estructura
social donde bajo la oligarquía ganadera se ubican los diversos grupos
inmigrantes y, un escalón más abajo, la población originaria del interior del
país.
POPULISMO E IDENTIFICACIÓN NACIONAL
En el año 1945, en que culmina la Segunda Guerra
Mundial, el capitalismo mundial comienza una nueva fase en su desarrollo y se
comienza a insinuar un orden internacional bipolar.
En la Argentina asume el poder
Juan Domingo Perón, líder surgido de las fuerzas armadas, pero que es llevado a
la presidencia por un movimiento popular.
El período que va desde 1945 hasta
mediados de los ‘70 muestra la sucesión de gobiernos militares y civiles que
jamás logran afianzarse. A primera vista, parecería que hay una lucha
descarnada por el poder.
Pero estos enfrentamientos son en
realidad luchas entre cúpulas políticas por apoderarse de la dirección del
gobierno, que no representan el sentir del pueblo y que terminan sin afectar
las condiciones básicas de vida de las grandes mayorías.
La
base de sustentación del modelo de convivencia en la Argentina es
esencialmente económica. El modo de relación económica se modifica substancialmente
en 1945 y se mantiene inalterado, a pesar de los cambios observados en la
cúpula gubernamental, hasta mediados de los años setenta.
Este proceso termina con la profunda
transformación de la economía iniciada a partir del gobierno dictatorial de
marzo de 1976, cuyo diseño corresponde al ministro de Economía de la dictadura:
José Alfredo Martínez de Hoz.
El
peronismo inaugura una nueva forma de relación social ente los argentinos, por primera vez en la historia del país
comienza un proceso gradual de identificación generalizada entre los grupos
hasta entonces dispersos. El gobierno se apoya en la participación directa de
vastos sectores populares.
El peronismo no destruye a los
sectores dominantes, pero por primera vez el gobierno comienza a operar en
términos del apoyo popular y no como tradicionalmente se había hecho a través
del uso de la fuerza.
Aseguró desde el Estado condiciones
de bienestar para toda la población por medio de un proceso de profundización
de la industria substitutiva de importaciones y por la implementación de
políticas de corte keynesiano. La participación del Estado se tornó decisiva en
los planos micro y macro económicos.
El Estado emprendió grandes
inversiones un infraestructura y en empresas públicas. Se incrementó
significativamente el nivel de empleo y los salarios pagados fueron
relativamente dignos.
Se implementó para el sector privado
una política crediticia blanda con fines proteccionistas de la industria nacional.
El producto fue orientado a la satisfacción de la demanda del mercado interno.
Hubo una intensa promoción de las importaciones de bienes de capital y una gran
intervención sobre el sistema de precios para evitar la cada del salario real y
mantener los niveles de demanda.
Fue un país con pleno empleo de la
mano de obra y con salarios que satisfacían las mínimas necesidades de todos
los sectores. Argentina se diferenciación significativamente del resto de los
países latinoamericanos, tanto en calidad de vida de sus trabajadores como en
los niveles de ocupación.
El
golpe que desplaza a Perón del gobierno y proscribe al movimiento peronista
es el primer intento de recuperación del
poder por parte de los antiguos sectores dominantes. Se intenta desactivar el
aparato político heredado del gobierno peronista.
El golpe del ‘55 prohibe las manifestaciones y mata a muchos dirigentes
sindicales, pero no toca la base de sustentación económica; la
industrialización keynesiana, protegida y con altos niveles en el empleo y en
los salarios.
Hasta mediados de los ‘70 la Argentina es el país con
mejores indicadores laborales y de ingreso de toda América Latina. Los
sindicatos y los trabajadores están siempre presentes en la mesa de
negociación.
Los cambios de los gobiernos
posteriores, al descabezar a los líderes sindicales y políticos, fuesen estos
peronistas o de otras agrupaciones, colocaban a las organizaciones al margen de
la ilegalidad.
Pero el sistema de relaciones
económicas (aparato productivo mercado internista) se mantuvo inalterado. Los
sindicatos reaparecen en la escena con nuevos dirigentes que recuperan
rápidamente el protagonismo popular. El mantenimiento de las condiciones de
sustentación económica (el mercado interno) traía consigo el inevitable
protagonismo de los trabajadores y, por tanto, de sus dirigentes.
Golpes, contragolpes y elecciones
eran la expresión de la crisis, que la totalidad del cuerpo social
mayoritariamente observaba a distancia. La clave para comprender la pasividad de
los sectores populares es el mantenimiento de las condiciones materiales que
permitían satisfacer las expectativas de todos los sectores.
ALGUNAS CARACTERÍSTICAS DEL MOVIMIENTO PERONISTA
En el año 1945 grandes sectores
populares comienzan a insinuarse como protagonistas relevantes de la historia
argentina. La movilización masiva comienza a surgir como nueva forma de
expresión y de poder.
El peronismo emerge como
manifestación irracional ante un líder que expresa aquellos que las mayorías
aspiran. El idilio entre la masa y el líder en la Argentina y la capacidad
de movilización lograda potencia el poder de Perón.
Cuando en 1955 se concreta el golpe
de Estado que expulsa a Perón del gobierno, comienza una etapa en que se añora
la conducción y los logros obtenidos conjuntamente. Pero, a pesar de la
apariencia de convulsión, se vive un período en el cual el poder no ha estado
en juego.
LAS CONVULSIONES DE LOS AÑOS SESENTA
Los sectores más lúcidos y educados
del país, cuestionan al centro del sistema de convivencia capitalistas,
llegando incluso a la violencia institucionalizada en violencia urbana y rural.
En la Argentina la
insatisfacción y el conflicto no surge de los trabajadores más carenciados y de
los desposeídos, como en el resto de América Latina, sino de sectores
universitarios y sindicales caracterizados por su alto grado de concientización
política.
En el resto de América Latina, la
insatisfacción es expresión desesperada de los sectores más carenciados y
desprotegidos. Aquí, en cambio, se trata de un desasosiego con un sistema aún
distribucionista que estaba asegurando una sobrevivencia material mínima para
todos los argentinos, pero que era considerado injusto.
La guerrilla argentina apunta a
cambiar el corazón del sistema. La élite
gobernante percibe que es en la universidad donde surge la reflexión que cuestiona
el sistema. El golpe de 1966, encabezado por Onganía, se diferencia de las
dictaduras anteriores porque identifica a la cultura como el enemigo.
En la Universidad de Buenos
Aires se vive la “noche de los bastones largos”, que representa la
desvalorización definitiva de la cultura y el comienzo de la declinación
competitiva de la
Argentina.
El cruento golpe militar de marzo de
1976, inaugura un nuevo escenario de convivencia que comienza a montarse a
través de mecanismos que utilizan el terror, la desaparición y la muerte,
provocando para muchos la sensación cotidiana de ir quedando al margen del
sistema.
Simultáneamente, el Estado se va
retirando de las funciones de reasignador de los recursos y de la provisión de
servicios esenciales. La domesticación y el disciplinamiento del cuerpo social
comienza a ser una realidad.
Los sectores dominantes tuvieron al
lucidez de percatarse de que era necesario derrumbar la base que sustentaba el
protagonismo de la mayoría: el modelo de mercado internista con pleno empleo de
la fuerza laboral.
Desde el Ministerio de economía,
Martínez de Hoz, opera con la plena convicción de que el problema es el modelo económico.
El año 1976 significa un punto de
inflexión tan importante como lo fue 1945: desde el Estado comienza a
destruirse el modelo de sustentación económica y social.
Comienza un proceso de
desindustrialización del aparto productivo, complementariamente a una
modernización en nuevas actividades de capital intensivas y con muy poco empleo
de mano de obra.
A partir de 1976 se transforma el
Estado, de un Estado de bienestar, keynesiano, que brinda salud, educación,
vivienda y servicios esenciales (teléfono, energía, agua potable, etc.), con
precios subsidiados, a un Estado con nuevas demandas que requieren tecnologías
de punta (por ejemplo, financia el polo petroquímico, crea centrales nucleares,
se inicia la construcción de autopistas, etc.)
Se recurre a grandes inversiones. La
tecnología y el crédito son obtenidos en el exterior, los avales los brinda el
Estado. Simultáneamente se crean mecanismos como la promoción de exportaciones,
la promoción industrial, tasas de interés preferenciales, que implican un
traspaso de excedentes hacia actores empresariales. Se insinúa ya un nuevo
poder económico.
SURGIMIENTO DEL NUEVO PODER
Argentina había recibido desde fines
del siglo pasado y comienzos de éste, inversiones de capitales ingleses
(frigoríficos, ferrocarriles, infraestructura portuaria).
En la década del treinta comienza un
pequeño proceso de industrialización substitutiva, realizada a través de
pequeñas y medianas empresas cuyos capitales son locales y se insinúa la
presencia transnacional.
Finalizada la segunda guerra mundial
y en el nuevo orden internacional, las empresas transnacionales se consolidan
como los actores más dinámicos del capitalismo.
El peronismo, contando con los
excedentes provenientes de las fabulosas exportaciones de la década del
cuarenta, comienza un ambicioso plan de inversiones liderado por empresas
medianas que se financian con créditos preferenciales del sistema bancario
oficial.
La presencia extranjera se potencia
de manera significativa con los planes de desarrollo implementados en 1958,
transformándose en el sector clave de la industria, liderando el proceso de
desarrollo nacional.
El modelo instalado con Martínez de
Hoz, a diferencia de los anteriores, es liderado por capitales locales, que jamás
habían tenido un rol protagónico en el desarrollo ni en el ejercicio del poder,
y por un tipo muy especial de empresas transnacionales.
Este modelo implicó un acelerado
proceso de concentración económica, sin antecedentes en el capitalismo
contemporáneo. La fracción empresarial que hace alianza con Martínez de Hoz, se
consolida y comienza a subordinar y utilizar el Estado en función de sus
propios intereses.
Esta
nueva Argentina contiene, por un lado, a un sector empresarial que ha
modernizado su tecnología y compite en la frontera mundial, con ganancias que
ahora no dependen del mercado interno sino de un grupo reducido de argentinos
de altísimos ingresos y del mercado mundial; y, por otro, un sector decadente
en su organización interna, que opera en condiciones de retraso inconcebibles,
sin acceso al crédito y otorgando salarios de subsistencia a su personal.
La nueva configuración productiva
provoca una desocupación generalizada, desconocida en el país. La eventualidad
del despido opera automáticamente disciplinando al sector trabajador que ahora
recibe salarios más bajos en términos reales.
En el período 1974-1980 los salarios
bajan del 49 al 18% su participación en el ingreso. También cae la cantidad de
asalariados, el nivel de los salarios y por consiguiente el nivel y la calidad
de vida de la mayoría de los argentinos.
Este proceso es aceptado
disciplinadamente por los trabajadores ya que el escenario cotidiano es el
terror (exilio, torturas, muertes, etc.). La exclusión económica y social se
instala en el cuerpo social argentino.
Quienes
mantenían sus puestos de trabajo se convirtieron en privilegiados. Así, se
rompen los históricos lazos de solidaridad que caracterizaban a los
trabajadores argentinos: se observa una tendencia a no sindicalizarse y actuar
de manera individual.
El conflicto no se da entre quienes
disponen del capital y los trabajadores, sino que la tensión es entre quienes
aún mantienen su trabajo y los desocupados.
Las mayorías pierden el protagonismo
que tuvieron por casi cuatro décadas en el desarrollo del país. Comienza a
desaparecer la vida política y social. La negociación entre trabajadores,
empresarios y Estado, es una mera
formalidad en la cual los sectores populares no disponen de los mínimos instrumentos
que les permitan demandar por lo que consideran sus legítimos derechos.
El poder económico ha substituido a
las mayorías y se ha transformado en el poder a secas.
LA (DES)ILUSIÓN DE LA RECUPERACIÓN DEMOCRÁTICA
A partir de la guerra de Malvinas comienza
a declinar la dictadura militar y se dan los primeros pasos para la
recuperación democrática. Desde las dirigencias políticas populares se supone
que se va a recuperar el poder, el trabajo y el protagonismo de las mayorías.
Los grupos económicos que tienen
dominado todo el aparato productivo y el Estado nacional, por su parte, no
tienen problema en que el Estado pasa a ser conducido de manera democrática:
saben que para atenuar los conflictos se requiere el consenso democrático.
Después de la dictadura se han
sucedido dos gobiernos democráticos de dos agrupaciones políticas diferentes.
Sin embargo, sus respectivos gobiernos de hecho han consolidado definitivamente
este nuevo modelo de convivencia.
En este nuevo país, se abre un
abismo cada vez más profundo entre el poder político y las grandes mayorías,
que parecen no percibir su marginación.
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